Sin vencer ni convencer
Tampoco parece convencer, puesto que todas las encuestas indican que la imagen y la credibilidad de Maduro y su Gobierno se vienen abajo. Maduro habla y habla, y amenaza; Cabello amenaza y amenaza, y ordena. Los ministros anuncian obras y novedades, aunque prácticamente todas son promesas para el futuro, lo actual se reduce a caos en las calles, militares, policías nacionales y motorizados violentos de un lado a otro, gasean “candelitas” y se les prenden otras inmediatamente después.
La tragedia de esta herencia patética del chavismo que es el madurocabellismo es que el país se les desmorona entre las manos y no saben cómo cerrar los dedos, aprietan el aire y exhiben musculatura pero no inteligencia.
Pero al mismo tiempo preocupa que la rebelión ciudadana permanece, persiste, se burla del Gobierno, lo reta, pero no se escucha una propuesta sociopolítica completa, clara, digna de fe. Más allá de la fraseología firme de María Corina Machado y lo poco que la cárcel política deja decir a Leopoldo López, la oposición organizada muestra escasa contundencia, con ideas de baja originalidad y ninguna novedad, mientras Henrique Capriles pedulea entre apoyar y criticar la toma de las calles.
Allí siguen estudiantes y vecinos, día tras día. El Gobierno también está allí, no con el diálogo y la paz que Maduro proclama en televisión sino con las armaduras, los perdigones, los gases y la violencia de sus huestes armadas. En algún lugar no bien precisado, la MUD se mantiene inMUDable.