Sobre el obscuro tema de la verdad
Debo hacer algunas observaciones previas. La primera tiene que ver con la dedicatoria. Mi hija Lise y mi hijo Gerardo me han planteado la relatividad de la verdad, en distintas circunstancias y muy diverso su objeto y valoración, lo cual quiere decir, que la verdad se llena de nuevos contenidos según determinadas circunstancias, que su existencia es mas personal que real, que en fin, la verdad se recubre de intereses, según quien tenga la sartén por el mago o quien detente el poder. La segunda, tiene que ver con esta palabra, Verdad, que cubre inmenso espacios en la filosofía, en la lógica, en la teología, en el derecho, en el pensamiento cotidiano, pertenece a estas palabras de las cuales, con otras muy pocas, se ha construido el mundo. Dios, Ser, libertad, belleza, justicia, y unas pocas mas, o, destruido. Guerra, revolución… No intentaré la historia misma de ese devenir, sino que trataré de probar que la verdad existe mas allá de mí y mas allá de mis bellos hijos, cada quien en pleno dominio de sus facultades y en el ejercicio mas pleno de su libertad de pensar y de decir, sin que yo jamás traté ni trataré de condicionar sus decisiones. Hacer público este texto, más allá de la intimidad de mis hijos, responde a la universalidad del tema de modo que en la respuesta, va la observación de fondo que responde al poeta Campoamor.
Simplifiquemos esto, para la cultura judeocristiana, la palabra verdad, con matices, se conserva en su valor “originario”. Se afirma que en hebreo, su significado verdadero, cierto, no es solo una expresión adjetiva sino que se extiende a las personas, a los hechos. Pensar en la verdad es asumir la fiabilidad, la estabilidad, la constancia, la fe y el contenido mismo de la realidad. Y llevado a su máximo valor, Dios es la verdad. La verdad es Él y de Él proviene. En el plano de la lógica, de manera muy condensada, la verdad y la falsedad son la esencia misma que permite definirla, probablemente desde Aristóteles hasta este tiempo.
No se puede rastrear estas posturas y este hecho, solo se trata de ver si podemos acercarnos a establecer la comprensión de esta palabra y que sobre esa comprensión podamos acercarnos más a la verdad. Asumamos eso sí que en al ciencia la verdad es la condición necesaria de su existencia. Que los científicos –la comunidad en sentido más amplio- asume como verdad este o aquel hecho, asume como verdadera esta o aquella demostración. Esta o aquella ley. Este o aquel método. Pero se asume, porque hay reglas que se aplican de rigurosa manera para determinar el “valor” del valor de la verdad. La falsedad, su opuesto, sirve, así sea paradójico, para mostrar que la verdad existe y es. Quizá si nos acercamos a algunos ejemplos del dominio total se vea mejor. Antes de Galileo la tierra era el centro y alrededor de ella giraba todo aquello que a la vista se veía. Ese consenso sobre esa verdad estaba vinculado al poder de la Iglesia y en general al poder, pero también a la concepción aparencial de que las cosas ocurren de ese modo. Pero, no sería sino hasta años mucho mas tarde cuando se demostró – expresión que deseo se guarde – que la tierra se movía, que daba vueltas y que lo hacia alrededor del sol… y que había reglas que rigorosamente marcaban ese camino. Ese demostración no solo aniquiló la falsedad que la hegemonía desde el poder mantuvo sobre la verdad y que tan buenos resultados le había dado, entre los cuales la concentración del poder en manos del papa, del rey, y con ello la distribución muy controlada de la sumisión, del siervo, y otros resultados entre los cuales hasta la infalibilidad del papa, sino mucho mas, se demostró que la gravedad existía, que tenia leyes que regulaban su fuerza y que el movimiento existía bajo leyes también y que esas leyes se formalizaron en una nueva dimensión, las famosas leyes de Newton.
Pero, siguió la humanidad el camino, que pudiéramos llamar de ascenso al conocimiento. Y la física de Newton fue superada-que no negada- por la relatividad, y a ésta se descube sus limitaciones y surge la teoría cuántica, etc., y así vamos, de modo que la cuestión puede marcarse de otra manera. La verdad de la ciencia siempre es limitada, siempre está incompleta, pero esa incompletitud, queda sujeta siempre a revisión para que la verdad sea verdad, a que soporte el cuidados análisis lógico-matemático, por un lado, y a las pruebas empíricas que cada día se complejizan más y mas, sin descuidar lo que Einstein llamaba los experimentos mentales. Digamos, pues, que la verdad, no solo es el concierto –consenso- entre científicos como un consenso lógico, sino que además, es el someter a prueba rigurosamente la consistencia de esas afirmaciones y mas, sementarlas a las pruebas necesarias –nuca suficientes – para probar si sus enunciados, sus leyes, se corresponden con la realidad, vale decir, constituyen una verdad. Las teorías y los modelos cibernéticos son laboratorios del conocimiento, que llevan una hermosa variación en el experimento.
Pienso que en eso mis hijos Gerardo y Lise estarán de acuerdo; pero las cosas humanas son mas complejas que las cosas de la “naturaleza” – expresión que uso por abuso tradicional para señalar que ha habido y aún hay una distancia grande entre la naturaleza y el hombre. Y ello, porque por tradición asumo una especie de verdad bíblica, el hombre es el rey de la naturaleza. Eso dio resultados importantes y destrucciones mas importantes aun, por trágicas, por lo cual estamos como estamos, porque la estupidez de ese rey puso la naturaleza toda a su servicio y no se asumió como ser natural él también, como ser naturaleza él también. Véase que aquí hay varias verdades juntas. Una, fue un error que duró desde Adán casi hasta nuestra era y esa otra que empieza y que es una verdad mucho mas completa. Es la verdad, con prescindencia de si el hombre estuvo sin esa verdad tantísimos años conviviendo sin ella y de ella. Por razones de ser tan puntillosos y tan conocedores de sus oficios, mi hija hastiadora de arte, mi hijo agrónomo, cada uno excelente en el dominio de su arte, ambos mis maestros en sus haceres, ambos seres a quienes debo mucho en sus interrogantes pero mucho mas en sus respuestas y en su conducta maravillosa por su capacidad, honestidad y ausencia de soberbia, de la manera como mejor entiendo y escribo. Pero, confieso, en cambio que soy, para simplificar, la soberbia, al menos, hasta hace relativamente poco cuando tuve que bajarme de ese pedestal que tan feliz nos hace a los imbéciles.
Quiero liquidar aquí una cuestión vinculada exageradamente al poder y a la mafia. Me refiero a la llamada verdad procesal, la que se da en los tribunales. Esa verdad es la verdad de las pruebas que allí se procesan, solo que suele haber mucha debilidad en ellas, trampas en los testigos, “pruebas” construidas ad hoc; digo entonces que esa verdad es o puede ser la falsedad con formalidad de verdad de la “lógica” jurídica, una especie de pantano donde come el poder y rumia feliz su lujuria. Empero, es absolutamente demostrada la verdad, cuando se la contrasta, cuando las “evidencias” formales dejan su lugar a las demostraciones de la realidad. Quizá sea este el único espacio en donde el consenso sobre la verdad procesal puede condenar al inocente. Pero, al inocente lo salva Dios, así sea después de muerto. Recuerdo el caso de los esposos Rosenberg en los Estados Unidos quienes fueron condenados a muerte acusados de comunistas traidores a la patria y tiempos luego se probó su inocencia. Sellemos esto con un hecho histórico: el poder de verdad de la realidad puede, pues, aparecer y, entonces, no se puede saltar sobre ella. Loa a los justos jueces que los hay. Pero esta “charca” es parte de la realidad y de allí es inferible la verdad de cuanto allí ocurre.
Pero volcamos a la idea central, valga empero el excurso. la verdad se hace mas escurridizo problema, en materia de los estudios de arte, en donde los juicios del ayer pudieron ser falsos, o muy limitados y cada nuevo juicio de valor sobre el arte puede correr la misma suerte o, como creo que sucede, en la medida en que crecen los juicios de valor estético sobre la obra de arte, en ese mismo momento se está demostrando que la verdad del arte existe por encima de los juicios incompletos, equivocados o acertados de los tiempos idos y, obviamente, también coetáneos. Me imagino que hay elementos en el en sí de la obra que en cada época se pudo hacer descubrimientos, incluso mucho mas allá de cuanto pudiera tomarse como la realidad de su creador; pero eso es así, cuando menos por dos buenas razones, una, la cualidad misma de la obra que se llena cada vez mas de nuevas significaciones por su valor inmanente como obra o que por tener el arte por su objeto esencial al hombre mismo, sea la condición humana la que se descubra en cada nuevo trazo de la vida que pasa. La otra, es la formación del crítico, del historiador, del exégeta en arte. Pienso que en las ciencias del agro, ocurre, respetando sus conquistas tecnológicas, su historia, iguales situaciones (ambos perdonarán mi audacia) pero creo que es verdad que los abonos químicos multiplican la producción, pero también es verdad que en determinadas circunstancias de su uso son severamente riesgosos para la salud, para la vida. Y en ese caso y en todos, la verdad es y existe, y tiene una prueba para cada hecho y no por ello se relativiza.
Con la verdad y con la ética ocurre idéntico fenómeno. Se relativiza, pero no por ello la ética, como principio universal sobre lo esencial humano, puede ser ajustada a las “razones” del poder. Hoy sabemos que las nuevas relaciones hombre-naturaleza, individuo- sociedad, están marcadas por relaciones éticas que son irrenunciables y válidas a la humidad toda. En buen grado podemos hablar hoy de la universalidad de la verdad también en la ética. Pero siempre, la ética y la verdad están por encima de los jueces, de los sentenciadores. Y para zafarse de esa realidad, y quienes juzgan no se equivoquen , al menos no tanto, por una parte quien juzga debe contrastar sus juicios con los hechos, someterlos a las contrastaciones necesarias, a las pruebas mas rigurosas y, desde luego, por la otra, superar las limitaciones propias del corazón, en el sentido de que si bien es cierto que el corazón tiene razones que la razón no comprende (una fea traducción de la sentencia de Pascal), la razón de quien tiene en sus manos la balanza, debe saber pesar, y pesar es un acto de razón.
Finalizo con una ampliación a la política. Suelen padecer los autócratas de una enfermedad grave: su miedo a la libertad les impone creer que su “verdad” (su visión, sus prejuicios, sus …)es la verdad. Y entonces concentran todo el poder en sus manos para garantizarse el ejercicio del poder absoluto como la verdad. No hay escrúpulo alguno para justificar ese modo de destrucción que relativiza la realidad y relativiza, en consecuencia, la verdad. Pero, la verdad es y será, mas allá de las circunstancias, pues a fin de cuentas las propias circunstancias son parte de la realidad, son parte de la lectura verdadera de la realidad. En la historia, la política, el poder ha descrito y escrito su verdad, pero la verdad del poder no es la verdad. Quizá también eso pasará en el arte. Unamuno razón tenía cuando daba a la intrahistoria mas valor de verdad que a la historia, pues, ocurre que los historiadores del poder son pagados y entonces es el vil metal (Shakespeare) el que hace de la verdad su contrario, la falsedad.