Opinión Nacional

Se acaban las armas

Más cerca del final. Acorralado en su ineficiencia y la falta crónica de entender como se maneja una nación, recurre a lo que le va quedando a la mano. Se acaba el verbo como arma, la palabra y la razón. Se acaban las sonrisas forzadas y los chistes engañadores de pueblos. Se le acabó también el dinero que compraba socios y conciencias, ese que repartió sin consideración alguna, pensando que con dinero construía una gran base de apoyo para avanzar en su locura.

Ayer militarizaron a Sidor, en busca de evitar un gran levantamiento que se les vienen encima desde los reclamos de los accionistas y los trabajadores de esa empresa –ahora estatal- que pierde dinero a manos llenas. Otro tanto le espera a las empresas del aluminio, que al día de hoy, no han cobrado sus utilidades. El arma de la represión hace su aparición a toda carrera para evitar que se les venga encima un país que ya descubrió el tamaño de esta gran mentira socialistoide. Milicias armadas, listas para imponerse a cualquier estrato de la sociedad que inicie un reclamo. Cuando se acaba la palabra como arma, hay que enseñar los fusiles para calmar a los que se quejan. Los trescientos blindados, que llegarán próximamente estarán al servicio de este gobierno para detener cualquier escalada que pretenda convertirse en rebelión masiva. Está parece ser ahora su única arma y con esa única arma, no se llega lejos.

La intervención de los cuatro bancos de propiedad de un allegado al régimen es tan sólo la punta de un gran iceberg que emerge a la superficie. Detrás de ese acto hay mucho más y debe interpretarse tan sólo como el salvataje apresurado de un mal mayor, de un gran guiso a punto de descubrirse o de una guerra a muerte entre facciones del chavismo, con sus respectivos pases de factura y reacomodos de poder. Este banquero emergente es el mismo que maneja la flota entera de distribución de Mercal y que asociado a grandes nombres de la revolución, a la sombra de ellos y con dinero fácil y rápido que viene de quién sabe dónde, amasó la más inmensa fortuna que alguien puede imaginar. Alguien me dijo un día: “Esa compañía de transportes que maneja la carga de Mercal debe ser un gran guiso. Nadie en transporte sobrevive cuando se unen tres condiciones: camiones nuevos, remolques nuevos y no tienen flete de regreso” Este empresario creció en esas condiciones. Algo y alguien están por detrás de ese gran parapeto empresarial. Algo más está por venir en ese apenas naciente cuento.

El miedo se suda. El miedo se siente en la mirada y en las actitudes. El miedo mueve a la gente en la dirección equivocada y esos miedos acumulados, que no dejan dormir a sus portadores, se convierten en malos consejeros, empujándolos a errar, a equivocarse, a caminar en la dirección equivocada que tarde o temprano, los conduce a la puerta de salida. Casi no tengo dudas de que la maniobra americana de enseñarle el poder a Chávez, muy cerquita de la frontera, está destinada a empujarlo a equivocarse, a tomar acciones indebidas y a moverse con incomodidad en un terreno que no le es favorable, el terreno en donde huye y se defiende, sin poder correr hacia adelante. Ahora no está Lula, ni Cristina, ni Correa al frente. Se hicieron a un lado, con una sobriedad que nos avisa que algo está por venir. Los políticos son como los zamuros, que ven venir la muerte desde lo alto y vuelan en círculos esperando el desenlace. Ellos ya saben que a Chávez, se le acabaron las armas.

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