Opinión Nacional

Tareas de la oposición

Antes que nada, juro que no había leído la interesante entrevista con mi tocayo Heinz Dieterich que salió en este diario el 24/7/2005, A2. Digo esto para que no se me acuse de estar respondiéndole o copiándole. A lo que invito a mis lectores es mas bien reflexionar sobre ideas que están siendo discutidas cuando se debate de veras el futuro de la sociedad venezolana.

Sin embargo, hay que hacer una advertencia previa importante. Y es que la estrategia comunicativa del gobierno se centra muy inteligentemente en su líder. Si se analiza sus discursos y los de sus allegados, se da cuenta que el contenido está siempre centrado en su “grandeza histórica”, “su relevancia mundial”, “su rol de segundo libertador de América” etc. Hasta su genealogía se ha adaptado a esta imagen: Maisanta el abuelo (¿o bisabuela?) y Zamora, por ejemplo. Amplia esta presentación la de “salvador” – o mejor dicho “dignificador” – de los pobres. Frente a semejante “monumento” de la “Revolución” no hay líder ni obra (inexistente, por lo demás) que valgan.

Lo lamentable de la estrategia de la oposición es que ha caído en la trampa de esta personalización del “proceso”. Desde que se formó, a mediados de 2001, su objetivo principal (si no único) ha sido tumbar a Chávez. Las masivas manifestaciones a partir de 2001 y otras formas de lucha (como la huelga a finales de 2002/inicio de 2003) fomentaban, inducida por los lideres de la Coordinadora Democratica (muy meritoria en su tiempo), la creencia que a Chávez se le podía obligar a renunciar. Hubo un momento en el que ello ocurrió el A11, pero con medios y actores no democráticos (aparte de errores tácticos increíbles) que hacían que este movimiento se revertiera rápidamente.

En adelante, Chávez recuperó terreno, bajo el manto de un proyecto que él denominaba “socialismo del siglo 21”. No voy a tensar la paciencia de mis lectores al repetir los argumentos que da Dieterich (¡sí, el mismo que invento el termino!) en la entrevista mencionada para demostrar que un socialismo en la Venezuela de hoy es imposible. El asunto está en que debemos hacer los millones de venezolanos que no compartimos ni los objetivos, ni los métodos, ni las estupideces, ni mucho menos la dudosa ética de la “Revolución Bolivariana”.

Una primera premisa es que renunciemos a la idea cortoplacista de que podamos salir de Chávez. En este momento, todas las encuestas dan a Chávez una popularidad de aproximadamente 70 %, a pesar de que de estos el 40 % dice que no es chavista. Ello no es resultado de los petrodólares despilfarrados sin ningún control por el máximo líder. Ello es verdad, pero lo importante es como asumimos la manera en que hemos perdido la popularidad que tuvimos y como contrarrestemos su “ranking” mediante el diseño de una política.

Un segundo aspecto es que dejemos de fijar la discusión en la cuestión del liderazgo. Aparte de que ello es un espejismo de la propaganda oficialista, es también una herencia histórica de nuestro país. Desde luego que el liderazgo es importante. Pero el movimiento democratica contra el régimen ha demostrado que se forman liderazgos locales y regionales. Este aprendizaje tenemos que internalizar. Sin el diseño de un proyecto, el mejor liderazgo no sirve. Esto implica que los que están a la cabeza de partidos, ONGs, organizaciones empresariales, sindicatos, asociaciones ciudadanas etc. sacrifiquen sus intereses personales y los intereses particulares de sus organizaciones.

Tercero, este diseño no puede ser la función de cúpulas u otros cogollos, sean económicos, políticos, académicos, intelectuales u otros. Idealmente, esta tarea debería ser compartida por la mayor cantidad posible de los demócratas, los actuales y los que quieran ingresar en nuestro movimiento. Esto implica un enorme esfuerzo de organización. Tenemos la experiencia espontánea de las Asociaciones de Ciudadanos. Pero también las Universidades autónomas y las privadas, las organizaciones existentes y las que surjan sobre la marcha de este diseño podrán contribuir a esta organización de una discusión cada vez más masiva. Una de las ventajas de esta masificacion del trabajo organizativo e intelectual es que, simultáneamente con la creación de uno o varios estilos de desarrollo, este o estos vayan siendo difundidos.

En cuarto – y por ahora ultimo – lugar quiero mencionar brevemente un aspecto fundamental. Este enorme esfuerzo colectivo debería partir de dos principios. El primero es que se formula en un lenguaje que permita que llegue a todos los sectores de nuestro pueblo. Y el segundo es que inicialmente se deberían establecer unos principios sencillos – una vida en sociedad sin autoritarismo, sin militarismo y sin mesianismo, por ejemplo.

Insisto: esta es una propuesta. En futuros artículos vuelvo sobre ella y trato de detallarla, espero con el masivo insumo de los que lean estas reflexiones.

(*): Publicado en El Nacional.

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