Sin Nadine no hay Zinadine
¿Quién mejor que Zinedine Zidane – a pesar de su trágica despedida del Mundial desentonando su trayectoria profesional con un arrebato de rudeza – como emblema del mensaje de la FIFA de la lucha contra el racismo?
Zidane es hijo de argelinos y representa a un país en donde el nacionalismo y el racismo son asuntos muy serios, pero además, Zizou, nació en un barrio pobre de Marsella, de los tantos que en la Francia de hoy, difícilmente, muy pocos logren sobresalir en cualquier actividad laboral o profesional.
Zidane es en Francia un emblema para todo aquel descendiente de extranjero que sueña con superar las enormes barreras de discriminación racial y étnica que hacen a miles de sus compatriotas ver en la configuración multiétnica de la selección de fútbol de su país, una ilusión de las oportunidades de igualdad y fraternidad que no existen en sus vidas.
El nombre Zinedine, contiene el vocablo “nadine” – que en su forma francesa es una variante de “nadina” – palabra de origen eslavo que significa “la que mantiene la esperanza”, justamente aquello que en Francia están perdiendo los descendientes de inmigrantes y sus minorías étnicas que hace meses incendiaron carros y quebraron vitrinas en ciudades de todo el país, manifestando con violencia su frustración de vivir en una nación profundamente dividida por los genes y orígenes de sus habitantes.
Las recientes palabras del ultraderechista Jean Marie Le Pen, criticando a la selección francesa “por no representar realmente a su país” – condenadas por políticos, intelectuales y los mismos futbolistas, por supuesto – no tendrían mayor importancia si no proviniesen del hombre que sacó la segunda mayor votación en la primera vuelta electoral de los últimos comicios galos y, porque en el fondo, se sabe que unos días después del campeonato todos volverán a la cotidianidad en una nación y un continente – Europa – en donde la exclusión de los inmigrantes y la plaga del racismo son bombas de tiempo a punto de estallar.
Sin “Nadine” no hay Zinadine y la esperanza que él y la “Legión Extranjera” del fútbol francés han representado para un país que se rebela a los fantasmas de una cultura de odio engendrado por el nacionalismo populista.