Solidaridad activa
Estas líneas tienen como propósito testimoniar nuestra solidaridad con el dirigente estudiantil Nixon Moreno y con Antonio Ledezma y quienes hacen política desde el Comando Nacional de la Resistencia. En el primer caso, por todo cuanto significa su lucha. Nixon es la mejor expresión del movimiento estudiantil contemporáneo. Un campeón más en las luchas por la defensa de la autonomía y fueros de la Universidad de los Andes, proyectada sobre el resto de las máximas instituciones educacionales del país. Como suele suceder, el régimen desató en su contra una innoble cacería humana, acompañada de calculadas calumnias pretendiendo convertir a este recio luchador en un vulgar delincuente común. Nueve meses en la clandestinidad han puesto a prueba su temple. Los esbirros del gobierno no han podido cumplir la orden de reducirlo a su más mínima expresión. Ahora está a buen resguardo bajo la protección humanitaria de la Nunciatura Apostólica. La sociedad democrática de Venezuela agradece el gesto de la representación vaticana y exige el mayor de los respetos para quien recurrió a ella en salvaguarda de su seguridad personal amenazada y para la delegación diplomática que por ahora tiene en sus manos el caso.
Con relación a Antonio y el Comando de la Resistencia, unas palabras de ánimo e identificación plena. Hemos repetido infinidad de veces que la forma más perversa de la cobardía es el abuso de poder. Esa fue la característica básica del allanamiento progresivo a las sedes operativas de este grupo. Conocida es la línea de resistencia abierta frente al régimen. Conocidos han sido también las agresiones materiales y verbales a sus dirigentes por parte de los voceros del oficialismo.
El problema de fondo es que un régimen como éste solo puede mantenerse a punta de violencia material e institucional. Es decir, sobre la base de la represión y la amenaza. No hay forma de que con los niveles de ineficacia y corrupción que lo identifican ante nosotros mismos y el mundo entero pueda continuar. En consecuencia hay que ahogar las crecientes protestas populares y silenciar al liderazgo que no se rinde frente al atropello. No les importa violentar los derechos humanos, ni irrespetar la dignidad de la personas objeto de la represión. Uno de los objetivos a alcanzar en estos ocho largos años ha sido la criminalización de la disidencia mediante leyes, reglamentos y disposiciones oficiales reñidas con la decencia y la lógica jurídica. Como todos los procesos que avanzan hacia el totalitarismo, de cualquier signo, más tratándose de un socialismo a la cubana, han construido el marco legal adecuado a sus propósitos, aunque sin pudor ni recato son arbitrarios hasta en la ejecución de las medidas que dictan. En Venezuela todos estamos en libertad condicional. Cualquiera puede ser víctima de atropellos. Todos estamos en peligro e indefensos en el ejercicio de los derechos fundamentales. No hay justicia ni libertad. El camino es la resistencia.