¿Son conspirativos los medios?
Los medios de comunicación en Venezuela, al creciente
y notable protagonismo que le vienen de su propio
atractivo como instrumento para informar y entretener,
se ha abrogado por circunstancias muy especiales
ligadas al proceso político que nos inundó en los
últimos tres años un protagonismo de naturaleza
política que en estricto sentido no le corresponde.
Desde luego, que nunca los medios de comunicación sean
audiovisuales o impresos son eunucos políticos, ni los
contenidos de sus programaciones o de sus opiniones
responden objetiva e inocentemente a esas palabras tan
abusadas como son «la verdad» y «el interés público».
La televisión, la prensa escrita, la radio, y, en los
últimos tiempos Internet, constituyen herramientas
formidables que contribuyen de un millón de maneras a
que disfrutemos y padezcamos la modernidad, pero sus
efectos positivos son incuestionables. Sin embargo,
también son herramientas cuyo uso y sobre todo su
abuso tiene otras consecuencias no tan saludables.
Sabemos- sólo por dar algunos ilustrativos ejemplos-,
que La difusión de una determinada información puede
afectar, y así sucede no en pocas ocasiones, a la vida
privada de las personas, a la evolución o caída
económica de una empresa o de una nación, y al
desarrollo de un proyecto político. En este último
caso en nuestro país, los medios de comunicación
privados en su mayor parte se han resistido
legítimamente a ser agentes del proceso político
«bolivariano» que sin duda ha pretendido que los
medios de comunicación se plieguen dóciles a las
«bondades» de esos anunciados nuevos tiempos
transformadores para el cambio social y político que
ellos proclaman encarnar y que comenzó cuando una
facción del país- para aquel momento muy
representativa- secuestraron en 1999 el proceso
constituyente.
No obstante, sería no solamente equivocado sino
inadmisible sin que alteráramos lo obvio, si no
admitiéramos que casi todos los medios(con sus
excepciones) se han querellado abiertamente-unos más
que otros- con el Presidente y con su Régimen. Que
cierta manifiesta maledicencia, adultera- no todas las
veces-, las noticias, las informaciones y opiniones
minimizándolas o exagerándolas, según la conveniencia,
con el propósito que perjudique más la imagen del
gobierno.
Si bien en el pasado los medios- como lo indicamos y
lo creemos-, no son justamente multitud de ellos
ejemplos de moderación y en el presente han perdido su
sindéresis en muchos casos por completo por el afán de
ver al Presidente fuera del poder, el rótulo de
conspirativos no le es el apropiado, no sólo porque
actúan abiertamente, sino por el hecho de que el
régimen mismo se ha encargado de colocarlos en un
lugar fijo como sus siniestros e identificados
enemigos y sus opositores.
Esa hostilidad que cambió el papel a los medios de
comunicación tendrá que ser revertida en un futuro
próximo en que los partidos terminen de robustecerse
asumiendo su rol; cuestión esta última que no está
garantizada para todos y dependerá del grado de visión
y de miras que tengan cada uno de sus protagonistas.
De la misma manera- la situación anómala de hoy que en
mi opinión tiene justificada motivación a pesar de sus
excesos,en cuanto a la conducta que vienen desplegando
los medios-, no podremos diferir lo relevante que es
irle dando respuesta a preguntas cómo:¿De qué modo
estamos protegidos los ciudadanos frente a posibles
abusos en el tratamiento de la información?, ¿qué
código de conducta encauza la labor de los
profesionales de la comunicación?, ¿cuáles son los
límites que establece la legislación actual en nuestro
país, frente a los posibles excesos que cometan los
profesionales de este sector en el ejercicio de sus
funciones, como así sucede con otras profesiones?
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