Opinión Nacional

¡Soy comunista!

Podrá negarlo, por ahora, pero es comunista y también lo es su proyecto político de revolución

Hugo Chávez podrá negarlo, por ahora, pero es y ha sido comunista y comunista es, sin innovaciones, su proyecto político de revolución.

¡Que sea o no viable dentro de la realidad social de Venezuela es harina de otro costal! ¡Que haya logrado sostenerse sobre el torbellino de un dislate, por contar con los dineros del petróleo, ni que dudarlo!

De bolivariano tiene Chávez sólo el arrojo, que nos es poco, y el aderezo literario que ha memorizado sin convicción bajo la guía de Jacinto Pérez Arcay, el General.

Su raíz intelectual, su decantación como individuo y su compromiso emocional no es otro, pues, que el madurado en los odres del marxismo.

Cualquier marchante que se desnude del presente e intente una relectura sin atropellos de las iniciativas instaladas en el país por Chávez a partir de 1999 tendrá que convenir en que son de neta factura cubana, elaboradas por cubanos, extrañas al credo político y a la vida del Padre Libertador. Responden, sin ingenio alguno, a una suerte de clonación astuta y modulada de la experiencia recorrida por Fidel Castro desde 1959 hasta 1976 – durante el llamado período de transición – y luego al presente, bajo la rectoría de su final Constitución comunista con sus asambleas del poder popular.

Chávez no ha de olvidar el 4 de febrero de 1992, que se le deshizo en las manos cuando parte de sus compañeros de insurgencia le abandonaran por descubrirle una carta marcada, que no era militar sino marxista, y que hablaba de sus arreglos previos con la extrema izquierda partidaria.

Pues bien, si hacemos historia es de recordar lo que Castro declarara ante la prensa internacional el 13 de enero de 1959: «Son calumnias contra la revolución decir que somos comunistas, de que estamos infiltrados de comunistas».

Chávez, en sus narraciones de vida entregadas a escribanos de oficio o alquilados, cuenta con detalles su aproximación al marxismo desde muy joven orientado por el padre de unos de sus amigos en Barinas y, sucesivamente, por su hermano Adán. Y refiere socarrón la anécdota de cuando sirviera en la frontera y se hizo de los primeros manuales marxistas, tomados de la maleta de un Mercedes Benz abandonado por la guerrilla colombiana.

Aún así y al igual que su maestro de ahora niega por ahora ser lo que es: «Yo no soy comunista». «Si yo fuese comunista lo habría dicho ya», son sus palabras en el Aló Presidente del 8 de agosto de 2003.

En noviembre de 2004, superado el referendo revocatorio sobre las muletas de Castro y de Carter, Chávez le abre espacios al anhelado proyecto de su vida y anuncia el compromiso de trascender al capitalismo. Empero, declara en La Nueva Etapa, al presentar el Mapa Estratégico de la Revolución, que «el planteamiento comunista, no (…), en este momento sería una locura, quienes se lo plantean no es que estén locos. No es el momento», concluye fiel al «por ahora», bebido en las fuentes del marxismo y hecho «ley de leyes» desde su primera aparición pública.

El 16 de abril de 1961 Fidel expresa – como hoy lo hace Chávez – el carácter socialista de la revolución. Apenas luego, el 1° de diciembre, ya avanzado el proyecto totalitario confiesa: «Puedo decir con plena satisfacción que soy marxista leninista y lo seré hasta el último día de mi vida».

Chávez, en su reciente toma de posesión, la tercera desde 1999, salta el escalón: «… entregaré mi vida en la construcción del socialismo venezolano… Patria, socialismo o muerte», son las expresiones que le arranca con pasión a su savia y como liberación personal, luego del engaño sostenido.

Cuando Castro llega al poder en 1959 se declara discípulo de Martí y no de Marx, y le dora la píldora a los cubanos restableciendo la Constitución democrática de 1940: pero la apostilla, para filtrar el proyecto que le animara desde un primer instante.

Como buen marxista – para quien todo fin justifica los medios – Chávez nos vendió «la bicha» forzando una mixtura de predicados autocráticos con otros revolucionarios, democráticos y nominalmente progresistas. La ha conservado «por ahora», en espera de la ya anunciada reforma y de su final «ley de leyes». En el interregno, entre habilitantes y decretos venidos de su mano, apostilla como Castro la Constitución de 1999, vaciándola de contenido.

Ya llegará la hora, ni que dudarlo, en que confesará como lo hiciera Castro haber sido un gran mentiroso y demagogo: «Si cuando estábamos alzados hubiéramos dicho que éramos comunistas, aun estaríamos en la Sierra ….», fue el dicho del anciano dictador el 2 de diciembre de 1961.

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