Romper el tabú de la derecha status quaestione (II)
Status quaestione
Desde 1789, ¿qué ha cambiado? Mucho. La Izquierda ha realizado buena parte de las propuestas del Manifiesto Comunista: la economía, la banca y los negocios hoy sufren bajo los Gobiernos estatistas y su “justicia social”, y distan mucho de ser “privados”. Y lo mismo la educación. Hizo su “Revolución”, en Occidente muchas veces por vías democráticas – campañas de opinión y electorales – pavimentadas antes por la subversión cultural y la “deconstrucción” (destrucción) del lenguaje.
Con políticos que no siempre se llamaron a sí mismos comunistas o socialistas, sino muchos “liberales”, democristianos y hasta “conservadores”. Y con resultados lamentables en todas partes, como se ve en la crisis global de las Bolsas, los mercados, en el desempleo que provoca las migraciones masivas; y en la pobrísima educación que da la enseñanza manipulada y controlada por el Estado.
Pero la Izquierda no retrocede. Avanza, cada vez más combativa, ante la ignorancia, ineptitud, contradicciones y corrupción de los políticos derechistas, y la parálisis de los representantes del Liberalismo Clásico. Ahora culpa al capitalismo – casi inexistente – de todos los males económicos habidos y por haber, y exige arrasar con lo que queda de libertades en ese terreno. Y con su artillería pesada de marxismo cultural, feminismo, ambientalismo, relativismo, Posmodernismo y Teología “liberal”, apunta al resto del Programa de 1848: la ética y el matrimonio, la familia y la religión.
El Liberalismo Clásico en el espectro ideológico
¿Cómo es el espectro? Hay muchas izquierdas, y muchas derechas. ¿Cuáles? Comencemos por la Izquierda: como no hay socialismo bueno, tampoco hay izquierda buena. La mala es el “progresismo” de la socialdemocracia. Es de “centro” sólo por comparación con la peor, la izquierda extrema: la violenta de Lenin, Stalin y el “Che”. Pero también de Hitler y Mussolini.
Pero pieza capital del Mito de la Izquierda es declarar “extrema derecha” a corrientes como el Fascismo y el Nazismo. Es mentira. Ambos fueron movimientos fundados por políticos hechos en el socialismo, liderando el ala más extremista de sus respectivos partidos.
Su mensaje era claramente antiburgués, y dirigido al voto “proletario”, que conquistaron con reivindicaciones “sociales” y nacionalistas de izquierda, antiliberales y anticapitalistas: reforma agraria, estatizaciones de empresas privadas y creación de industrias estatales, control totalitario de la economía por el Estado, y “nacionalización” de la educación para adoctrinar en los “valores” de sus partidos. Enemigos del parlamentarismo democrático – y de los países occidentales – emplearon la mentira, los palos, las dagas y las bombas; de tal modo desplazaron a los otros partidos italianos y alemanes, comenzando por los socialistas y comunistas. (La “diversidad” entre las izquierdas siempre termina cuando una de ellas alcanza el poder e impone su dictadura). Y cumplieron sus Programas: Mussolini desde 1922, Hitler desde 1933.
Las derechas ahora: la mala es el mercantilismo, a veces llamado “corporativismo”, listo a pactar con las izquierdas “democráticas”, en ese misterioso lugar del espectro ideológico y político, favorito para todo tipo de encuentros furtivos, llamado el “centro”. Pero esos pactos son antinaturales.
La buena es el Liberalismo Clásico, que quiere conservar limitado al Gobierno. Y si el anarquismo es No-Gobierno, entonces ¡esa es la “extrema derecha”! y no el liberalismo clásico, y menos aún el fascismo o el nazismo, formas virulentas de izquierda nacionalista y/o racista.
Pero el Liberalismo Clásico ha perdido presencia y liderazgo en la Derecha, en la cual hoy no es bien visto ni muy conocido, por culpa de la reticencia de los máximos representantes liberales a hacer oficio político, abandonando de tal modo el espacio político al mercantilismo. Hoy casi todos los políticos de derechas son ignorantes y mafiosos; y se autodenominan “centristas” porque les da vergüenza ser o lucir de derechas. Pero por su lado, los liberales académicos esperan la “conversión” al liberalismo de los líderes estatistas – socialistas o mercantilistas – por pura persuasión, publicando toneladas de artículos, libros y estudios para ellos, como si fueran a leerlos.
Los intereses, privilegios y prebendas, no admiten razones. No es cosa de inteligencia o de lecturas, sino de comodidad, de un magnífico y regalado tren de vida. Así, las tiranías y oligarquías no oyen argumentos. Pero para eso se inventó la democracia: para derrocarlas con los votos. Convocando hoy los liberales, no a la clase media universitaria, ideologizada por las izquierdas, y en el disfrute de su puesto “público”, o en su esperanza y búsqueda. Sino llamando a toda la ancha burguesía emergente en la economía informal, damnificada, expoliada y esclavizada por el estatismo. A los pobres. A los trabajadores, A los emigrados. Pero no con teoremas económicos, sino con algo mucho más simple y efectivo: la ética. ¿Acaso las convocatorias de las izquierdas no son “morales”? No les ha ido mal. Nuestro mensaje es: que el socialismo no es ético. Y el mercantilismo tampoco.
Los exponentes liberales parecen no entenderlo, y por ello predomina en las derechas el mercantilismo, y los acuerdos y pactos con la socialdemocracia, “la izquierda buena”.
Grandes diferencias nos separan a los liberales clásicos del mercantilismo; pero mayores aún con el socialismo, cualquiera. El mercantilismo es sólo un capitalismo tramposo y abusivo, que manipula los resortes estatales, para no tener que soportar la competencia. Es una inmoralidad. El socialismo es una Agenda para subvertir no sólo la economía sino la sociedad entera, manipulando la cultura, la educación, el lenguaje y los medios, dirigido a enterrar a la civilización junto a todo capitalismo. Es una inmoralidad criminal.
Autores y libros
Varias obras – traducidas algunas al español – calan muy a fondo en los temas que separan la Izquierda de la Derecha. Entre otros, del economista George Reisman, en su monumental obra Capitalismo (1990); el sociólogo Thomas Sowell, en su trilogía Conflicto de Visiones (1987), La Visión del Ungido (1996), y La Búsqueda de la Justicia Cósmica (2002); el historiador y jurista Harold Berman, en Ley y Revolución: La Formación de la Tradición Legal Occidental (1983), y su secuela, El Impacto de las Reformas Protestantes (2004); el teólogo Rousas John Rusdoony en Cristianismo y Estado (1986) y otros; el politólogo Isaiah Berlin; el científico Karl Popper y el filósofo Jean-F. Revel. Sin olvidar a Ayn Rand.
Algunas citas:
George Reisman: “Hoy en día, en pleno siglo XXI, la era de los aviones, computadoras personales, telecomunicaciones inalámbricas, cirugía láser e incipientes viajes espaciales, la mentalidad con la que mucha gente inteligente y supuestamente educada enfoca las cuestiones de economía y negocios, por asombroso que parezca, sigue siendo la misma de la Edad Oscura.”
Thomas Sowell: “Toda generación que nace es en efecto la invasión de la civilización por una horda salvaje de pequeños bárbaros, que deben ser civilizados antes de que sea demasiado tarde”.
Harold Berman: “Todo niño es un buen estudiante de Derecho. El niño dice ‘Ese juguete es mío’; eso es derecho de propiedad. El niño dice ‘Me lo prometiste’; eso es derecho de obligaciones y contratos. Dice ‘Él me pegó primero’; eso es derecho penal. Y dice ‘Mi papá me dio permiso’; eso es derecho constitucional”.
Rousas J. Rushdoony: “Debe reconocerse que en toda cultura, la fuente de donde salen las leyes es el dios de esa sociedad”.
(En la cita de Reisman “Edad Oscura” no es toda la Edad Media sino sólo sus primeros tres siglos: la Era de las Invasiones bárbaras. Y las citas de Sowell y Berman expresan ideas no contradictorias sino complementarias).
Tras los pasos de estos gigantes, y de otros más o menos en esta línea, y no todos 100 % de acuerdo siempre, la bipolaridad Izquierda-Derecha se resume en trece grandes temas – cada uno de ellos involucrando otros tópicos – desde la Filosofía (1), hasta el Estado (13).
Sigue con Trece gruesas diferencias