Opinión Nacional

Se le enredo el trompo, Presidente Chávez

Debo decir, señor presidente, que desde que supe de usted estuve convencido de que no serviría para esto de  gobernar,  no me preocupó el golpe, sino usted, que no sabría que hacer con el poder, a pesar de estar legitimado su golpe de estado contra un gobierno descalificado en el plano moral por la grotesca corrupción, en el orden económico, por sus torpezas y una dosis inmensa de fundamentalismo, llamémoslo con algo de irresponsabilidad, de neoliberalismo, el deber ser de la política sustituido por  la Realpolitik, que sin complicaciones aproximamos así, la practica política mediante la cual lo inmediato del poder determina la conducta de sus lideres, el inverso es también verdadero, y subordina los intereses y estructura  del  Estado a los intereses de las hegemonías; lo  intereses  comunes de la sociedad, a los intereses de esos sectores y en el plano de la palabra, la demagogia alimenta sus discursos. Naturalmente, ello impone el clientelismo,  la burocratización  del  Estado, y la complicidad de las instituciones que conforman el poder. La Realpolitik es  inmoral, corruptiente y perversa. Pero, también en esos tiempos,  había un inmenso movimiento para rescatar la decencia, superar el clientelismo,  participar en las decisiones  fundamentales del Estado, había  un legítimo anhelo de justicia, de equidad, había, presidente, unas ganas inmensas de ser mas libre, un mundo de ganas de vivir mejor. Había ganas de ser oído, había ganas de escuchar la palabra  que, por su razón y belleza, convence. Había ganas de que hubiese un mundo de valores para que el espíritu tuviese aliados para ser transitado. Vivía cada quien todas las frustraciones de promesas hechas y la  desilusión de no verlas cumplir.  Así era, señor, así es ahora.

            Así era y así es. Admitamos señor que por esas cosas del poder  usted no ve, no escucha, no gusta, no huele, no palpa. O admitamos lo inverso que usted ha logrado que  la gente no vea, no escuche, no guste, no huela, no palpe. Sea también posible que solo lo vea, escuche, obedezca, a usted- O  supongamos que  usted, por esas cosas propias del poder, está distante de la realidad y que sus mediadores parecen el mismo mal que usted padece.  O pensemos que usted cree firmemente  o bien que  lo hace bien o bien  lo hace bien  para el bien de los demás, del pueblo, esa indefinible abstracción, ubicua según los intereses que manipulan  su significación. Y sea necesario reconocerlo usted en eso es francamente siniestro. Pero, presidente,  mire lo que le pasó  ese grupo que lo controlaba todo antes que usted. Eso que Kléber Ramírez  Rojas llamó IV República.  Por cierto, presidente, Kléber murió no solo muy dolido de usted, sino avergonzado, algunos de su familiares me han dicho que asqueado. Ese grupo que controló todo, no era tan, era un ensamble  dos o tres comandantes en jefe controlaban casi todo., desde la elección de la reina en el barrio hasta la selección del presidente del TSJ. Hoy usted, por gracia de Dios, como dijeron alguna vez a Franco, lo tiene todo en sus manos, en su lengua,  aquí no tanto por la gracia de Dios, sino su propia gracia, la suya, que ha hecho de la palabra un medio para cultivar el odio, la rabia de quien quizás por justicia tiene ira,  y ha hecho de la limosna un modo de asumir la vagancia como forma de existir pagándoles su rabia.  Notorios éxitos se ha abierto con ese proceder, con el soporte, de todos los aparato del  poder , FAN,  AN, TSJ, Ministerio Público… y miles, miles de millones de dólares como jamás se vio en esta tierra; pero como jamás en esta tierra se vio ni en la IV República ni en otra era, ni siquiera en tiempos de  la Independencia o las diversas guerras, que  en justicia intestinas se pueden llamar sin pecados de subjetividad y jamás se vio tanta violencia, tanta inseguridad, tanta indefensión, tanta corrupción justificada por el bien del proceso,  y, parte de su milagro, el único que ha hecho, sin que nadie pareciera darse cuenta de  cuanto ocurre fuera, porque, presumo, no sabemos lo dentro queda.  He estudiado casi in extenso este problema en esta misma Web,  pero, como me entero usted ha decidió  leer a Marx,  quizá encuentre en él  muchas respuestas a este modo de existir en estas tierras nuestras.  El sabio Giordani, su teórico de cabecera según dicen, le dirá con su saber postrado para mejor servirlo, se llama alineación. Su favorito Jaua no dudará en amplias explicaciones  que sobre 32la ametría” aprendió en la escuela de sociología y en  la otra, en la universidad de la vida encapuchada, y siempre  se encapucha la gente para expresar su ideario con las piedras.  Admito, presidente, que hasta ahora, las cosas, esas nuestras  le han salido bien. ueno, no tan bien,  empieza a hacer fisuras la nave en  que navega.

            Pero, presidente, las cosas allá afuera le han salido muy mal.  Debe haberle dolido hasta en el vientre que tantos años vociferando contra el imperialismo yankee no  hayan merecido de ellos ni una sola respuesta.  Se ríen de su bravuconadas inútiles, estériles, que solo sirven para su autoengaño y para el macabro juego del “patriotismo” que, gracias al imperio, nos lo bebemos en coca colas, y en todas  tanta cosas, como las medicinas, etcéteras,   y sobre todo usted, disfruta con los dólares que de allá vienen según entregue a ellos el petroleo. Para lo que sea. Combustible para alimentar la guerra  enn donde  “necesiten” o el espionaje  sobre Cuba, como quien dice, para que  duela. Y créema, presidente,  en el pentágono  lo consideran a usted como su mas firme aliado, en lo inmediato, el petróleo,  y a corto, mediano y largo plazo, porque  cuanto usted haga, tal como lo hace tan perfecto, le servirá de ejemplo para explicar al mundo lo que no se debe hacer y que usted tan perfecto hace.  Y  o exagero, hay que ser genio para ahcer las cosas que usted hace. Es como si planificara el caos, programar la tragedia y del diario acontecer  hiciera una mala comedia.  Ese imperio, presidente, sabe bien que es usted el sepultura del socialismo, en tanto que en medio de incompletitudes fue una creación mas humana tras la libertad de los  últimos tiempos, quizá de todos los tiempos. En cambio, para solo acuciar la memoria, el imperio  asesino a Pinochet, porque ese modo de hacer socialismo, ese si era francamente  peligroso, soportarlo era el mas alto riesgo del imperio.  Para ese imperialismo es una delicadez  ese Giordani paa quien el ocialismo  se hace de la miseria, por miserables. 

            Con  Colombia nadie mejor que usted para garantizarle larga vida a Uribe, al uribismo y e a eso que usted llama lacayos del imperio, fascistas, y algún otro adjetivo de su muy pequeño diccionario de epítetos inútiles.  De rodillas está nuestra frontera esperando comida de Colombia, y usted tendrá que aceptar que nos suministren gas, electricidad y otros, eso mismo que alguna vez llevábamos a ellos Venezuela. Usted es el jefe de campaña del heredero de Uribe, Santos que al parecer no es tan santo. Su ALBA anochece  y usted en su pesadilla de deliros repleta no quiere ver.  Como  ve en el niño la sequía, en la esquía la falta de electricidad,  y en cada venezolano que a usted critique ve a un monstruo de esos que  fabrica, al vez por insania psíquica para su autoengaño o si no para aumentar el engaño ajeno. Pero, presidente, donde a  usted ha realizado un viaje sin regreso es  su recorrido de malo, peor, pésimo, es en la acusación del  juez Eloy Velasco, de la Audiencia Nacional Española.  Pemitame presidente u  punto y parte en este tema.

            Usted ha dicho que  Venezuela,  es decir usted, no da explicaciones a nadie, y menos etc., y, ha regañado a Zapaero y ha maldecido al poder judicial español, ha recordado a la mala España de la coquista, la colonia,  la del imperio, pues. Eh!  Diría usted.  Y no comento con esta  aberración,  ha completado su reflexión con la manipulación de que el nuevo imperio, el peor del mudo y el mas poderoso de todos los tiempos (lo ayudo presidente)  es a mano peluda que esta detrás y que escribe  con las manos del juez  Velasco. Es Velasco un médium, dirá a usted con la sabiduría de los santeros. Pero no presidente. Esta vez está usted en peor situación  que la e que estuvo la Iglesia cuando Galileo la verdad dijo y antecesores suyos muertos unos, perseguidos otros, pre-dijeron. La tierra ya es una y a pesar de que hay muy  muchos distintos en ella y sobre ella, se tiende a asumirnos como habitantes de este planeta y que hay que llegar a acuerdos trascendentes, supranacionales para preservarla, para vivir en ella. Y una de esas necesidades que reclman respuetas  universales, la justicia está en primera fila.   Pues si, gústele o no es así.  Al hijo del imperio,  hijo amado, Pinochet el juez  Baltasar Garzón, español también condenó y la humanidad  habló de la justicia, de la ética en él, a través de él. Usted sabe lo que vino luego.

            No, presidnerte el juez Velasco no es un hijo ni lacayo del imperio. Debieron sus asesores echarle otro cuento. Para un juez hay algo más trascendente que cualquier imperio, la justicia y  algo mas, el deseo de ser reconocido por ser juez, ni Garzón ni Velasco se perpetuarán en la historia porque recibieron dólares de nadie, sino porque empeñaron su honor, su capacidad, su dignidad tras la justicia, Si usted quiere, presidente, especule sobre el deseo de fama que pudiera animarlos. Tal ve pudiera ser ese un buen motivo para sus decisiones.  Pero saben que su fama depende de la rectitud de su sentencia.  Y la rectitud de esa sentencia pasa por la inevitable valoración de los hechos.  Depende de la idoneidd del Juez. En ella está en juego su autoridad.  Dicen que uno  siempre va por delante cuando habla y que así hable de otro habla e uno, pùes bien,  en usted es verdad que verdad es, que  los jueces son los voceros de su boca, los modeladores de sus deseos y eso le permite auto engañarse cuando juzga a otros ajenos a  usted  incontrolables por usted. Esta es también una enfermedad grave, creer que la realidad es la que ven sus ojos y sus ojos ven lo que usted inventa.  No me alegro, presiden, de su acorralamiento. Digo mejor me entristece. Tal vez nadie mejor que yo lo comprenda porque suelo celebrar mis derrotas con la esperanza de que mi imbecilidad merecedor me haga de  caridad del vencedor. Digamos, presidente, que cada quien tiene un algo de Bonaparte. Se entregó a los ingleses confiado más en su egoísmo que en la generosidad de aquella gente y terminó en Santa Elena.  Hogar de la soberbia.

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