Opinión Nacional

Seis años de la revolución bolivariana

La revolución bolivariana llega a su sexto aniversario. El próximo mes de febrero se cumplirán seis años desde que el régimen de Chávez Frías controla el poder en Venezuela. Todo el poder. Nada escapa a su dominio.

Con precaria mayoría domina la Asamblea Nacional y desde allí modifica el orden jurídico del país. Legisla a su antojo, se confiere poderes extraordinarios, modifica leyes orgánicas —que requieren de mayoría calificada— con su escasa y pírrica mayoría simple y ni siquiera permite el libre juego de ideas, ni la discusión, pues su parlamento cambia a su antojo el reglamento interno para impedir que los demás opinen. Llegan a tal los desmanes, que diputados que representan a unos estados, hacen la suplencia de otros diputados, de otros estados. Es el parlamentarismo revolucionario bolivariano, de una Asamblea que no investiga nada, que no controla nada, que esta en mora legislativa con el país en una serie de temas importantes y que solo obedece las ordenes que se dictan desde Miraflores, el Palacio de Gobierno.

El Tribunal Supremo también marca el paso de la bota que pisa fuerte en Miraflores. Ahora renovado, con 32 “nuevos magistrados”, algunos de los cuales ni siquiera reúnen las condiciones que para serlo establece la propia Constitución Bolivariana. Diputados que pasan de la bancada del partido de Gobierno a ocupar un sillón del máximo Tribunal, después de declarar que aplicaran la “justicia revolucionaria” que demanda “el proceso”. Jerarcas de un poder, el electoral, que se pasan a otro, el Judicial, para allí decidir las cosas que dejaron pendientes más atrás.

Los demás poderes, siguen la misma suerte y bailan al son de la misma música. El Fiscal General, juramentado como tal después de haber sido Vicepresidente designado por Chávez Frías, se encarga de perseguir, acusar y encarcelar los enemigos del régimen. El Contralor, no controla nada, apenas acusa a quienes ya están tras las rejas, atrapados con las manos en la masa en otro país. El Defensor del Pueblo, siempre presto a defender, pero al Gobierno. El novísimo Poder Electoral, no solo garantiza el debido retraso de procesos que debieron ser expeditos, para que el Gobierno tenga tiempo a recuperarse, sino que ayuda a que cuando el Gobierno no gana, arrebate. Como última decisión, antes que su actual Presidente pase a disfrutar de su premio en el Tribunal Supremo, el CNE se apresta a decidir que las elecciones sindicales, que el Gobierno perdió hace dos años, fueron nulas y deben realizarse de nuevo. Nada escapa de la férrea mano del titiritero de Miraflores.

Pronto esteramos celebrando “fiestas patronales”, que nos recordaran la “semana de la patria” que celebraba el último dictador que tuvo Venezuela, Marcos Pérez Jiménez, pues el barco de la revolución bonita, que zarpó hace seis años de puerto y que apenas esta a unos metros de la orilla, se dispone a celebrar el inicio de su séptimo año. Léase bien, el Gobierno de Chávez Frías ya tiene seis años en el poder. No es uno, ni dos, son seis. ¿Resultados? Pues sí, algunos. Mezquino sería no reconocerlo: La economía crece. Gran resultado de la revolución y el Gobierno gana elección, tras elección, debidamente ayudado además por el reparto de prebendas populistas en una población cada vez más empobrecida y por un poder electoral absolutamente dócil.

Pero junto con ese “crecimiento económico”, crece también la corrupción, el despilfarro y el gasto público sin control. Y también crece el hambre. De 2.3 millones que pasaban hambre en la llamada —por este Gobierno— “cuarta republica”, en esta llegan a 4.3 millones; casi el 18% del país. Crece también el desempleo, a pesar de la Misión Vuelvan Caras, con la que el Presidente había anunciado una reducción del desempleo al 5% para finales de este año. Hoy, el desempleo, esta largamente por encima del 13%, según cifras oficiales, pero cercano al 17% según los más conservadores. Esto es el producto de más de seis mil empresas cerradas en estos años de revolución, que ha hecho crecer también el subempleo, la buhonería y la economía informal, que equivale a más del 55% de la economía. Crece igualmente la inflación, que ha sido en promedio simple del 21% en seis años, a pesar de los controles de precios y el control cambiario.

Pero la revolución bolivariana no se contenta con acumular poder y destruir instituciones. Es ley de hierro de toda revolución, no sólo destruir las instituciones democráticas, sino también las elites políticas y militares que crecieron al amparo del orden que quiere destruir y ese es otro de los logros de la revolución bolivariana: La persecución implacable de sus enemigos. Entre estos están “peligrosos” ex Gerentes petroleros, cuyas casas —en donde solo hay esposas, hijos pequeños o nietos— son allanadas por policías armados hasta los dientes. Policías, cuyo único delito fue defender el derecho a protestar de los opositores del régimen, son encarcelados y juzgados como responsables de la autoría intelectual de los crímenes cometidos en abril de 2002, mientras que simpatizantes del régimen, sorprendidos in fraganti y hasta filmados gozan de absoluta libertad y hasta son proclamados como heroes. Presos políticos, cuyo delito —en algunos casos— fue únicamente estar en una plaza pública celebrando la renuncia de un Gobernador afecto al régimen y que claman inútilmente por un indulto, por parte de un Presidente que si fue indultado en 1992, después de su cruenta intentona de golpe de estado, que si derramó sangre, produjo muertos y dolor en muchos hogares.

Sin embargo todo es alegría y ya comenzaron las celebraciones revolucionarias, para disfrute y goce de los amigos del régimen; ayer tuvimos un anticipo de la celebración, con un espectáculo del más puro sincretismo bolivariano cristiano revolucionario, en el que se rindió culto a un oscuro personaje de la Guerra Federal, Ezequiel Zamora, convertido en héroe e inspiración de una revolución agraria con la que el Gobierno inaugura su nuevo asalto a la propiedad privada, disfrazada ahora de lucha contra el latifundio. Pocos reparan en el hecho de que Venezuela tiene el poco glorioso record de ser el país que ha tenido la reforma agraria más larga del continente, más de 47 años, por la cual el estado se ha convertido en el mayor terrateniente del país, que cuenta en millones las hectáreas improductivas que posee.

Que preparen sus maletas los Ramonet, los Saramago, los Pérez Esquivel, los Rigoberta Manchu, los Dom King, los Danny Glover, los Cass Ballenger, los Marta Harnecker, los Cardenal, las autoridades académicas de la Universidad Complutense, junto con los Castro, los Kadaffi, los Mugabe, los Rodríguez Zapatero, los Kirchner, los Lula, los Putin, etc. no los podrá acompañar Hussein, lastima, pero algunos de los otros regresarán a disfrutar un poco más del calor revolucionario y otros —menos connotados— vendrán a sacudirse el crudo invierno europeo o el frío de los húmedos cubículos invernales de las universidades norteamericanas. Este maoísmo tropical y su revolución bolivariana esperan con los brazos abiertos… y los gastos pagados.

(*): Politólogo

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