Testimonio de pedagogía activa
Una marcha permisada por la competente autoridad civil, con destino a Los Próceres, lugar en el que el oficialismo ha comercializado demagógicamente con la canasta básica, es recibida con una demostración contundente de violencia permisada en paralelo por los que, se supone, tienen la responsabilidad de conducir al Estado bajo el emblema de Chávez. Por una terrible trampa en el mundo de las percepciones, las lamentables muertes prontamente son imputadas a quienes, pacífica y democráticamente, protestan al actual gobierno con olvido del reguero de los francotiradores y de las lacrimógenas distribuidas por las autoridades dizque bolivarianas.
Las personas atropelladas, heridas, emperdigonadas y de hábiles movimientos para evitar las balas del oficialismo, regresan frustradas al lugar de los acontecimientos. De nuevo, la ración de violencia y la complicidad de un sector de la Fuerza Armada. Constante regreso, mientras algunos medios señalan que los dirigentes de la Coordinadora Democrática están ausentes en la primera línea del combate cívico. La reacción es de cuestionamiento e inmediato desprecio a los políticos que supuestamente se acobardan y, por supuesto, con los matices de un golpismo momentáneo que refleja la rabia, la impotencia, la indignación y el desamparo naturales en tan graves y siempre inéditas circunstancias: un pueblo desarmado es víctima constante de la pólvora aventajada del régimen. No obstante, una actuación paciente y pedagógica en el terreno de los hechos siempre es importante y fue el caso del diputado César Pérez Vivas.
En efecto, en cada regreso al escenario polvoriento y sangriento, las personas se arremolinaron alrededor del parlamentario, comprendiendo y valorando políticamente la acción desplegada. En lugar de la búsqueda desesperada de un medio de comunicación, se detuvo a responder a cada una de las preguntas formuladas, a catalizar la rabia y a asumir —precisamente— la responsabilidad, como integrante de la Coordinadora Democrática, de liderizar los movimientos esenciales de resguardo de la vida de todos los que nos encontrábamos ahí.
El mayor éxito que puede tener el oficialismo está en confundir a sectores de la oposición, provocando respuestas que, en el futuro inmediato, ayudará a mantener los evidentes filones fascistas del régimen que ha hecho del cinismo su más elevado y vergonzoso estandarte. Estamos en un proceso de recuperación de la democracia desde la democracia misma y nunca está demás recordar que son los medios los que justifican el fin y no, como es empeño y vocación de un maquiavelismo intoxicado y propio de los que luchan por sobrevivir en el poder, al revés.
Cada quien ha hecho su experiencia frente a las prácticas represivas y nada valientes del régimen, siendo necesario hacer un esfuerzo de reflexión que impida el extravío de aquellos principios y valores que nos inspiran. Claro está que, como tantas veces le habrá ocurrido al amable lector, no es fácil, por ejemplo, acompañar a un conjunto de pacíficos ciudadanos en la Plaza Madariaga de Caracas, en una de estas noches decembrinas de angustia, y quedar convertidos en prisioneros de los círculos terroristas que, como un señuelo, plantean la necesidad de un juego conciliador de futbolito para después, en un parpadeo, cabalgando sus motocicletas, agredirnos con balas y lacrimógenas que, por cierto, impunemente cargan consigo como si fuesen legítimas autoridades. De nuevo, en esta oportunidad, rechazamos la agresión y, al llegar los agentes de la Policía Metropolitana, nos cercioramos que, por muy buena voluntad que tuvieran, no era posible —con sus escasos pertrechos— defendernos.
Todo lo anterior no justifica la posibilidad de armarnos y emprender la “autodefensa”, cayendo en la trampa de una guerra civil pretendida por el gobierno. Significa insistir en las luchas cívicas, reconocer los logros alcanzados con paciencia y sacrificio, los que abonarán a la legitimidad futura de eso que llaman “postchavismo”, y aunque algunas no lo crean, celebrar la muy obvia debilidad y agonía de un proyecto totalitario de poder que hoy luce un disfraz y emplea un discurso que se deshilacha y la realidad misma desmiente.
El testimonio de pedagogía, simultáneo al esfuerzo de protesta activa, no dudo en catalogarlo de necesario, urgente y eficaz. La racionalidad es un componente importante del esfuerzo, de las iniciativas e ideas que llevamos adelante frente a la criminal demencia, a las escaramuzas, sin duda autodestructivas y a la agotada ficción de un gobierno que marcha contra la historia.