Opinión Nacional

Setenta y cinco años

Setenta y cinco años es un lapso que puede recibir el calificativo de breve, intermedio o largo, inclusive larguísimo. Como dijo José Ortega y Gasset, depende de las circunstancias.

Cada martes, como norma general, nos ocupamos de emborronar virtualmente unas cuartillas para redactar unas páginas electrónicas con alrededor de cuatro mil caracteres para que ustedes, queridos lectores, se martiricen el viernes.

Cada martes debemos tomar una importante decisión y escoger uno de los temas que nos bullen en la mente… y desarrollarlo. Todas las semanas debemos escoger si es un tema agradable, divertido o por el contrario, triste y hasta inconveniente. En este tiempo sobran los últimos.

Para llevar la contraria y rebelarnos ante la difícil situación que atravesamos desde hace tres lustros, hoy, dadas mis circunstancias, agotaré el espacio con algunas de mis experiencias después de llegar a la edad de “tres cuartos de cupón”.

Si hablamos de eventos sucedidos, setenta y cinco años son apenas los necesarios para que quien los describe tenga “longitud de vista” para reconocerlo como medianamente imparcial. Una historia sobre un evento, requiere de más de medio siglo para que tanto el escritor o escribidor tenga “independencia” y libertad, como para que entre quienes la leen no haya personas que se puedan afectar directamente.

Si pensamos en setenta y cinco años de una nación debemos reconocer que es un lapso muy breve. Las sociedades se desarrollan en siglos, en milenios, en eras. La responsabilidades de quienes las componen y muy especialmente de quienes las dirigen, deben tender a que cada día sean mejores.

En la vida de un ser humano promedio, setenta y cinco años es un lapso que se acerca a la media de las expectativas de vida. Eso quiere decir que solo la mitad de quienes nacen, sobreviven a esa cifra.

A los setenta y cinco años, tanto el deterioro físico como el mental comienzan a hacerse notables. Se nos olvidan las cosas, confundimos situaciones, trastocamos nombres, nos equivocamos con más frecuencia, deformamos nuestras visiones.

Es hora de recoger los bates. Tiempo de recoger lo sembrado y sentarse a la vera del camino aspirando al amor y cobertura por parte de la familia directa y sobre todo a disfrutar de las amistades desarrolladas durante el transcurso de la vida.

En setenta y cinco años Beatriz nos trajo al mundo y Armando la acompañó en el difícil arte de moldear nuestra educación y nuestro carácter. Compartimos con nuestros hermanos, Armando, José Antonio, Beatriz y Evaristo, cada momento de esos años.

Entregamos veinte años a recibir la instrucción y guía de muchos maestros y profesores que nos dedicaron su atención y nos inculcaron lo mejor de cada uno de ellos. Trabajamos en empresas e instituciones y algunas veces con organizaciones elementales durante más de cuarenta años, pero las circunstancias nos retiraron, quizás demasiado pronto y hemos dedicado estos últimos veinte años a hacer lo que hemos querido, hemos trabajado en lo que nos ha dado la gana, con mucho gusto y con una sola inconveniencia, no nos ha pagado nadie diferente a nuestra conciencia.

Después de formar una nueva familia hace cincuenta años con nuestra querida Graciela, procreamos dos hijas preciosas, Carolina y Chelena, ellas han repetido el proceso y hoy disfrutamos y adoramos a Anita, a Mariana y a Ximena. Respetamos y queremos a Gerardo y a Rodrigo.

Con nuestras hijas hemos tratado de repetir lo que aprendimos en los hogares de nuestros padres. Jacinto y Chilín, Armando y Beatriz han sido los faros que nos señalan la mejor ruta.

Amén de todos los sitios donde hemos trabajado y colaborado, los treinta y ocho años más recientes han sido oportunos para dejar constancia de nuestro pensamiento y hemos vertido en periódicos reales o virtuales, nuestras opiniones. Algunas veces hemos acertado, otras, nos hemos equivocado.

Viajar y disfrutar de los mejores sitios y muy especialmente de los mejores restoranes y condumios, ha sido casi un vicio. En este, Graciela ha sido magnífica compañera y siempre hemos compartido con parejas que también lo disfrutan. También hemos tenido preferencias y actuaciones dentro de algunos, varios deportes.

Por todo esto, debemos dar gracias, en primer lugar a Dios; luego a quienes nos formaron y a quienes nos han acompañado en este largo o breve plazo.

El cuarto cupón es de duración incierta, quiera el Supremo Creador que nos tenga previsto un lapso donde las condiciones físicas y mentales sean las que aspiramos para poder seguir en este mundo con el confort apropiado. Gracias a todos.

@rafael862

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