Tiempos de unidad
Al militarismo bolivariano le fallan cada vez más los cálculos y cada vez más pone en entredicho la dosis de credibilidad que aún le queda entre sus bases. Anunciaron con vehemencia que no habría unidad de las fuerzas democráticas y esta semana que hoy concluye, en el acto de presentación de los lineamientos de gobierno con la presencia de los seis precandidatos, quedó claro que hay unidad. Y muy sólida.
Anunciaron también que no habría elecciones primarias y, salvo que ellos mismos las impidan, todo está preparado para que el próximo 12 de febrero se realicen, y si se cumplen las predicciones de las encuestas, con una vasta participación que podría superar el millón de electores.
Así que, a contracorriente de las premoniciones rojas, en un plazo de tres semanas tendremos, primero, una alianza de todas las fuerzas democráticas para competir electoralmente contra el proyecto militarista, personalista, centralista y premoderno que comanda el líder golpista de 1992; luego, un candidato único de esa alianza a la Presidencia de la República, que todo parece indicar será un rostro de una generación nueva que ha venido a renovar la política venezolana y, como sustento a futuro, las bases un proyecto de nación compartido en lo esencial por todos los sectores que integran la unidad.
No es poca cosa. En un país que experimentó la tragedia de ver cómo se derrumbaba ante los ojos de todos el sistema de partidos sobre el que se edificó el proyecto democrático del siglo XX; que presenció el surgimiento de un arrollador liderazgo mesiánico y un eficaz culto a la personalidad construido parasitariamente sobre el atávico culto a Bolívar; en donde quienes no comparten las alucinaciones del jefe único han padecido persecuciones violentas, discriminaciones laborales, acosos judiciales, inhabilitaciones política, cárceles, exilios o expropiaciones de sus propiedades, industrias, comercios y haciendas; y en donde todo el aparato del Estado, en flagrante violación de las normas más elementales de la vida democrática, ha sido puesto al servicio exclusivo del proyecto político en el poder, en un país así, no queda duda alguna de que el avance de las fuerzas opositoras y la consolidación de la unidad es una verdadera proeza, un triunfo de la voluntad, que ha impedido la consolidación definitiva del autoritarismo del siglo XXI.
No hay que olvidar que Hugo Chávez, luego de ganar las elecciones presidenciales de 1998, llegó a alcanzar el insuperable margen de 81% de popularidad. Que las primeras y tímidas manifestaciones opositoras, las que casualmente se hicieron en enero de 2000, contra las reformas educativas que el Gobierno intentaba, apenas si lograban reunir un grupo de 200 o 300 personas. Que dos años después, en abril de 2002, una multitud de más de 1 millón de personas marchó en la calle solicitando la renuncia del jefe militar. Pero que hubo que esperar hasta el 2 de diciembre de 2008 para obtener la primera victoria electoral en el referéndum que le negó al tirano la posibilidad de reformar la Constitución para hacerse reelegir hasta su último suspiro.
Es ese el contexto para evaluar la unidad. Una experiencia de madurez democrática y aprendizaje de la convivencia entre diferentes nunca antes vivida en el país y probablemente, salvo en el Chile que derrotó a Pinochet en el plebiscito de 1990 y el frente de los nicaragüenses contra Somoza en 1978, nunca antes vista en el resto de América Latina.
Esto, sin lugar a dudas, es un logro de la ciudadanía democrática, pero también y sobre todo de una dirigencia política que ha aprendido a derrotar en su propio seno y, en algunos casos, en su propia conciencia posturas como aquellas que justificaron la impaciencia del Carmonazo y el paro petrolero, o los errores de cálculo que promovieron el abandono de la Asamblea Nacional y la dejaron en manos rojas.
Tuvieron todo el apoyo. Todo el poder. Todo el dinero. Toda la voluntad política. Pero sus mentalidades eran del tiempo del telégrafo, no de la era de Internet. Dijeron que en 2012 no habría unidad. Ni primaras. Ni candidato único. Dijeron que volverían a ganar las elecciones.