Secuestrando a Gandhi
El mundo, o buena parte de él pareciera tener conocimiento de la retórica impostora del presidente venezolano. Sin embargo, los que luchan en Venezuela y en América Latina por construir sociedades decentes donde impere la ley, la democracia y la libertad no podemos confiarnos demasiado en la solidez de tal apreciación. Chávez, sigue teniendo quien le compre el boleto al local donde hace el lucimiento de sus contorciones y piruetas. Su desesperación al contemplar como se derrite su carisma y su gobierno, ha puesto en escena sus consumadas artes del embuste ahora al «servicio» de adalid de la paz, de la concordia y del diálogo.
Daría para la risa sino fuera tan trágico el trasfondo siniestro que mueve las motivaciones de un sujeto cuyas herramientas para hacer daño y el poder para llevarlo a cabo, lejos luce de estar agotado. El tamaño de las costuras que se le ven a la farsa que emplea para venderse como un agente de la paz, adquiere características grotescas. Claro está, la baratija la exhibe con pretensiones de exportación, el show aquí adentro hace rato que está rayado-.
El aprovecharse de la tragedia colombiana para hacer aparecer a Uribe y a su gobierno como los guerreristas y violentos y a él como un mensajero del vaticano pacifista, bate todos los récord como nueva modalidad clínica de sus engaños. Es posible que ya sea tarde para revertir lo que se sabe de él, aunque insisto, no podemos estar tan seguros.
El alcance de los colmos lo ha puesto de manifiesto ante el abatimiento de Reyes al declarar que “el marco de la paz, NUESTRO MARCO, seguiremos insistiéndole al mundo y a Colombia por la paz, no ahorraremos esfuerzos a ayudar a nuestro querido pueblo colombiano a tomar, a conseguir la puerta y abrir la puerta y construir el camino hacia la paz”. Suponemos que pondrá todo el éxito curricular de su experiencia local para enseñar esa puerta. Bastará ver un pedacito de lo que hay adentro al traspasar el umbral para convencer al mundo de sus destrezas para dialogar y reconciliar conflictos.
El 5-11-2003, expresó:”Pudiera ser cierto a veces que la violencia es la última arma de quienes no tienen razón, pero en algunos casos es la última arma de quienes tienen la razón. “En Reyes y en la Farc pensó, por que dudar, al fabricar la afirmación.
El 2-03-07:” Sólo quiero recordarles a los que andan pensando en insurgencia, (…) que esta revolución es pacifica, (…) pero no es una revolución desarmada, esta es una revolución armada”. Y esta otra del (4 -11-07) “Señores del Este, (…), la oligarquía contrarrevolucionaria y fascista (…) Imagínense ustedes un millón de personas marchando sobre el Este, quemando chaguaramos y quemando palmeras, imagínenselos; ese millón seríamos nosotros (…), somos millones, imagínense pues, ¡no quedaría piedra sobre piedra de esta apátrida oligarquía venezolana!”
Está mínima muestra de habilidades reconciliatorias y disposición para convenir arreglos sugiere, que para secuestrar a Gandhi y a la vez sacralizar la violencia no se necesitan cojones y sí, una inagotable desvergüenza.