Terrorismo y oposición
No sabemos con exactitud cómo se efectuó la captura de Granda en Venezuela, sin embargo la lógica y el sentido común nos indican que lo más probable es que el gobierno colombiano le solicitó a unos “cazarecompensas”, que abundan en Colombia, la aprensión de Granda y éstos a su vez contactaron a los funcionarios policiales venezolanos que ejecutaron el encargo. En ese caso, no hubo violación de la soberanía venezolana, por parte del gobierno colombiano.
En mi opinión, es evidente que el gobierno utiliza de nuevo, irresponsablemente, el nacionalismo y el “chauvinismo” anticolombiano como una maniobra para distraer la atención sobre el apoyo directo e indirecto de sectores del gobierno venezolano a las FARC, que el caso Granda confirma contundentemente. Lo cual no debe extrañar a nadie. Venezuela no firmó la Declaración de Asunción contra el terrorismo y el narcotráfico, que suscribieron los gobiernos de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, en la cual “expresan su más firme respaldo y solidaridad al gobierno de Colombia, en la persona de su presidente”.
Es necesario recordar de nuevo la carta de Chávez al Chacal que termina con la frase: “Con profunda fe en la causa y en la misión, ¡por ahora y para siempre!” ¿Qué causa y qué misión tienen en común Chávez y el Chacal? Venezuela, a diferencia del resto de América Latina y de la Unión Europea, no ha calificado a las FARC como una organización terrorista, ni siquiera después del atentado al club social El Nogal, donde las FARC dan el salto de calidad definitivo en ese proceso que transformó a una guerrilla ideológica en grupo terrorista. En efecto, lo que define a una acción violenta como terrorista es que sea indiscriminada y que el objetivo planeado implique a víctimas civiles inocentes.
El fortalecimiento interno del gobierno, por los altos precios del petróleo y la debilidad de una oposición atomizada, fomentan externamente una mayor acción de apoyo a los grupos extremistas de América Latina e, internamente, la tesis de la “radicalización” del proceso. Es urgente y necesario el reagrupamiento de la oposición alrededor de pocos partidos políticos organizados, que presenten una alternativa coherente y creíble frente al proyecto autoritario. La estupidez y/o la ingenuidad de la “antipolítica”, particularmente en ciertos medios de comunicación, le han hecho el juego al chavismo, propiciando el surgimiento en la “sociedad civil” de grupitos y grupúsculos irrelevantes, que sólo han contribuido a la fragmentación de la oposición.