Opinión Nacional

Se conjura la crisis

(%=Image(2173856,»L»)%) Se acaba de conjurar una de las crisis que con mayor intensidad ha repercutido en la opinión pública nacional. Las demandas de los comandantes fueron escuchadas por el pueblo, pero no por la cúpula de mando. La respuesta del Presidente fue concluyente. Respaldo incondicional al hombre que ejecuta la estrategia global del gobierno: Luis Miquilena. El Presidente ha sido bien específico al decidir darle continuidad a su plan de acción política e ignorar la disidencia de sus compañeros de gesta. La rectificación del método en la conducción del gobierno y la administración del Estado no procede. Por el contrario, se refuerza la composición cupular de los aparatos políticos de sustento a la gestión oficial. No hay consulta a la sociedad civil, ni a la base del pueblo. Las demandas de los comandantes perdieron contundencia, ante la decisión indiscutible del Presidente. Sin embargo, permanece latente en la conciencia del colectivo y en el sentimiento del pueblo los síntomas de decepción, de lento desarrollo que pueden generar otra crisis más adelante. Mientras tanto, ésta, surgida a raíz de la celebración del octavo aniversario del 4F ha sido solventada. Los créditos se los lleva el Presidente. No obstante, aunque el gobierno no escuche a esas voces autorizadas, la crisis ha permitido precisar con mayor nitidez la dirección que toma el proceso. El nuevo sistema político es una reforma mejorada del puntofijismo. Reforma, porque únicamente se le hacen reparos al ordenamiento jurídico sin alterar el piso que lo soporta: las relaciones de poder. Desde esta perspectiva, solo ha habido un reemplazo de sus protagonistas. El funcionamiento del sistema sigue igual. Estructura cupular y práctica clientelar. Es el puntofijismo elevado exponencialmente, pues se concentra más poder en el Presidente y se centraliza la dirección de la sociedad en una sola unidad de dominio: el entorno presidencial. Además, no se modifica el sistema económico. Se le da continuidad al modelo iniciado desde los tiempos de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez y de Rafael Caldera, para consolidarse en esta etapa bolivariana. Con muchas confusiones programáticas, se genera un desorden en los objetivos a alcanzar; motivado, principalmente, por la contradicción existente entre lo que se dice y lo que se hace. Esto trae como resultado insatisfacción de las necesidades básicas en el ámbito social de la población. Se incrementa el nivel de marginalidad y pobreza, incidiendo en la moral del individuo y de la sociedad. Elementos coadyuvantes a la inseguridad colectiva que se padece hoy en día. Por otro lado, el exceso de concentración de poder estimula la corrupción en todos los niveles de la burocracia del Estado.

Las crisis siempre ocurren en el desarrollo de la actividad política de la sociedad. Crisis que en base a su valor relativo pueden ser categorizadas de menores o mayores. La provocada por las demandas de los comandantes tiene una calificación de mayor en relación a la repercusión en la ciudadanía. Pero de menor, con respecto al grado de alteración del proceso. Por eso fue conjurada. Sin embargo, queda la esencia de la disputa que ha arrojado dudas e incertidumbre en el pueblo. Queda también la denuncia tramitada ante la Fiscalía. Denuncia que si no se vigila y se mantiene viva en la primera página de los medios de comunicación se diluirá entre tantos eventos que a diario se cumplen. Si no se le hace el seguimiento permanente la denuncia fenece. Esa responsabilidad recae principalmente en los comandantes. Si ellos retoman su actitud sin ambigüedades, la situación que crearon se revitaliza y se impregnará de nueva energía para hacer crujir al país. Pero eso exige definiciones inequívocas ante el sujeto de poder. No se le puede presentar a la sociedad nacional ambivalencia en la conducta pública. Por un lado se demanda rectificación, pero por el otro, se aceptan de manera pasiva las decisiones políticas que le afectan. Si se quiere mantener un liderazgo en esta nueva etapa que se le abre al país, se tiene que ser muy claro e irreductiblemente revolucionario. Y eso pasa por renunciar a las cuotas prestadas de poder, para así mantener los principios de lucha que reivindiquen al pueblo venezolano. [email protected]

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