Opinión Nacional

Tiempo y espacio para la grandeza

Venezuela necesita que sus dirigentes vuelvan a las fuentes que alimentan la acción pública en función de las necesidades de terceros dentro de una visión integral de país. Es decir, la política no puede limitarse solamente a los hechos electorales, ni podemos seguir confundiendo democracia con elecciones. No le quito importancia a esto. Sería el último mortal en negar el valor de lo electoral como instrumento para concretar los valores de la libertad y para que la voluntad popular pueda expresarse de la mejor manera. Especial validez tiene este criterio en condiciones de normalidad democrática. Lamentablemente no es el caso actual, por lo que se necesitan esfuerzos y acciones superiores que trascienden lo estrictamente electoral.

Sin descuidar nada y desarrollando actividad en todos los frentes, atendiendo todos los escenarios de lucha incluido el electoral, es necesario que la política vuelva a ser una actividad de servicio y no una forma de vida, calificada o no, que permite a quienes están en el oficio acceder a unos ingresos y mantener una jerarquía social apropiada a sus propósitos. Es indispensable para aspirar a una unidad sincera sin la cual la lucha por la liberación nacional mantendrá obstáculos que podrían ser superados desde perspectivas diferentes. De mantener el cuadro actual y el estilo de hacer política que se ha impuesto, continuaremos viendo en el campo opositor una simple rebatiña por espacios de poder, un afán de cuoteo electoral que encaja perfectamente dentro de la estrategia continuista del régimen.

Se impone a todos los partidos, grupos electorales y personalidades aspirantes una dosis extraordinaria de generosidad y desprendimiento para entender que están en juego demasiadas cosas. Que la unidad puede ser dinámica y diferenciada cuando están claros los objetivos comunes y dentro del afán de lograr que el régimen dure lo menos posible. Quienes trabajan en el frente electoral tienen que colocar en mínimo sus aspiraciones y buscar entendimientos serios que permitan unificar las opciones. Lo que se ve, para el día de hoy a esta hora, es vergonzoso. Un carnaval absurdo de campañas prematuras sin sentido ni contenido que corresponda a las grandes expectativas nacionales.

Esta década perdida obliga a la dirigencia a presentar una sólida alternativa hacia el futuro inmediato. Esto se desmorona. Puede desplomarse en cualquier momento y hasta por circunstancias que escapan a la observación desprevenida. Garantizar que Venezuela no caerá en la anarquía, ni dará un salto en el vacío, sino que asumirá con firmeza y claridad las tareas del renacimiento democrático, es obligante para el liderazgo. Para ello hay que apartar todo cuanto pueda separarnos, dejar de lado lo pequeño, las mezquindades que alimentan ambiciones desmedidas de personas o de grupos. Grandeza, humildad, servicio auténtico y amplitud para abrirle camino a las nuevas generaciones, son reclamos inaplazables.

[email protected] Lunes, 14 de abril de 2008

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