Se llama Pedro Salcedo
Recuerden este nombre. La suya es una historia de obstáculos vencidos y éxitos alcanzados, de retos superados y sueños cumplidos que vale la pena contar.
Pedro nació y creció en el sector de Campo Rico, Petare, uno de los barrios caraqueños más populosos. Buen estudiante, estudió hasta noveno grado en la escuela Corazón de María que tienen en el sector las religiosas Ursulinas. Desde que tenía siete años quería ser médico, era un deseo y una idea fija. Después de que terminó el bachillerato se inscribió en la UCV. Lo aceptaron en Coro y no en Caracas como hubiera querido. Pensó en posponer los estudios, porque su familia apenas tenía los recursos necesarios para vivir en Caracas. Irse a vivir a Falcón sonaba como un imposible. Pero su mamá, una mujer «echada pa´lante», le dijo: «usted se va detrás de sus sueños, que aquí haremos todo para mantenerlo allá». Y lo hizo.
Paralelamente a sus estudios de medicina, Pedro aprendió a hablar inglés, con todo y acento británico, pues estudió en el British Council. Trabajó para ayudarse traduciendo textos para sus compañeros. Muchas veces no durmió por estar trabajando. Otras veces se acostó a dormir sin comer. Pero muchas otras también encontró en su cuenta de ahorros «regalitos» de la maravillosa Carmen Josefina Manzanillo, directora de su colegio de Campo Rico, un extraordinario ser humano, que sin tener medios de fortuna, nunca ha tenido ambages en compatir. Pedro se graduó de médico y lo empleó la empresa Sanitas Venezuela. En Sanitas fue premiado como «Médico del Año» con un viaje de dos semanas a Milán. Fue la primera vez en su vida que se montó en un avión.
Un tiempo después de regresar de Milán, Pedro estaba en Sanitas cuando llegaron a verse tres funcionarios de la Embajada de Japón, que no hablaban español. Pedro los atendió porque era el único que estaba en ese momento que hablaba inglés. Los japoneses quedaron tan bien impresionados con él que lo animaron para que optara por una beca que daba la Embajada. Uno de los doscientos cincuenta y tantos postulantes la obtendría. Pedro concursó y la obtuvo. Pero faltaba un requisito: ser aceptado por una universidad japonesa, uno de los obstáculos más difíciles por el alto nivel de competitividad…
Pedro consideró aplicar a universidades de segunda línea, porque pensó que el no hablar japonés descartaba su ingreso en las universidades de primera línea. Pero las de segunda línea no tenían el postgrado en investigación del SIDA que quería hacer. Entonces recordó lo que decía su mamá de seguir los sueños y decidió aplicar a las mejores universidades de Japón. Al poco tiempo recibió una llamada. Era del médico que ha logrado los últimos avances en la lucha contra el virus del VIH. Su currículum, no se sabe cómo, había llegado a manos del doctor. Éste lo llamaba a proponerle que fuera su asistente. Pedro le dijo que el problema es que todavía no había sido admitido en la universidad. «Eso no es problema», le dijo el médico. En 48 horas estaba admitido en una de las mejores universidades de Japón y con el puesto de asistente de uno de los especialistas mundiales en su campo.
Hace poco, Pedro estuvo en su escuela de Campo Rico hablándoles a los muchachos. «Todo lo que sueñan es posible», les dijo. «Aquí estoy yo, que estudié en los mismos pupitres en los que están sentados ustedes. Tienen que estudiar mucho, que trabajar fuerte por lo que quieren».
También estuvo en la Academia Mérici de las Madres Ursulinas. A las muchachas a quienes se dirigió les dijo: «sigan yendo a Campo Rico… ustedes no se imaginan el estímulo que para mí fueron sus mamás cuando venían a darnos clase… realmente hicieron una diferencia en mi vida…»
El jueves pasado Pedro se fue de Venezuela detrás de su sueño. Prometió regresar en cuatro años para retribuirle al país lo que le ha dado. Que no se les olvide su nombre: se llama Pedro Salcedo. A la vuelta de unos años estará en el «salón de la fama» de los médicos venezolanos.