¡Sí, de derecha!; ¿y qué?
Sin duda, el efecto fracaso está dejando sin ingenio ni vocabulario a los revolucionarios. El resultado de las primarias en las que la opción democrática obtuvo casi tres millones cien mil sufragios, incita aún más la obscenidad filológica de quienes carecen de argumentos para justificar la debacle de la farsa instituida hace 13 años. Burgueses, imperialistas, fascistas, derechistas, antirrevolucionarios, golpistas, yanquis, majunches, forman parte del rosario de epítetos optado por el presidente de la república para invalidar a los otros y resaltar su creída superioridad. Sin embargo el prosista desestima el cansancio colectivo ante tanta cháchara henchida de evasivas tontas mientras se menoscaba el bienestar y la calidad de vida de la mayoría.
Poco le importa al hacinado en los vergonzosos e insalubres refugios que sea derechista, izquierdista, ambidiestro, mocho, majunche o cualquier otro apelativo de signo macular, que se le quiera dar a quien va a resolver su desgracia. El sumergido en esos guetos sólo anhela que le asignen la vivienda digna tantas veces prometida y nunca adjudicada. Esos proscritos ya no se tragan el cuento que las casas no se construyen porque las tierras están en posesión de jerarcas urbanos apátridas. ¿Culpa de la burguesía luego de controlar todas las instituciones del país verticalmente durante 13 años?
En materia de seguridad, los secuestrados y hostigados por el hampa no indagan a cuál corriente ideológica pertenecen las policías y los delincuentes; sólo anhelan que el gobierno, del signo que sea, majunche o no, cumpla con el mandato constitucional que garantiza su derecho a vivir en paz. ¿Cree el régimen que el dolor de los parientes de víctimas mancilladas o asesinadas se desagravia porque la lamentable adversidad ocurre en un sistema socialista que predica la igualdad y justicia para todos?
Lo mismo ocurre con la propiedad privada. La usurpación caprichosa de predios consolidados no sólo despoja a los dueños de bienes legítimamente adquiridos sino que estimula la anarquía obviando la importancia del necesario orden urbano. Basta recorrer la ciudad de Caracas, entre otras, para percibir la ruina de edificaciones confiscadas y de terrenos transformados en matorrales. Grupos anarquizados, ya profesionalizados, propician el desgobierno y la corrupción jugando con la desgracia de los más pobres. Pero eso tampoco le importa al oficialismo siempre que la acción provenga de la izquierda revolucionaria y no de la derecha rancia.
La confrontación ideológica entre doctrinas ya no forma parte de la diatriba política mundial pues ello a nadie interesa; mucho menos al pueblo venezolano plagado de serios conflictos. El comunismo ya es un vestigio histórico de algo que no floreció. En diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov, anunciaba su dimisión y el fin de la Unión Soviética. Así el primer Estado comunista de la historia desaparecía. La crisis económica y social dejó a los izquierdistas iracundos sin alternativas. Entonces surge en Rusia un profundo revisionismo y la esperanza de ascender socialmente secuela del trabajo y acabar con el hálito adormecedor que la tuvo postrada por más de medio siglo.
Así pues la opción democrática venezolana no debe caer en la trampa tendida por los pecheros del único y eterno optante del oficialismo a la presidencia. La discusión responsable no puede reducirse a elegir entre socialismo y capitalismo. Ese debate ya se dio en la antigua Unión Soviética y Europa Oriental aunque la utopía aún persista en Cuba y Corea del Norte. La primera, detenida en el tiempo y la segunda, famosa por su poderío militar pero con un pueblo hambriento y obligado, entre otras coacciones, a llorar con mucho énfasis la muerte de su opresor Kim Jong II quien gobernó ferozmente su país durante 17 años. ¿Es ese el esquema buscado para nuestro país?