Se busca ideólogo (con moto propia)
Rara revolución la del teniente-coronel/presidente, ausente una propuesta ideológica profunda y coherente, fruto del debate y de la experiencia creadoras. A menos que se tenga por tal la confusa mezcla de sentimientos, predisposiciones, ademanes y ocurrencias que toman las calles del poder, aventajadas por el vacío de una época tornada en asombroso laberinto de fatuidades con olvido de los reclamos esenciales de la urbe que decimos transitar.
Probablemente, no hemos advertido la importancia de una polémica como la protagonizada por Rigoberto Lanz y Eduardo Vásquez, incorporados recientemente Henrik Gzyl y Ramón Reyes. La misión llamada Ciencia ha concitado todo el entusiasmo de un coordinador que denuncia la pesada herencia de la epistemología burguesa, sin dar pista alguna de aquella que ha de suplantarla para despecho del propio oficialismo antes que de Vásquez o Reyes.
Esperamos todavía los argumentos que justifiquen históricamente a los golpistas de 1992, convencidos de una ausencia que no pueden ocultar las recurrentes apariciones radiales y televisivas del mandatario nacional ni los esfuerzos de sus mandarines propagandistas y publicitarios. Quizá la plaza estuvo predestinada a J.R. Núñez Tenorio, prematuramente fallecido, pero lo cierto es que son escasos los que pudieran llenarla y una de las misiones ofrece la dificultosa ocasión a un candidato temperamentalmente ganado para el papel de ideólogo oficial de la gesta aún inescrutable del nuevo siglo.
Una de las dificultades para el oficiante reside en la fallida conversión de las nociones y conceptos «chavistas», en una categoría capaz de incorporar convincentemente la perspectiva marxista a todo cuanto ocurre en Venezuela. De acuerdo a su viejo título «Dialéctica de la ideología» (UCV, Caracas, 1975), la habrá únicamente como un «emergente superestructural de clases», inscrito en un modo de «efectuación simbólica» (cultura) específico y articulado a las vicisitudes de la lucha en nuestra concreta formación económico-social e histórica.
Siendo así, Lanz intenta denostar de todo el legado científico forzando una asociación con la burguesía, como si fuese suficiente para explicar la naturaleza del régimen prevaleciente en Venezuela y –lo peor- literalmente adivinar sus pretensiones. No es ni será fácil darle un estatuto ideológico al llamado chavismo y, mucho menos, desde o sobre la comunidad científica venezolana que –sospechamos- espera resolver algo más que el problema de su constitución como categoría.
Otra de las dificultades estriba en el lenguaje empleado, impidiendo la difusión misma del planteamiento. Obviamente, cada quien tiene un estilo por el que reclamamos respeto, pero la función pública muchas veces obliga a un esfuerzo didáctico que tampoco encontró Reyes al referirse a un texto de puerilidades que Lanz destinó a los niños, parafraseando un célebre libro de Jean-François Lyotard. Empero, tal obstáculo no parece reciente.
Treinta y tantos años atrás, Jesús Sanoja Hernández, a través de un artículo de sugerente título, comentó un editorial de la «Unidad Rebelde» dirigida por Carlos Blanco y Rigoberto Lanz. De éste último, acusó recibo de la «sintaxis con calambrina» y la «jerga de sociólogo con ganas de jugar el jueguito teórico revolucionario», para contravenir algunos de los supuestos que ponen «en situación de vuelo a la cucaracha» al relacionar la circunstancia de «autocriticarse de nada o rectificar un pasado que no se tiene y asimilar experiencias que no se han vivido», el «exitismo» guerrillero, los orígenes bolcheviques de la acusación contra el aparato y la burocracia, el llamado a crear una «nueva izquierda» hecho por Betancourt mucho antes que Marcuse o Debray («Unidad un tanto rebelde»: Deslinde, Caracas, Nr. 7 del 15 al 30 de junio de 1969). Por lo visto, fuera del señalamiento concreto, hay materias que una vez creímos superadas en el terreno de la izquierda marxista.
Dificultad final, no se pueden pedir peras al olmo: para sostenerse, el régimen sólo tiene como puerto de llegada una sociedad semejante a la cubana. Si se tratare de un ejercicio marxista, parece recomendable una apreciación de largo plazo para la lucha de clases, pues, por lo pronto, el lumpemproletariado que hoy lo sostiene poco le dirá a Lanz. Por lo demás, no resolverá el problema ideológico desde la misión Ciencia, Conatel, el ministerio del Interior o el de Energía y petróleo: requiere de moto propia para recorrer la ciudadela intrincada y ágrafa del oficialismo.