Televisión cubana para Venezuela
Hay quienes desean que Venezuela sea otra Cuba. Sus repetidos viajes a La Habana los han convencido de las bondades de la dictadura de los hermanos Castro. Siempre que no sufran las penurias del pueblo cubano, están dispuestos a vacilarse el socialismo del siglo XXI: entre mojito y mojito y con la compañía de alguna morena o de algún moreno, sueñan con disfrutar de los privilegios de la clase dirigente cubana.
Estos intelectuales, acogidos por nuestras universidades, nunca perdieron la esperanza de formar parte de una Nomenklatura. Hoy lo han logrado con Chávez: han sido ministros, diputados, embajadores o asesores del príncipe.
Hay otros que son críticos del desgobierno pero desde la supuesta radicalidad: Chávez no es digno heredero de Fidel Castro porque todavía no ha fusilado sin más a sus opositores y aún permite que sobreviva la iniciativa privada nacional en la economía.
El sueño de quienes se retrataron con Castro cobra posibilidad. Poco a poco a veces y con el acelerador a fondo otras, Chávez va imponiendo su modelo a la cubana. Esto que se creía hasta hace poco inviable y producto de las exageraciones, es ahora más que una amenaza.
La creación de un partido único gobiernero busca repetir la experiencia del Partido Comunista cubano. Una organización de fachada que haga profesión de fe marxista-leninista pero que no dudará en la obediencia perruna al jefe único, cuya palabra jamás será discutida.
Todos los recursos del Estado han sido dispuestos para la creación del partido. Desde el trabajo a tiempo completo del vicepresidente ejecutivo, hasta el uso de las onerosas y temibles máquinas cazahuellas del CNE. Los funcionarios electorales han trabajado en las escuelas y liceos públicos para recolectar las firmas de quienes aspiran a ser militantes de un partido de ideología ignota. Nadie sabe dónde está el proyecto de estatutos o las tesis del nuevo partido; sí se conoce el reclutamiento forzoso de sus militantes.
No todos los capos chavistas de la administración pública se han prestado para exigir la firma a sus subalternos, pero son muchos quienes sí lo han hecho. Estos prometen aplicar una lista negra como la del diputado Tascón pero al revés: quien no haya firmado por el PUS se verá expulsado de su trabajo.
Y es que en Cuba hay un solo partido político. Más nada. No todos los cubanos son militantes del partido, pero nadie se puede oponer a éste. En las elecciones municipales se escoge entre candidatos del partido. Y entre los ganadores se escogen a los miembros de la Asamblea Nacional que se reúne pocos días para funciones protocolares, la principal: reelegir al jefe único.
Fidel Castro –y hoy Raúl, su hermano regente- ha gobernado casi 50 años sin consultar a nadie, dando larguísimos discursos callejeros, explicando durante interminables horas de TV su visión de lo humano y lo divino. En su imitación de Castro, Chávez todavía no ha igualado el récord del sátrapa cubano: nueve horas seguidas hablando. Pero en cuanto a exposición televisiva nadie le gana al teniente coronel al promediar dos horas diarias de cadenas.
El modelo socialista cubano consiste en el total control de las actividades económicas, políticas y culturales. Eso es totalitarismo. Para lograrlo, el Estado es copado por el grupo en el poder. No hay poderes públicos independientes. El poder judicial es un mero instrumento del poder ejecutivo, al igual que el protocolario poder legislativo.
¿Alguien ha oído hablar de algún jurista cubano en estas últimas cinco décadas? ¿Hay algún aporte reciente a la ciencia jurídica de los profesores de Cuba? ¿Qué Derecho puede aplicarse en una isla donde la única razón preponderante es la del Estado?
Para lograr el éxito del control totalitario de la sociedad no debe haber libertad de expresión. Esa una libertad fundamental para el ejercicio de la democracia. No sólo como base de todas las libertades políticas, sino como imprescindible vía de denuncia de las fallas y los abusos del gobierno.
El cierre de RCTV, el canal independiente más antiguo y de mayor audiencia, es un nuevo paso en la cubanización de Venezuela. Todas las mentiras que han dicho Chávez y sus acólitos, más la argumentación confusa y sesgada de la sentencia del Tribunal Supremo en el caso, no pueden ocultar el fin último: asesinar un medio de comunicación libre. Este domingo morirá la señal abierta de un canal de televisión que no se arrodilló frente al poder, como sí lo hicieron la Venevisión de Gustavo Cisneros y la Televén de Omar Camero. Más nada.
En la Cuba castrista no hay canales independientes de TV. Sólo en los hoteles para extranjeros puede verse una programación no ideologizada (películas gringas) pero que administra el Estado también. En los canales oficiales puede verse alguna que otra telenovela brasileña, pero no se puede escapar de las “mesas redondas” donde la discusión no deja de ser garciamarquina debido al “realismo mágico” de los interlocutores, quienes pugnan por ver quién adula más al jefe.
Si para Chávez el mejor programa de la televisión venezolana es esa cloaca de pornografía política de “La Hojilla”, seguramente superior en sordidez a cualquier bodrio de la TV cubana, ¿qué se puede esperar del nuevo canal 2?
El pueblo cubano no habría sido esclavizado si no se hubiera establecido la perfecta dictadura mediática. ¿Seremos esclavizados los venezolanos como los cubanos? ¿Permitiremos que se haga realidad el sueño de los adoradores de Castro?