Terrorismo de estado: el grave conflicto que se avecina
Hay razones suficientes para el optimismo: el régimen se derrumba, las encuestas dejan ver una notable diferencia a favor de los candidatos opositores y la inmensa mayoría de las gobernaciones y alcaldías podrían pasar a manos opositoras, si de aquí al 23 se mantiene el empuje, se fortalece la unidad y la asistencia electoral es masiva. Todo lo cual es perfectamente posible. Estas y otras razones explican la desesperación y la iracundia de un presidente absolutamente desencajado y fuera de sí.
Encuestas confiables hablan hasta de 17 gobernaciones en manos ajenas al chavismo duro, de las cuales 3 ˆ Barinas, Guárico y Portuguesa – en manos de la disidencia constituida por el PPT y el PCV. Gobernaciones claves en el control político del país como el Zulia, Miranda y Carabobo serían fácilmente conquistables por la oposición. En Miranda, según Consultores 21, Capriles Radonski supera por casi 15 puntos a Diosdado Cabello. Salas Feo estaría 10 puntos por encima de su inmediato contendor, Acosta Carlez en Carabobo. Y muy posiblemente Antonio Ledezma se alce con la joya de la corona y devuelva la Alcaldía Mayor a manos democráticas.
Esos son los hechos. De allí el terror que domina las noches del teniente coronel, desesperado ante la posibilidad de ver alejarse el gran sueño de su vida: gobernar Venezuela hasta el día de su muerte. Que espera lejano. De allí también la decisión de jugarse el todo por el todo y poner todas sus armas al servicio de impedir el triunfo opositor por cualquier medio. Inescrupuloso como es, nada puede ser excluido. El fraude o la imposición dictatorial son sus más inmediatas tentaciones.
De allí la imperiosa necesidad de acompañar la buena marcha del avance opositor hacia la reconquista con medidas concretas de control electoral y el desarrollo de políticas alternativas ante un 23N tergiversado, manipulado, ensombrecido y traicionado por Hugo Chávez, el PSUV y sus huestes. El primer paso hacia la torcedura de la voluntad popular está en pleno desarrollo: persecuciones a granel, amedrentamiento general, acusaciones delirantes e infundadas, reapertura de juicios a candidatos exitosos, requisa de pasaportes a comunicadores, ataques contra los medios y una amplia gama de medidas de guerra psicológica que el editor de TalCual Teodoro Petkoff califica de terrorismo de Estado de baja intensidad. De la baja a la alta intensidad no hay más que un paso: el que lleva de la necesidad a la desesperación. Nada de extraño que los frecuentes y reiterados apagones tuvieran por objeto preparar el ánimo de la ciudadanía ante un corte generalizado de electricidad el día de las votaciones.
Altos funcionarios de gobierno aseguran que el régimen NO permitirá el triunfo electoral de la oposición, y que regiones claves para el proyecto totalitario del chavismo como el Zulia y Miranda NO quedarán en manos de la oposición democrática, así los candidatos de la oposición obtengan 10 o 15 puntos de ventaja. Ganarán en ellas como en otras 19 o 20 gobernaciones por los medios que sean necesarios. Juran que mantendrán el Poder en todas ellas de una u otra forma. Y están preparados para imponer su voluntad contra viento y marea. Con absoluta seguridad, de modo fraudulento y por la imposición violenta, policial y armada si fuera necesario. Ese es el sentido de las milicias, ese el de las bandas armadas dotadas de armamento pesado.
El 23N tiene una importancia verdaderamente estratégica para el chavismo. Perder los enclaves fundamentales del poder político nacional como Zulia, Carabobo, Miranda y la Gran Caracas le quitaría todo sostén material a su proyecto totalitario. Esa pérdida, sumada al desabastecimiento, la inflación, la devaluación y la brutal caída de los precios del petróleo que le explotaran en las narices durante el 2009 acarrearía la ruina inevitable del chavismo en Venezuela. Y el fin de sus afanes imperiales en la región, a despecho de los intentos de los signatarios del Foro de Sao Paulo por respaldarlo, legitimarlo y protegerlo. De Lula a Michelle Bachelet, harán cuanto esté en sus manos para impedir el derrumbe del castro-chavismo que se juega este 23N. Así suene imposible.
Es otro de los graves riesgos que se corren: enfrentar un grave conflicto en la soledad de respaldo internacional. Es de primera importancia tenerlo presente y prepararse consecuentemente. El tiempo de la espera, según Clausewitz clave en la fase de la defensa y la mayor fortaleza en una guerra como la que se libra en Venezuela, favorece a la oposición. Su ardiente paciencia está rindiendo sus frutos, mientras el régimen se desgasta a pasos agigantados. Chávez pretende contra atacar cuanto está objetivamente a la defensiva y no domina el terreno democrático en el que tendrán lugar nuestras grandes batallas. Pero la espera debe culminar en la acción. Ya se asoma el tiempo de la gran crisis. ¿Estamos preparados?