Sobre la tiranía
Hace un par de semanas, durante una alocución ante los cadetes de la academia militar, Hugo Chávez afirmó que él no es un tirano, “pues tiranos son los que gobiernan sin leyes”. Bien sea por ignorancia o distorsión deliberada, el Jefe del Estado sostuvo que la mera existencia bajo el actual régimen de una Constitución y otras leyes escritas, le exime de la condición de tirano. De ese modo cometió dos errores: uno histórico y otro conceptual.
En cuanto a la historia y sus lecciones, Chávez olvida que los emperadores romanos, cuyo poder fue casi siempre absoluto, produjeron incontables leyes. Luis XIV estaba rodeado de leyes y Napoleón Bonaparte auspició un código legal que todavía guía el derecho en Occidente. Putin, Raúl Castro, Kin Jong-il y Mugabe poseen constituciones.
Lo esencial no es que existan leyes sino que el gobierno sea un gobierno de leyes. En la Venezuela de hoy no gobiernan las leyes sino la voluntad de un autócrata militar, que las formula, ejecuta, manipula y retuerce de acuerdo con su capricho e intereses.
Según John Locke, “allí donde termina la ley empieza la tiranía”. La cuestión no es la existencia de leyes sino su naturaleza y función. Las leyes de Chávez no gobiernan sino que gobierna Chávez, y las leyes dependen de su poder arbitrario. Por ello el Presidente venezolano se ha convertido en un tirano, y como lo asevera Santo Tomás de Aquino, “el régimen tiránico no es justo, por no ordenarse al bien común sino al bien particular del gobernante. Por tanto, la perturbación de este régimen no es sedición, a no ser que se perturbe de tal manera desordenada que la multitud tiranizada sufra mayor detrimento con la sedición que con el régimen tiránico”.
El panorama de Venezuela y las reflexiones de Locke y Tomás de Aquino conducen a dos conclusiones: En primer lugar, y según las más nobles tradiciones del pensamiento político y la ética política, los venezolanos tenemos el derecho legítimo a rebelarnos contra el régimen vigente, ya que el mismo se ha convertido en un régimen tiránico y por lo tanto injusto. En segundo lugar no es oportuno que la rebelión asuma aún un carácter violento. Tal camino podría causar mayor detrimento a la ciudadanía. Debemos continuar transitando la vía electoral y de protesta pacífica hasta que éstas se agoten. Ese momento, por desgracia, llegará. La decisión de Chávez de perpetuarse en el mando es inequívoca; de allí que obligará eventualmente a los venezolanos a ejercer su derecho a sacarle del poder.
Insisto: Chávez ya se convirtió en un tirano y los venezolanos tenemos el derecho legítimo a la rebelión contra su injusto régimen, que ha violado el pacto constitucional republicano. No obstante, esa rebelión legítima no debe tomar la ruta de la violencia, pues semejante opción tiene altas probabilidades de generar mayor sufrimiento. Hay que proseguir la lucha cívica con paciencia y determinación hasta que sea factible. El régimen tiránico de Chávez se encargará de detonar una nueva y dolorosa etapa en la lucha por la libertad.
Confío que quede claro a los militares, funcionarios civiles, jueces, diplomáticos, militantes de partido y seguidores en general de Chávez y su régimen, que todos ellos, por las razones que sean, se encuentran al servicio de un gobierno tiránico, colocado fuera de la ley, y cuyo objetivo real es asegurar la perdurabilidad indefinida en el poder de un autócrata militar. El Presidente quiere destruir los derechos y libertades de los venezolanos, bajo la cobertura falsificadora de leyes que no valen ni el papel en que están escritas