Sobre Pancho Masssini
A Pancho Massiani tenía años que no le veía, creo que la última vez fue en una tasca ubicada en la Av. Solano, llamada “La Girondina”. Estaba convenido en encontrarme con el pintor Francesqui, quien me traería tres cuadros suyos con motivos de Carúpano, Estado Sucre: Las playas de Tío Pedro, el Morro y otra que no recuerdo, era un obsequio para mi padre también carupanero. Esas pinturas jamás llegaron a mis manos, realmente el propio Francesqui nunca supo donde las había dejado. Cuando entré estaba Orlando Araujo y nos pusimos a conversar sobre temas de Caracas, a mi lado derecho vi sentado a Pancho departiendo con un amigo, no llegamos a cruzar palabras. Eran los tiempos de la llamada República del Este, allí asistimos quienes esperábamos enaltecer el intelecto, y conllevar animados momentos de farra. Era en la Av. Solano, donde estaban los tradicionales restaurantes: Camilo’s, Vechio Mulino, y La Bajada. Fueron esos sitios el domicilio más frecuente de esa irreverente República, última peña de la poesía y literatura. Entre los años sesenta y setenta corrían al unísono las ideas políticas y sociales del marxismo, existencialismo con expresiones vanguardistas y de Lautreamont, quien no sólo fuera motivo de inspiración para Louis Aragon o André Breton. Aquí tuvo su “pandilla” en la República del Este.
Pancho Massiani era una de los aventajados escritores ya de esa peña con un nombre hecho, había marcado a una generación con su relato “Piedra de Mar”. Novela que cautivó a todos los jóvenes de su tiempo con características de bestseller. Hasta ahí, prácticamente sabía de Pancho, pero un día relativamente muy reciente, mi primo Américo Martín me habló de su poesía. Fue para mi un aparecimiento inesperado, Pancho había quedado en mi remembranza con su novela la última vez que lo vi en la Girondina, me acordaba que al salir de ahí me encontré con Argenis Daza y nos seguimos tomando los tragos en un bar del frente de talante ibérico. Después que esa “República” desapareció y murieron tempranamente muchos de sus fundadores, de verdad, no sabia si Pancho también se encontraba entre ellos. Para mi fue una sorpresa agradable escuchar su voz nuevamente por el teléfono, a la mañana siguiente me desperté y como es de mi costumbre levantarme muy temprano, le hice un poema a lo que fuera esa “conjura” de intelectuales y especialmente a Pancho. Luego sí hemos cruzado palabras, he estado en su casa y hemos hablado un poco de la vida y de la literatura actual. El aposento y sitio de trabajo de Pancho, es el “retiro” de un poeta comprometido con las letras, la pintura y la música. Con artilugios inusuales como su máquina de escribir Olympia, herencia genuina de su padre Felipe Massiani. A Pancho no le “convence” todavía el mundo virtual, persiste en teclear su máquina. Con su soledad inquietante, con una aguda observación interior se lanzó a escribir poemas, con un simbolismo de su tiempo y un universo de reminiscencias que no le abandonan, que todos debemos conocer en sus libros. La prosa de Massiani es una continuación o complemento a su poesía, le brota sin rebuscamientos, es natural, fluida y afectiva. Su novela “Piedra de mar” es un clásico de nuestra literatura. Corcho su personaje central sigue vigente, podemos tocarlo releyendo su obra. Breve novela que puede repasarse de un sólo tirón para luego seguirla disfrutando en auspicios. Su validez es constante, edición que aparece inmediatamente se agota. Y Pancho nos seguirá deleitando en este género en un nuevo titulo que pronto saldrá. Su poesía está en boga con poemarios como “Señor de la Ternura”.
Pancho Massiani, tuvo la gentileza de prologarnos nuestro próximo libro “Da la cara” a pesar de ciertas discordancias en torno a la muerte que asumimos en él. Pancho ve la muerte a su manera, yo a la mía en gesto amistoso, como espero trasmitírselo a quien distingo efusivamente obsequiando talento con sus poesías, con su Piedra de mar y sus cuarenta años encima. Salud