Samizdat
Samizdat es una palabra rusa que significa publicar uno mismo. Este es el nombre de un sistema que desarrolló la resistencia rusa a partir de los años 50 para desafiar la censura impuesta por el régimen comunista soviético. Los disidentes escribían a mano o a máquina hojas -con unas cinco copias carbón- con textos de protestas, informaciones sobre hechos y actividades de la resistencia, transcripciones de juicios políticos, análisis sobre la situación política, económica y social del país, temas culturales (poesías, resúmenes de libros y obras de literatura de autores divergentes como Solyenitzin). Esas hojas se distribuían clandestinamente, mano a mano y cada receptor hacía nuevas copias que a su vez distribuía y así sucesivamente a través de una cadena que se extendía por toda la Unión Soviética y llegaba hasta los otros países de la cortina de hierro.
Manteniendo viva la llama de la desobediencia Samizdat jugó un papel determinante en el colapso del régimen comunista soviético.
Internet es como un Samizdat elevado a la enésima potencia. Opera en tiempo real y abarca un público lector ilimitado. Gracias a esta versión moderna del Samizdat, sin necesidad de ocultarse bajo la clandestinidad, se dan a conocer al mundo los abusos y atropellos que ocurren en cualquier país del mundo y de esa manera se logra desencadenar una reacción de solidaridad en gobiernos, organizaciones no gubernamentales y en general en la opinión pública internacional, contra los desmanes de los regímenes autocráticos, totalitarios y dictatoriales.
Otro ejemplo lo tenemos en Irán, donde Internet y de manera particular Twitter permitieron a los disidentes políticos y sobre todo la juventud desafiar la censura impuesta por el régimen de Ahmadinejad para tratar de silenciar las protestas contra el fraude electoral e impedir que se conociera en el resto del mundo la odiosa represión que se ha desencadenado contra la cada vez más numerosa y militante oposición.
El domingo antepasado el teniente coronel presidente dijo por televisión que era necesario imponer controles a internet. «La internet no puede ser una cosa libre. Eso no puede ser así, que transmitan lo que les dé la gana envenenando la mente de mucha gente. Vamos a pedirle apoyo a la Fiscalía». Como lo que dice el mandante de Miraflores por televisión constituyen órdenes para sus súbditos, de inmediato la Fiscala Generala repitió lo dicho por su jefe: «Internet no puede estar libre de regulaciones. Debe ser controlado por una normativa especial para el uso de los medios digitales. Insto a la Asamblea Nacional a que elabore esa normativa».
Afortunadamente esto no pasó de allí (por ahora) la Asamblea prefirió no alborotar el avispero y se abstuvo de dictar una normativa legal para censurar Internet.
También el teniente coronel presidente dio marcha atrás. A pesar de que todo el mundo vio y escuchó lo que dijo, en su «Aló Presidente» del domingo antepasado aseguró que nunca había dado órdenes de controlar Internet. «Está corriendo una noticia falsa de que vamos a limitar Internet, que la vamos a controlar. Es falso. En Venezuela Internet es Ley. Hay un decreto que declaró Internet asunto de interés nacional».
Además reconoció el poder que tiene ahora Internet: «Es una trinchera de lucha. Es como si tuvieran un fusil, un cañón. Por allí vienen corriendo por Internet, no se por cuantas páginas y blogs, por BlackBerry, por Twitter, las corrientes conspirativas».
Esa rectificación es, por supuesto, bienvenida. Pero no se debe perder de vista que estuvo acompañada de una salvedad. Dijo que la penalización de Internet sí procede cuando se usa para «generar pánico». Esta expresión tan sumamente vaga, deja un amplio margen de discrecionalidad que puede ser aprovechado abusivamente en cualquier momento para arremeter contra cualquier persona o contra cualquier sitio Web.
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