Se imponen el autoritarismo, la militarización y el populismo
Las crónicas políticas que acostumbran presentar un resumen de los más importantes acontecimientos que, en esa esfera, se han sucedido durante el año calendario por concluir, han coincidido esta vez, mayoritariamente, en que el régimen que preside el comandante Hugo Chávez Frías ha acentuado los rasgos de autoritarismo, militarización y populismo que han sido sus características sobresalientes durante el transcurso del período cubierto hasta ahora del sexenio presidencial.
Cuantas sugerencias se han asomado por parte de distintos sectores de la población para que el régimen modifique su comportamiento y asuma una actitud diferente, cercana a la tan pregonada democracia participativa consagrada en la Constitución Bolivariana, no han alcanzado el menor éxito. Por el contrario, a las propuestas de rectificación, como ocurrió a raíz del paro cívico del 10 de diciembre, la respuesta del oficialismo fue no solamente ignorar la invitación al diálogo sino acentuar la postura intolerante, en forma tal que la radicalización del proceso sea la que se imponga por encima de cualquiera insinuación tendiente a debilitar o modificar las políticas del régimen.
Es así que el lenguaje presidencial se hace cada vez más agresivo y pugnaz, al tiempo que en sus frecuentes intervenciones públicas el jefe del Estado no deja de promover la violencia contra sus adversarios, cualesquiera sean éstos, por lo que se da ya por descontado, según algunos analistas y comentaristas, tanto domésticos como foráneos, que el verdadero propósito del presidente de la República es crear las condiciones adecuadas para que surja una situación de tal naturaleza en el campo socio-económico que justifique la declaratoria del estado de excepción y, consiguientemente, el establecimiento de un gobierno de perfiles dictatoriales.
Hasta ahora los hechos confirman esta hipótesis. El primer mandatario nacional no dejó escapar una oportunidad, una sola, durante el transcurso del año 2001 para agraviar a quienes militan en la oposición al régimen y ya, en la alborada del 2002, ha reiterado esa conducta, ofreciendo “palo y palo” a sus adversarios. Con tales antecedentes, a los que habría que añadir unos cuantos más que por sabidos se omiten, es fácil pronosticar que el año que apenas comienza no ofrece las condiciones adecuadas como para esperar que el régimen descarte lo que han sido sus atributos distintivos desde un primer momento, para dar paso al establecimiento de un verdadero estado de Derecho donde sea respetado el ordenamiento jurídico y donde se impongan las normas y mecanismos fundamentales de la convivencia democrática, en particular los derechos y libertades que consagra el texto constitucional. Sin embargo, luce remota esa posibilidad, por no decir imposible. Lo que está anunciado por parte de voceros calificados del régimen encabezados por el jefe del Estado es, más bien, la radicalización del proceso que, entre otros factores, contribuirá a fortalecer el sectarismo y la intolerancia, razón, entre otras, para justificar el reclamo que ya se ha hecho constante por parte de la oposición política, amén de otros sectores de la población, para que el Presidente resigne su elevada posición y dé por concluida su gestión presidencial.
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