Salvar la república
Está en peligro. Avanza el perverso proceso de liquidación de los principios y valores que le han servido de sustento. Libertad, propiedad, respeto a la ley y al orden constitucional, autonomía de estados y municipios, importancia de la honradez y la dignidad en lo público y en lo privado, equilibrio y separación de las distintas ramas del poder público, subordinación del poder militar a la autoridad civil, seguridad de las personas y de los bienes, lucha frontal contra el crimen organizado que incluye al narcotráfico, al terrorismo y a las actividades de irregulares armados de cualquier signo, política exterior consecuente con todos estos postulados y algunos más, son apenas algunos de los aspectos que desaparecen por la acción decidida, deliberada y consciente del jefe del estado, en línea 100% contraria a los mismos. Todo en nombre de una revolución a la cubana que la inmensa mayoría de los venezolanos rechaza.
En mi opinión, no hay ninguna posibilidad de que el proceso actual se revierta hacia lo positivo, ni que llegue a existir alguna rectificación y mucho menos, propósito de enmienda que permita revertir hacia lo positivo las negativas tendencias de la revolución castro-chavista. Nuestra obligación es trabajar, sin descanso y sin tregua, para que este régimen dure lo menos posible y sea constitucionalmente sustituido por otro, apegado a los principios generales del sistema democrático.
Todos los problemas de Venezuela tienen solución. La destrucción y la degradación de nuestra realidad son tan dramáticas que ya nos afectan situaciones primarias en todas las áreas. No habrá que “inventar la pólvora” para encontrar esas soluciones. Existen. También la gente capacitada para hacerlo. Las dificultades están vinculadas a la falta de coraje suficiente para provocar el cambio necesario, y el que adicionalmente se necesitará para hacer lo que se tenga que hacer. No será difícil si la voluntad y el valor se mantienen por encima del nivel de las resistencias. En estas consideraciones sintetizamos la importancia de ver la situación en actitud de emergencia, con ojos de urgencia, antes de que sea demasiado tarde. No es precisamente tiempo lo que está sobrando.
Además de los esfuerzos que se hacen para concretar la unidad relativa a las candidaturas y las elecciones de septiembre, deberíamos hablar sobre estos temas. Clarificar objetivos y definir estrategias es tarea pendiente. Hablamos de provocar la unidad de ser y de destino capaz, no sólo de desmontar la monstruosidad socialista, sino de protagonizar el renacimiento de la democracia sobre bases distintas y mejores de las que, hasta ahora, le han servido de fundamento.
El mundo observa. En el vecindario hay para todos los gustos. Socios y cómplices del castro-chavismo, petrochulos a la caza del dinero negro que manejan sin controles materiales ni morales, timoratos que en privado condenan el proceso venezolano pero que en nombre de la no intervención se abstienen y también, una mayoría de dirigentes, dispuestos a ayudar a la existencia de condiciones de opinión apropiadas para respaldar la acción de los auténticos demócratas venezolanos. A estos últimos les cuesta entender la degradación de Venezuela. En nuestras manos está la respuesta.