Terrorismo
Terrorismo no es tan sólo detonar 800 kilos de explosivos en Barajas, avisando 30 minutos antes, con la aviesa intención de que el estrecho margen imposibilitara el desalojo y, con el mayor cinismo, echar la responsabilidad de las muertes sobre las autoridades, para días después reivindicar la “proeza” sin asumir culpa alguna. Ese ha sido, desde sus inicios, el modo de operar la banda ETA y no va a cambiar.
Existen otras maneras de practicar la criminal actividad. Desde las alturas del poder, desechados disparos y petardos por ser medios burdos y ruidosos, se aplican sutiles presiones. Se niegan permisos, no se otorgan dólares para importación de insumos, no se renuevan concesiones; en fin, se amenaza con miras al sometimiento.
Otra forma de terrorismo, usualmente ejercitada con marcada fruición por senectos autócratas e imitada por los de última generación, es la de frecuentes e interminables peroratas. En ellas esconden, entre una maraña de palabras, sus propósitos totalitarios. Vacían la busaca sólo cuando el colectivo esta adormecido e indefenso, allí dan el zarpazo. Es menester haberles seguido las pisadas desde sus inicios y sin aproximaciones sospechosas, para que sus actos antidemocráticos nos causen menos asombro.
El teniente coronel Presidente prometió, en la campaña que culminó con la toma (ese es su concepto) de la P de la R, demoler las instituciones comenzando por los partidos políticos y ofreció fritanga con sus cabezas. Por esa ruta transitamos. El fundamentalismo bolivariano, el cambio de los símbolos, la invasión y confiscación de propiedades rurales y urbanas, la fijación de un “nivel óptimo” en las reservas en dólares para administrar los excedentes a su libre albedrío, la liquidación de la bicameralidad, la ideologización de la educación, la reestatización de empresas de servicio privatizadas en su momento, la reforma constitucional que contemple la reelección indefinida e irrevocable, son cosas que ya hizo Fidel, el más conspicuo de sus mentores.
Quines lo apoyaron por cualquier medio, incluido el financiero, al enterarse que el exterminio no termina en la casa de alguna organización política sino hundiéndonos en el “mar de felicidad” del castro-comunismo, acusan total estado de abatimiento.
Ahora bien, es la hora de resistir sin actitud plañidera. España meterá en cintura a los criminales de la banda ETA, porque la memoria histórica obliga a cerrar filas frente al separatismo, para eludir la tragedia a que condujo la intolerancia. Aquí ocurrirá lo inevitable cuando se quiere abarcar más de lo que alcanzan los dedos o se pretende apretar en el puño el líquido que cabe en el cuenco de la mano.