Sin máscaras
Cuán difícil es para quienes aquí vivimos abstenernos de opinar sobre esta obscura situación que sobre el país pesa, empero quienes creemos que la razón, la ética, la sencilla decencia y en la civilidad como forma de ejercicio mínimo de la existencia humana, de la cohabitación política y cultural, obligados estamos a no guardar silencio, tanto más como en mi caso, que hemos asumido la palabra como nuestro único camino tras la verdad procurando la distancia necesaria y suficiente para que la subjetividad no la deforme, la tergiverse y, aun, la destruya. Para que, incluso, cuando se agrede, veja, y chantajear se intenta, o se consuma como hechos, a mis hijos o a algunos de mis seres amados, fuentes y pilares de mi existencia, esfuerzos hago para que la comprensión no sea ejecutada por la justa ira. Aun cuando reconozco el valor de la ira del justo. Y me duele en el alma la impotencia extrema ante el dolor que causa la indefensión absoluta de la arbitrariedad y la miseria con la cual se ejerce macabramente el poder. “Si no firmas y apoyas al comandante, estás botao”, así rugen y braman estos verdugos que afirman, prueban y demuestran su abyección ante el amo, presentándole en bandejas muy rojas las cabezas de sus víctimas, cuyo único delito es el ejercicio de su dignidad, a la que solo podría ahogar la muerte, que asumida por este valor trascendental del hombre, los convertiría en mártires. Si la alienación no ha consumido aún a alguno de mis amigos chavistas, reconocerán que no miento, porque ajeno soy de por vida a este ejercicio que se nutre de la traición y de la infamia. Que engorda por intereses turbios. Que jamás me ha animado el deseo de que el régimen este o cualquiera de esta o de peor calaña fracasen, porque, por principio, el éxito de un buen gobierno es el triunfo de la libertad y la superación de la necesidad.
Pero es bueno que aun se sepa más. Buscando alternativas válidas en lo ético y también en la praxis política presenté, al gobierno nacional, el proyecto de creación de la Universidad de la OPEP, institución académica de alta política cultural, que funcionaría en cada país miembro de esa Institución, organizada por especialidades muy altas, con respeto a las particularidades culturales de cada integrante y que tendría, además de sus núcleos académicos nacionales, sedes en los centros culturales mas importantes del mundo, Paris, Londres, Berlín, Tokio, Nueva York, para insertados en el primer mundo del conocimiento, del saber, del arte, pudiesen ser escenario expedito para la difusión del pensamiento filosófico, estético, ético, religioso de cada una de nuestras culturas. El proyecto no fue asumido, a pesar de haberse conocido en sus líneas maestras por los ministros de cultura y de ciencia de los países de la OPEP, reunidos casi todos ellos en Maracaibo, con motivo de la Conferencia de jefes de estado y de gobiernos de los países miembros de la OPEP. He insistido y hace muy poco lo reenvié al ministro de educación superior y al jefe de la OPSU. Por ahí debe andar en la perdición del olvido, o diferido mientras el ministro se ocupa de presidir manifestaciones de estudiantes rojitos por el Sí. Del mismo modo, tuve la inmensa honra de presidir una comisión de alto nivel para formular el Reglamento General de la Ley de Universidades, instrumento legal y legítimo que por su cualidad habría acabado con la inmoralidad de la cual viven las relaciones de poder en las universidades autónomas y habría devuelto a la academia su verdadero valor y autoridad. Pero, la aplicación de este instrumento de legalidad y de ética, impedía también, y es obvio, las fechorías que nutren el poder en las universidades experimentales, desde siempre, pero amamantadas mejor en este nuevo régimen, tan viejo y tan común en el ejercicio de las ruindades de la IV R. y, ahora, en los tecnológicos, devenidos en Universidades politécnicas, en donde ni la cualidad de la universidad ni la cualidad de las tecnologías tienen espacio alguno, solo y solamente medios de ideologización y reafirmación del poder sin gloria. Y hay mas pruebas que incluyen también nuestras propuestas a los gobiernos regionales, alcaldías, corporaciones, dirigidas a, por ejemplo, a desarrollos culturales para sustentar programas como la salvación del Lago de Maracaibo, rescate y difusión de las culturas y ares locales, etc. Están y seguirán proponiéndose a cada instancia responsable directa o indirecta de programas de esta naturaleza, sea CORPOZULIA, sean alcaldías chavistas, sea el Gobierno regional, etc.
Es, pues, mi conducta critica profundamente comprometida tras el bien común más allá de la asquerosa turbulencia que por tragedia o por mediocridad o por ambas son la norma en la conducta del poder, cuya primitividad es cada vez más elocuente en el ejercicio de la arbitrariedad, el abuso del poder, de culto a la personalidad. Y nos aferramos a esa conducta, a nuestros principios, que solo algún sicario podría detener. Imprescindible esta confesión histórica porque aun creo en las reservas que pudieran quedar a mis amigos de siempre que creen que aun es posible salvar del proceso los cambios que alimenta sus sueños, sus ideales y mitos. Pero es también para reclamar a las victimas de este proceso, entre las cuales están alguno de mis hijos, algunos amigos y seres a quienes amo intensamente, para que la justa ira no se convierta en odio. Y, busca en general, llamar la atención a quienes el terrorismo de estado y el estado de terror imperante, no provoque lo que ese mecanismo macabro del poder busca: que se pierda la ilusión y la esperanza de la libertad como ejercicio critico de la existencia humana. Y, no lo oculto, busco que las reservas de fraternidad que sustentan y animan a nuestro pueblo, chavista o no, puedan prevalecer y la razón, la amistad, renazcan y sean luz en el camino tras la paz. Eso es bastante.
Es este marco, y es este universo de esperanzas las guías de mis acciones, incluida y por encima de casi todas mis acciones mis palabras. Y callar no es posible, porque la palabra es la única arma que legítimamente la razón crítica, ética, dispone. Y quizá está aquí el quid del asunto. El presidente Chávez, tal vez algunos otros de su íntimo mundo, no tiene capacidad de oír, de escuchar, de dialogar. Ha confundido la razón del Estado con su razón, sus intereses. Se concibe y se define y se asume no sólo como el jefe del estado, cuya función es legal, sino que se asume él mismo como el estado, se asume y define como el pueblo y él mismo se identifica como su encarnación. Se asume, probablemente lo cree firmemente, como el salvador, como mesías y como hijo heredero y primigenio del general Bolívar y en ese juego, la realidad pasa a un segundo grado si es que existe. Cree firmemente que la verdad es su verdad, que la verdad es únicamente su verdad, ello lo secuestra del mundo real. Se imagina y cree firmemente que el capitalismo ha muerto y que su ilusión de socialismo indoamericano, originario, bolivariano, zamorano, cristiano, humanista…va a sustituir al imperio y el se ve en la cabeza de la humanidad, contemplando feliz su delirio en la cima del universo. Pero alguien debe decirle que está atrapado. Que el entierro del capitalismo está muy lejos y que en él hay intereses reales, muy bien afinados, para que gente como el presidente HRCHF gobierne un largo tiempo, los conciben y definen como los sepultureros del socialismo. De este modelo de socialismo que desconoce la historia, pisotea la ética, y se asquea del arte y de la ciencia. Saben y están plenamente conscientes que un ideario de justicia social, de equidad, de transparencia no está en el socialismo de Chávez, sino que, por el contrario, esas prácticas, autoritarias, sin fronteras ni limites, provocan reacciones contrarias que reafirman los valores burgueses (para complacer al chavismo intelectual), pero que son realmente valores de la nueva existencia humana, a saber, el respeto a la individualidad con pertinencia social, el desarrollo de una sociedad donde capital y trabajo coparticipen tras la búsqueda y encuentro del equilibrio social con calidad de vida, modo único para que la fraternidad y solidaridad florezcan. Saben y muy bien, que las violaciones a las reglas elementales de civilidad, que se expresan en el ejercicio de la democracia con responsabilidad, con acatamiento a las reglas del juego, donde la impunidad no tenga espacios, conducen inevitablemente a regímenes de fuerza, cuya vida, por larga que pudiera ser, están inexorablemente condenadas al fracaso absoluto. Y saben, lo reitero mil y machas veces más, que la posibilidad de una sociedad justa, solidaria, fraterna, y en armonía con la naturaleza, surgirá, como en efecto está en proceso, de las sociedades con el más y mejor desarrollo cultural científico, ético crítico. Y que, podría adelantarse en otras esferas, tal como lo logró Lenin en Rusia, pero para evitar su fracaso, como efectivamente ocurrió al socialismo real, han de hacer un gigantesco esfuerzo para que la ciencia, el arte, la ética sean los fundamentos de se milagro, que a pesar de milagro, será posible, si el se alcanzase un liderazgo de tal naturaleza que privilegie la razón critica a los caprichos de la intolerancia, la ignominia y la fuerza.