¿Sirve la guerra para algo? ¿A cuál costo?
Hasta los chimpancés hacen la guerra. Estos primates tan cercanos evolucionariamente a nosotros, son muy territoriales; y por ello, de cuando en cuando, el macho dominante convoca a todos los demás machos de su familia para dedicarse con mucha seriedad a recorrer todo el perímetro de su territorio de alimentación y vivienda—y si en sus recorridos encuentran a cualquier otro chimpancé de alguna otra familia vecina—dentro o en “peligrosa” cercanía a su territorio, lo atacan coordinadamente, y si pueden, no sólo lo matan, sino que desmiembran al desafortunado y lo engullen, compartiendo los trozos con el resto de la “patrulla fronteriza”.
La guerra; esencialmente, es una opción extrema de supervivencia, en la defensa de los recursos vitales para sobrevivir y prosperar, y en el caso de los humanos, para mantener a la nación soberana y libre de dominación extranjera.
Pero toda guerra tiene enormes costos, tanto para la nación que se defiende, como para la que ataca; no sólo en suministros y armas militares, sino en vidas civiles y militares, y términos de reducción de los bienes y servicios disponibles a la población civil, porque todo el esfuerzo de la nación debe concentrarse en la guerra—desde el agua potable, la electricidad, el gas doméstico y todo otro tipo de combustible—hasta todo tipo de alimento, vestuario y calzado.
Adicionalmente, en toda guerra las infraestructuras vitales son objetivos militares—y no sólo las instalaciones militares, sino las dedicadas a la producción industrial, combustibles, alimentos, comunicaciones y agua potable—que al finalizar la guerra deben ser reconstruidos—-se gane o se pierda la guerra.
Pueden verse los recientes ejemplos de Irak y Afganistán, que luego de finalizadas las guerras en esos territorios, aún en 2010 no han terminado las reconstrucciones de ninguna de las dos naciones, a pesar de que han trascurrido muchos años.
¿Son las guerras inevitables? ¡Por supuesto que no!
Existe una extensa lista de opciones diplomáticas bilaterales y multilaterales que definitivamente pueden evitar cualquier guerra y satisfacer a plenitud las necesidades de las naciones en conflicto.
No importa cuán poderoso sea o se crea una nación agresora que inicie una guerra, la humanidad desde hace décadas cuenta con los mecanismos necesarios—y los recursos—para detener el avance de cualquier agresor y “regresarlo a su redil” o juzgarlo por su belicosa conducta.
Los más recientes ejemplos lo constituyen los Talibán de Afganistán y Sadam Hussein de Irak, a quienes una coalición de naciones “puso en su sitio” en relativamente cortos períodos de tiempo.
No importa cuan peliagudas puedan ser las diferencias de naciones en conflicto que consideran a la guerra como una de sus opciones; siempre existen muchas más y diferentes opciones, para resolver sus diferencias y convivir en armonía y hasta en una relación mutuamente beneficiosa.