Opinión Nacional

Sobre un reciente documento del PCV

Gracias a Hernán Lugo-Galicia, llega a la gran prensa convencional el documento que los comunistas venezolanos necesitan haga suyo el llamado Gran Polo Patriótico. Cuidando de no convertirse en l’enfant terrible del proceso, buscan una mayor claridad y determinación del compromiso ideológico que afiance su cupo, aunque la más seria preocupación frente al avispado PSUV del que ha sido subsidiario, es la conformación de una dirección unitaria y compartida que, por cierto, no sabemos si llegará a explicar existencialmente a la propia Fuerza Armada.

El camino más expedito para alcanzar un espacio decisivo en esa dirección colectiva e inédita, es el impulso del inconstitucionalmente concebido e implementado poder popular, financiado y controlado desde el poder central, y desde la configuración del sindicalismo oficialista que, conocidos como consejos, sature todos los resquicios de la vida pública. Por ello, intentando – además – subsanar una evidente contradicción con la Carta de 1999, no les disgustará reconocer y celebrar las venideras elecciones municipales, conquistando posiciones en lo que probablemente se impongan como juntas parroquiales comunales y los hipotéticos cinco mil cargos que aliviarán el problema del adedamiento de las concejalías a elegir.

Adicional al esfuerzo de sobrevivirle al principal partido oficialista, el PCV cuenta con una peculiar versión del ejercicio de la soberanía y de la liberación nacional, obviando – a guisa de ilustración – los elevadísimos porcentajes de importación y putrefacción de alimentos o la realización de la mercadería china, por no mencionar la subordinación a los intereses de otras potencias, conocidas o por conocerse. Escudado en las generosas y desgastadas consignas en torno al imperialismo anglosajón y los monopolios locales acaso supervivientes, como si no tuviesen sendos reemplazos que la aparente prudencia les evita citar, la organización vela por una completa estatización del comercio exterior y de las actividades de producción y comercialización, sin la menor interrogación crítica sobre la nueva clase social que las ha controlado en catorce años y que espera hacerlo inequívoca y definitivamente, gracias a la hegemonía burocrática que tales decisiones acarrea.

Propuestas como las de industrializar al país, o acabar con el nepotismo y el asistencialismo, trastoca el comedimiento en cobardía, pues, no sabemos de denuncias ni de tentativas de corrección en ambas materias por largos años. Demasiado visible luce la transformación desindustrializadora del país o las maniobras que impiden reformar la Ley Anticorrupción para atajar la subasta de la apeticida, robustecida y prometedora burocracia, entre familiares e íntimos relacionados.

El partido tiene responsabilidades de poder, por medianas o mínimas que fuesen, y – así – tampoco basta con sólo enunciar la superación del rentismo deliberadamente afianzado por el transubstanciador ministro Giordani. LLamativa abstención, subyacen los más añejos análisis de clase, por no arriesgarse a una actualización – elevando la deuda teórica del marxismo militante en Venezuela – que reporte el rechazo de la clase obrera a un modelo pretoriano de captura de la renta internacional, garantizado por el galopante desclasamiento.

Abultados los problemas, en el parlamento ha hecho causa común con el partido decisivo de gobierno para ocultarlos. La consabida calamidad de Amuay o la desgraciada putrefacción de los alimentos importados, por no escudriñar en los avatares de CADIVI, domicilio silencioso de la lucha de clases, si se quiere, por ejemplo, no los compromete a investigar – al menos, deben reconocerlo – como se hacía antes.

Se une la pretensión de aislar al país, a pesar del incomprendido fenómeno de la globalización, a otra: nada más y nada menos que impulsar una revolución cultural que, al combatir la moral burguesa, derivará en la más sórdida de las censuras. Consagrándolas, la prudencia y el comedimiento explicarán los principios y valores a definir, interpretar y juzgar por quienes gocen de tamaño privilegio.

Invocando la relación inicial que tuvo Fidel Castro con el PCC que, después, confiscó, creemos inútil la resistencia emprendida por su par venezolano. Solamente aparece en el horizonte, sincerar los atajos para convertir a Nicolás Maduro en presidente del PCV, intentando competir en el dramático universo de una dirección política, militar y revolucionaria de escasos protagonistas.

Valga la acotación, documentos como el comentado ha de interesar a todas las organizaciones políticas y sociales del país, pues, sumado al reciente discurso de Elías Jaua en la sede del parlamento, exhibe una mayor coherencia de convicciones, intenciones y pretensiones que las toneladas entregadas a diario por los comentaristas de las plantas radiotelevisivas oficiales, sujetos al libreto de una intransferible necesidad de sobrevivir como amanuenses. Y, específicamente, concierne a los presuntos gestores doctrinarios de los partidos de oposición, porque muy poco o nada dicen en torno a la trágica desideologización de la política del siglo XXI, desocializándonos políticamente.

@Luisbarraganj

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