Tiempo de Palabra
Locuras de febrero
Los asuntos de la comarca no marchan bien. Huele a tormenta, a rifirrafe, a
atajaperros. Se está al descampado; suenan los tiros y no se sabe ni quién
dispara ni a quién. O mejor, se dispara al azar contra quien sea y el que
agarre el tiro es el enemigo. Confusión en medio de la cual cada uno grita
para poner orden y lo que se escucha es un barullo atronador. Los dirigentes
se encuentran en peligro; es decir, al borde de la inutilidad total. Sabor a
presente incesante, sin que el mañana sea discernible. Véase si no.
CAPTURADOS POR EL OTRO
Hace pocos días salió publicado un remitido de autoridades regionales y
locales de la oposición, «Carta abierta al Presidente de la República», que
por inadvertencia o deliberación contiene una visión peligrosísima que,
además, calza con el discurso oficial. Dice lo siguiente: «La
Descentralizació n fue la más importante conquista de la democracia en la
segunda mitad del siglo XX. La idea venía germinándose progresivamente pero
se materializó el 27 de febrero de 1989, cuando un pueblo harto de no ser
escuchado salió a la calle a reclamar su derecho a ser más dueño de su
propio destino. Fue tras ese estallido que sacudió la conciencia política
del país, que el pueblo pudo al fin elegir a sus gobernadores y alcaldes en
cada Municipio y cada Estado del país».
Ese discurso de los dirigentes opositores contiene una falsedad histórica.
La elección de los gobernadores fue un objetivo madurado a finales de la
década de los ochenta por el intenso movimiento de opinión pública que la
Copre había estimulado y que encontró eco en calificados dirigentes de los
partidos políticos. La campaña electoral de 1988 estuvo signada por el
debate en torno a las reformas, protagonizado por los candidatos Carlos
Andrés Pérez y Eduardo Fernández. Entre estos y otros precandidatos, en el
marco de la Copre, se había acordado impulsar las reformas, especialmente la
elección de gobernadores y alcaldes. Como producto de esos entendimientos,
el Congreso aprobó, en agosto de 1988, seis meses antes de la revuelta del
27F, la Ley de Elección y Remoción de Gobernadores. Es falso que la
descentralizació n naciera de El Caracazo.
Lo peor no es, sin embargo, la imprecisión histórica en que el documento
incurre. Lo más alarmante es que quienes lo redactaron atribuyen a El
Caracazo la misma falsa capacidad genésica que Chávez le adjudica. Según el
Presidente su hecho «revolucionario» nace de las entrañas del alzamiento
febrero de 1989, cuando en realidad su movimiento conspirativo tenía una
década. Los dirigentes opositores se deslizan en la misma pendiente al
atribuir a la rebelión de 27-F la raíz de la descentralizació n, que es como
negar lo que pese a inmensas dificultades la sociedad democrática alcanzó
lograr. Muchas reformas no fueron llevadas a cabo por el desinterés, la
desidia y la incomprensión del momento histórico; sin embargo la elección de
gobernadores y alcaldes había superado los obstáculos y caminaba ya para su
puesta en marcha.
Este episodio revela hasta qué punto la falta de claridad conceptual de los
redactores de ese documento puede asumir, sin beneficio de inventario, la
tesis de Chávez, según la cual el 27-F funda las bases del cambio. Si así
hubiese sido, no quedaría sino admitir que la violencia habría vuelto a
actuar como la partera de la historia. El valor de la lucha civil que llevó
a la descentralizació n (ahora cadáver por la acción del régimen de Chávez),
tendría que ser sustituido -si se compra esa tesis- por el del saqueo, la
violencia y muerte como fuerzas originarias de las reformas necesarias.
No debe escaparse el detalle de mezquindad adicional que hay en esa tesis
que es quitarle al gobierno de Carlos Andrés Pérez el mérito histórico de
haber iniciado las reformas, precisamente por las cuales lo tumbaron.
ALZADOS FALCÓN Y LARA. Henri Falcón simboliza la descomposició n del
chavismo. Que haya ido a la guarimba del PPT es un incidente menor. Se ha
ido del templo porque el autoritarismo del Presidente les ha hecho invivible
el ambiente político a él y a otros que tienen asomos de discrepancia. Ha
dicho que sigue en el proyecto revolucionario, pero todos saben que nadie
sigue allí si Chávez no quiere. El propio PPT es expresión de esa situación:
lo vejan, lo patean, lo sacan por la puerta, y sus dirigentes, con una
perseverancia insólita, se cuelan por la ventana. Tienen en cuenta que
cuando repican muy duro, algún «estratega» oficial recomienda albergar este
partido para semejar una alianza multipartidista que hasta los fantasmas
saben que no existe. Sin embargo, es enteramente saludable que la disidencia
del chavismo encuentre una residencia que no sea -directamente- la
oposición, lo cual la haría víctima inmediata del tiroteo oficialista.
Otro problema es el que se refiere a la desconfianza que en los opositores a
Chávez producen las defecciones recientes en el chavismo, como esta de
Falcón, y otras como las del general Raúl Baduel. Suele ocurrir que muchos,
entre los que destacan no pocos de los que votaron por Chávez -ahora en la
oposición- les reclaman a los que vienen después que por qué no se fueron
antes. Es una severa incomprensión sobre el carácter de la disidencia. Esta
no es un corral en el que alguien se reserva el derecho de admisión. La
disidencia es una fuerza diversa, contradictoria, de muchos orígenes y
seguramente de muchos destinos, unificada en la demanda de un cambio de
régimen. El desgaste del chavismo y la ruptura de varios de sus líderes es
una excelente noticia, sin que los que emigran tengan que pasar por una
prueba de calidad que nadie, ningún juez, tiene el derecho de exigir. Solo
la vida dirá.
MU-MU-MUCHO ROLLO. La Mesa de la Unidad está enredada y es explicable. Hacer
la unidad con tantos aspirantes es muy complejo. Los dirigentes han
levantado dos expectativas: «vamos a ir unidos» y «vamos a ganar la AN». Son
ellos los que han creado la demanda que ahora les exige desde la calle. Los
jefes de los partidos no quieren contarse en las primarias y en las
primarias quieren contarse personas representativas, junto a un raudal de
espontáneos. Las primarias, como segunda opción si no hay consenso, tienen
cierto plomo en el ala: a ellas se llega después de pelearse por falta de
acuerdos. La disputa entre Enrique Mendoza y Julio Borges es patética; sin
solución a menos que se apele a la consulta popular. ¿Pueden ganar unas
primarias los jefes de los partidos? ¿Si estos no tienen seguidores
abundantes, debe asegurarse que sean electos como diputados? La abstención
esta vez puede ser producida no por los abstencionistas sino por la falta de
unidad y representatividad de los partidos opositores. Esta vez puede ser
muy peligroso.