Opinión Nacional

Tendencias y vaticinios

El comportamiento de las autoridades nacionales a raíz del desastre natural que arrasó, principalmente, la franja costera del estado Vargas y una buena porción del territorio del estado Miranda, amén de diversos sectores populares del área metropolitana, demuestra hasta la saciedad que el proyecto político de lo que ya se conoce como el “puntochavismo”, no se caracteriza, precisamente, por la capacidad para gobernar, o sea, para gerenciar el ejercicio del poder, sino para disfrutar del mismo fortaleciendo las tendencias autocráticas y hegemónicas que no ha ocultado el jefe del Estado desde los ya remotos días de la campaña electoral, mejor, de las distintas campañas, que es lo que en definitiva atrae el interés del primer mandatario ejecutivo. Y si no, basta hacer mención de lo ocurrido con el referendo del 15 de diciembre, llevado a cabo “contra viento y marea”, “lloviera, tronara o relampagueara”, cuando todo indicaba que después de fuertes y continuas precipitaciones desde la semana anterior a la fecha señalada, al menos se justificaba la posposición de la consulta en las zonas afectadas. No hacerlo, para mantener la campaña a favor del SI hasta última hora por funcionarios que debían atender la emergencia, y no necesariamente el Plan República, es una palpable evidencia de la irresponsabilidad con la que se actuó por parte de quienes tendrían que haber asumido una conducta diferente, cónsona con la prédica de contenido social y solidario a la que tan afecto es el Comandante Presidente.

Otros ejemplos contribuyen a robustecer las tendencias mencionadas y, concretamente, la militarización de la administración pública, que se ha visto confirmada en los últimos días con la designación de oficiales en plena actividad militar para sustituir a funcionarios civiles destituidos por “incompetentes”, según la información conocida. Añádanse, los nombramientos “a dedo” efectuados por la ANC en campos tan diferentes como el Consejo Nacional Electoral, el Contralor General de la República y el Fiscal General de la República, entre otros, y se tendrá un panorama sombrío, fácil de vaticinar para lo que espera a la sociedad civil como consecuencia de la vigencia de una carta constitucional que no se distingue propiamente por sus rasgos democráticos ni por el equilibrio entre los poderes del Estado. Todo lo contrario. El nuevo texto constitucional, finalmente vigente, consolida todo aquello que de negativo se le ha señalado a las ideas que el jefe del Estado ha visualizado en el terreno político: el establecimiento de un régimen autocrático, de clara orientación populista, con marcada inclinación hacia la militarización de la administración pública y la transformación de la ahora Fuerza Armada Nacional en el partido político oficial. Para remate -¡buen comienzo de año 2000!- ya se habla de la megaelección que permitirá “reconstruir la República” con nuevas autoridades en las distintas variantes del Poder Público: nacional, regional, local, con lo cual si, como es de suponer, el electorado continúa comportándose como en las recientes jornadas comiciales, tendremos un país distinto al de los últimos 40 años, es verdad, un país uniformado, dócil y obediente, paciente y esperanzado, ¿hasta cuándo?.

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