Silencio elocuente
El silencio, una actitud reactiva ante un hecho determinado, no es precisamente el comportamiento más común de los revolucionarios bolivarianos incluido, desde luego, su máximo dirigente, Hugo Chávez. Por el contrario, la práctica de los promotores del disparatado proyecto socialista del siglo XXI se basa en los excesos verbales y en las imprudencias.
El silencio de Chávez y de las autoridades bolivarianas ante la muerte del terrorista Marulanda, brazo armado de un movimiento internacional que pretende destruir la democracia en la región y establecer sistemas ineficientes, afortundamente superados, es tan grave y lamentable, como elocuente. Un silencio patético que confirma la postura del régimen bolivariano ante prácticas terroristas de las FARC, que buscan destruir las instituciones y el sistema democrático en Colombia y más allá.
La desaparición de Reyes, de Marulanda y de otros; la entrega de algunos, de la sanguinaria Karina, entre otros, confirma el fracaso y la desbandada del grupo terrorista que rechaza mas del 95 por ciento de los colombianos y las democracias del mundo. El gobierno de Uribe ha logrado reducirlos, con el apoyo de los colombianos y de la comunidad internacional, como lo han expresado autoridades extranjeras, el Ministro de Relaciones Exteriores de la …., Javier Solana quien categóricamente respaldara públicamente su apoyo a la democracia colombiana y al Presidente Uribe quien lucha con empeño y gran valor por mantenerla, pese a las corrientes y los apoyos materiales y financieros contrarios, especialmente provenientes del exterior.
El mundo democrático debe felicitarse por el éxito del gobierno colombiano, al acorralar a los terroristas. Mientras el fracasado y violento Ortega confiesa su relación con el terrorismo, el mediocre y desatinado Correa, de Ecuador y el “dependiente” y acorralado Morales, de Bolivia, han guardado silencio hasta ahora. Gobiernos que parecen no contentarse con los logros de Álvaro Uribe, que abren el camino hacia una paz estable y duradera para avanzar y progresar en democracia.
A estas reacciones complacientes, se suma el silencio del líder de la también fracasada revolución bolivariana, Hugo Chávez. El Presidente venezolano, quien insiste en mantenerse hasta el 2021, ignorando el rechazo de la inmensa mayoría de los venezolanos, ofendiendo a la democracia y las instituciones, colocándose al margen de la constitucionalidad, guarda silencio ante un hecho tan importante para la democracia y la paz regionales, como la muerte del terrorista Marulanda.
La interpretación de esta actitud pasiva del líder bolivariano puede ser diversa. Los analistas especularán sobre ello. Pero lo que es cierto, sin duda, es que ese silencio elocuente, prolongado, por lo demás, es muy significativo. No se necesita de mayor análisis. La complicidad es evidente y lamentable.
La reacción de Hugo Chávez ante este último hecho, uno más y no el último, así como la de sus colaboradores que asumen igualmente el silencio impuesto desde arriba, tendría que haber sido diferente. Pero no. Precisamente, no. Lejos de considerar los últimos acontecimientos como un éxito del gobierno de Uribe, los revolucionarios expresan su preocupación mediante su silencio, como si se acabara el brazo ejecutor de muchas políticas y acciones para desestabilizar a la región, a Colombia por ahora. El expansionismo sufre un revés determinante.
Los próximos días, seguramente, se anunciarán otras “bajas” en el seno del terrorismo. Los demócratas expresarán su satisfacción, mientras otros guardarán silencio.