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ALTO
POLITICA DE ESTADO: No puede sorprendernos la confesión hecha por el actual ministro de Educación Héctor Rodríguez (quien fue también ministro de la Presidencia por cuatro meses con Hugo Chávez; luego ministro de Deportes casi tres años y ministro de la Juventud con Maduro por nueve meses, que como se ve ha estado pegado a la teta burocrática y del partido de la revolución en distintas posiciones) cuando declaró el pasado martes que dentro de la «campaña para erradicar la pobreza» se pretende establecer políticas sociales para sacar a los ciudadanos de esa condición, haciendo la salvedad en la que fue muy enfático: «no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos». Como dirían los abogados “a confesión de parte relevo de pruebas”. Este joven cuya actuación en el ministerio del deporte fue duramente cuestionada por la ministra Alejandra Benítez en el caso de las entregas cambiarias para el grupo de deportistas a motor (razón por la que fue despedida del cargo “por ese atrevimiento”) es una verdadera ficha del socialismo cubano tan ligado al Frente Francisco de Miranda que comanda el canciller Elías Jaua. Por ello esa confesión no fue un desliz. Es la confirmación de aquellas palabras del actual ministro Jorge Giordani cuando ejercía el ministerio de planificación y se expresó en casi los mismo términos en una acalorada discusión que tuvo con el entonces presidente de PDVSA el general Guacaipuro Lameda.
Como han pasado tantas y tan insólitas historias en estos quince años -que se nos olvidan muy rápido- reproduzco lo contado por el militar cuando detalló a los medios el incidente antes de una reunión con Chávez en Miraflores el año 2001: “Esto se produjo como consecuencia de que yo le venía insistiendo al presidente Chávez que le engañaban en el tema económico, ya que las proyecciones a cinco años mostraban un creciente déficit fiscal, necesidad de endeudamiento o devaluación y, por tanto, era necesario atender el tema de la producción para que Venezuela pudiera hacerse independiente de la renta petrolera, tal y como se había prometido en la campaña electoral y como me lo habían presentado en el proyecto para el cual estábamos trabajando. Chávez aceptó que nos reuniéramos para hablar del tema y para la reunión invitó a cuatro personas: José Vicente Rangel, Jorge Giordani, Héctor Navarro y Aristóbulo Istúriz a quienes conseguí en la sala del consejo de ministros donde se suponía que haríamos la antesala para luego reunirnos con Chávez. Estando allí, Giordani me pregunta que de qué se trataba lo que yo le quería informar al Presidente y le respondí en los siguientes términos: «La proyección plurianual a cinco años nos indica que no vamos a tener crecimiento, será negativo, el déficit fiscal será creciente. Vamos a tener serias necesidades de endeudamiento, ya que se está perdiendo el control sobre el gasto del Gobierno bajo excusas populistas. El Gobierno no está ahorrando en el FIEM, gasta todo y engañamos al hablar de una economía creciente. Para que eso ocurra, deberían estarse construyendo galpones, edificios y toda la infraestructura que requiere la producción, y eso no existe. Si es verdad que queremos acabar con la pobreza, es imprescindible que se genere riqueza y que se diseñen mecanismos adecuados para que su distribución sea justa y equitativa, y eso tampoco lo veo». Allí Giordani me interrumpió y me dijo: «Mire, General, ¡usted todavía no ha comprendido la revolución! Se lo explico: Esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. Así que lo primero es mantenerse en el poder para hacer el cambio. El piso político nos lo da la gente pobre: ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los pobres. Así que, los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer la transformación cultural. Luego podremos hablar de economía de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza». Allí yo lo interrumpí y le pregunté: «Ya que Usted dice ‘luego’, dígame cuánto tiempo cree usted que tomará hacer ese cambio». La respuesta fue inmediata: «Mire, se trata de un cambio cultural y eso toma al menos tres generaciones: los adultos se resisten y se aferran al pasado; los jóvenes la viven y se acostumbran, y los niños la aprenden y la hacen suya. Toma por lo menos 30 años». Lameda siguió detallando el incidente: Mi respuesta no se hizo esperar: «Usted me está diciendo que esta revolución deliberadamente condena a los pobres a que vivan en la pobreza sólo para que ustedes se mantengan en el poder mientras intentan que la gente piense como ustedes creen que deben pensar. Si es así, Ustedes son unos “hdp” y yo con “hdp” no trabajo”. Giordani se molestó y me dijo: «¡No sea usted tan grosero!». Se levantó de su silla y entró al despacho del presidente Chávez. Al cabo de unos diez minutos salieron ambos y Chávez me dijo: «Lameda, me dijo Giordani que tú le faltaste el respeto». Yo le respondí: «¡No, Presidente! Lo que yo le dije fue que si era deliberada la estrategia de esta revolución de condenar a los pobres a no salir de esa condición. Ustedes son unos “hdp”y yo con “hdp” no trabajo. Es una expresión condicionada a esta suposición que yo no acepto como válida». La respuesta de Chávez fue otra de sus astucias: «Mira, Lameda, la cosa no es tan así como te dice Giordani, lo que pasa es que él es un idealista igual que tú. Ustedes están en los extremos. Yo creo que los ánimos están muy caldeados y así no vale la pena reunirse. Vamos a suspender y yo les aviso cuándo escucharemos a Lameda». La reunión nunca se produjo y, a partir de allí, fue muy poco lo que hablé con Chávez o sus ministros. Eso marcó mi ruptura con la revolución. Es un asunto de principios. El ejercicio del poder no puede estar por encima de la vida de la gente porque en democracia el gobernante está para servir de acuerdo con la voluntad de la gente y no para imponerle a la gente su propia voluntad”. Fin de la cita. De nuevo, trece años después el “plan de la patria socialista” sigue vigente. Tan solo el viernes el vicepresidente Arreaza, integrante del mismo FFM, insistió que el modelo socialista sigue avanzando y no hay cambio posible. Eso tan solo terminar una de las reuniones por la “paz económica”. Razón tenía el joven petareño Yeiker Guerra, estudiante de la UMA cuando le declaró al colega Fernando del Rincón, de CNNEE, en respuesta crítica al ministro Rodríguez por esa malhadada sentencia: «Yo le demando al ministro que nos deje soñar porque yo también tengo sueños y el día de mañana yo también puedo ser ministro igual que él». ¿Será por ello que le caen con tanto odio a los jóvenes estudiantes?…