¿Son necesarios los partidos políticos?
Vivimos apoyados en algunas estructuras como si fueran a durar siempre, porque no nos paramos a pensar que fueron creadas como respuesta a unas necesidades concretas en coyunturas determinadas.
La revista Foreing Policy decidió consultar a 17 expertos para que reflexionasen sobre ideas, valores e instituciones que se consideran inmutables y casi eternas. En el tema de los partidos políticos se olvida que su existencia no sólo es relativamente reciente, sino que la experiencia nos los van mostrando como irrelevantes e innecesarios para la convivencia social. El ex presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardoso, afirma que aunque los partidos son cruciales para la vida política moderna porque constituyen la base del sistema democrático representativo desde finales del siglo XIX, cada vez son más desbordados por las realidades sociales, los grupos de presión económicos y financieros, los medios de comunicación o el protagonismo cada vez mayor de los agentes de la sociedad civil agrupados en organizaciones autónomas y transnacionales. ¿Qué partido tiene una fuerza superior a la de los gestores de los poderosos fondos de pensiones de los países más ricos?
Es posible, señala Cardoso, que esas poderosas máquinas políticas desaparezcan pronto. Los partidos han fundado sus programas en divisiones ideológicas y de estatus que cada vez son menos importantes. Aunque la conciencia de clase sigue contando, las identidades étnicas, religiosas y sexuales tienen ya prioridad y representan afiliaciones que recorren de forma transversal los límites entre los partidos tradicionales. ¿Qué significan hoy en días las etiquetas de izquierda y derecha? ¿Es Tony Blair un político socialista coherente con la tradición del Partido Laborista mientras colabora con unos políticos imperialistas y “pentagonistas” como los que gobiernan desde Washington? ¿Cómo va a sorprendernos que los ciudadanos confíen cada vez menos en ellos y se aíslen en abstencionismos electorales como el de los polacos en sus últimas elecciones? Después de casi medios siglo oprimidos por una dictadura implacable, cuando pueden votar no lo hacen porque desconfían de los partidos políticos.
Cardoso afirma que los ciudadanos tienen múltiples intereses, distintos sentimientos de pertenencia e identidades superpuestas, pero que algunas formaciones políticas han conseguido adaptarse como el Partido de los Trabajadores de Brasil, cuya orientación económica tiene muy poco que ver con sus orígenes sindicalistas. Si a eso llama él adaptarse, entonces la confusión va camino de desvirtuar la misma esencia de la participación democrática.
Es cierto que existe una fatiga creciente respecto a las formas tradicionales de representación y que la gente ya no confía en los dirigentes políticos porque prefieren expresar sus intereses de manera directa o a través de grupos de presión y las ONG.
La revolución de las comunicaciones ha asestado un golpe fatal a los sistemas representativos tradicionales ya que los ciudadanos saben que pueden prescindir de los partidos para influir en la política. Los debates televisados, las turbias finanzas de los partidos y la patente influencia de los grupos de presión llegan al colmo con la pretensión de no pocos políticos de creerse dueños de su escaño y saltarse de un partido a otro según sus intereses.
Votar sigue siendo fundamental, pero para ello no son imprescindibles estas organizaciones y hoy muchos estados y gobiernos acuden a los referendos para solventar asuntos fundamentales. El rechazo a la Constitución Europea en Francia y los Países Bajos demuestra que los grandes partidos tienen escasa capacidad de maniobra cuando se plantea un asunto directamente a la gente. Ya nadie cree que la democracia pueda reducirse a ir a votar una vez cada cuatro años ni que los políticos puedan seguir actuando con patente de corso una vez alcanzado el poder.
Los partidos políticos o se transforman o serán cada vez más innecesarios. En las sociedades educadas e industrializadas ya nadie acepta las divisiones ideológicas y de clase. En nuestros días, la sociedad civil dispone de otros medios para informarse y para hacer oír su voz. El riesgo estriba en que asistamos impasibles al desmoronamiento y desprestigio de los partidos políticos sin organizar instituciones nuevas, sugerentes y eficaces que llenen el vacío que ocasionaría su desaparición. Al fin y al cabo, la clave del sistema democrático de libertades reside en la supremacía de la Ley y en la participación eficaz de los ciudadanos.
Fuente:
Centro de Colaboraciones Asociadas