Opinión Nacional

Soberbia e ignorancia

La expulsión de José Miguel Vivanco está demostrando la infinita soberbia e inagotable ignorancia de los funcionarios y diputados del régimen Para justificar el desafuero han inventado que el Director para las Américas de Human Rights Watch es una pieza del imperio norteamericano, un lacayo del Tío Sam y otras necedades parecidas. Cómo se nota que la mala fe y la inopia les hace perder el sentido de realidad. Ni siquiera se molestan en averiguar cuál ha sido la trayectoria de un personaje que en su lucha por la defensa de los derechos humanos, se ha enfrentado con intereses muy poderosos situados a ambos lados de la acera; esto, a la derecha y a la izquierda del espectro político.

La gente del gobierno bolivariano debería recordar el programa Cross Fire (Fuego Cruzado) que transmitía CNN, en los que Vivanco polemizaba con Otto Reich, representante de la derecha dura y uno de los críticos más acérrimos del gobierno de Hugo Chávez. Si viesen de nuevos esos debates y reconstruyeran la larga trayectoria del defensor internacional de los derechos humanos, a los mejor les daría vergüenza decir tantas sandeces como las que les escuchamos. Deberían enterarse, por ejemplo, de la polémica de Vivanco con el presidente Álvaro Uribe a propósito de los paramilitares, o de las agrias discusiones con funcionarios estadounidenses en torno al sistema carcelario norteamericano. Al menos tendrían que refrescarse la memoria sobre las declaraciones del representante de HRW acerca de Guantánamo, así no mostrarían un grado de ignorancia tan supina.

Vivanco, podría decirse echando mano del lenguaje convencional, es un hombre de izquierda, de allí que su actividad pública se oriente hacia la defensa de los derechos humanos, espacio tradicionalmente reservado a los individuos y grupos que arrían las banderas de la izquierda humanista. ¿Cuántas personas o agrupaciones de derecha asumen la defensa activa de los derechos humanos? Que se sepa no son muchas. ¿Existe acaso alguna en esta zona del planeta? Usted, amigo lector, ¿conoce alguna? En principio, por lo tanto, Vivanco se sitúa en la misma banda ideológica de la claque que gobierna en Venezuela. Esta ubicación sé que molesta a mucha gente que se considera genuinamente de izquierda y progresista. Estas personas estiman que el teniente coronel Chávez Frías y sus lugartenientes, por su militarismo y autoritarismo, pertenecen más bien al campo de la derecha fascista. Sin embargo, el acercamiento a Fidel Castro, a Evo Morales, a Daniel Ortega, a los Kirchner y a Rafael Correa, quienes se definen como militantes de la izquierda, obliga a identificar al mandatario venezolano del mismo modo, pues la izquierda no es homogénea, como tampoco lo es la derecha. Está constituida por grupos variopintos que forman un mosaico policromático. En uno de los recuadros de ese arco iris se encuentran personas como Vivanco, quien encarna una postura de izquierda sin hacerle concesiones a la barbarie.

Ocurre que el hombre de Barinas calza con otra izquierda, la guerrerista, atrasada, resentida y rencorosa, llamada por Teodoro Petkoff de manera benévola como la izquierda nostálgica o borbónica, cuando en realidad constituye un sector arcaico, anclado en la Venezuela y en la América Latina caudillista, mesiánica y arrogante, que prefiere las montoneras por encima de los ejércitos profesionales, y que ven en el pueblo una poblada dispuesta a cometer desafueros, promover proyectos hegemónicos y perseguir y excluir a quienes no comparten la visión maniquea de los gamonales realidad. Esa es la izquierda que simplifica el mundo y lo reduce a un lenguaje lleno de clichés y lugares comunes. Es ese segmento que apela a los sentimientos más atávicos de la gente que todavía cree en los “hombres fuertes”, en los “salvadores” que desprecian las instituciones sobre las que no tienen control, y las leyes y reglas que no han sido pautadas por ellos mismos. Fidel Castro y Ernesto Che Guevara representan el epítome de estas imágenes telúricas. Figuras políticas que en nombre de la redención de los pobres, oprimen y tiranizan a los pueblos. Por esto no es casual que en la iconografía chavista Castro y Guevara ocupen un sitial tal elevado.

La izquierda cavernícola produce engendros como el Colectivo La Piedrita, y emplea un lenguaje exaltado, lleno de hipérboles, en el cual el raciocinio queda sustituido por la frase manida. Luego de la expulsión de Vivanco, decidida por el propio comandante en uno de sus típicos raptos de ira y arrogancia, justificaron el desmán diciendo que Vivanco había insultado al Pueblo y a la Nación venezolana. Puro truco. Los únicos que se sintieron ofendidos y ofuscados fueron los jerarcas del régimen: funcionarios, diputados y representantes de los poderes públicos controlados por el autócrata. Vivanco se limito a señalar lo que todo el mundo sabe: que en Venezuela no existe equilibrio entre los poderes públicos, que los órganos de justicia están intervenidos e interferidos por el Ejecutivo, y que el Estado de Derecho se encuentra averiado por todos los flancos. La dramática condición en la que se hallan los comisarios Forero, Vivas y Simonovis, la saña con la que el Gobierno actuó contra Eduardo Lapi y el general Francisco Usón, la negligencia para constituir la Comisión de la Verdad que debería haber investigado las muertes del 11-A, constituyen una pequeña muestra de la postración en la que se encuentran las justicia y los derechos humanos en el país. Vivanco no dijo nada que la el país ignore.

Identificar el Gobierno con la Nación y con el Pueblo es un viejo ardid de los demagogos, que se sienten con vestales ofendidas cuando una institución y una personalidad con la autoridad moral y el prestigio mundial de HRW y José Miguel Vivanco les canta la verdad en la cara. El lado positivo de todo este episodio es que fuera de las fronteras venezolanas está quedando claro que cuando los demócratas denuncian al comandante por autoritario e intolerante, están hablando con sinceridad.

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