Rodilla en tierra
- «Prefiero morir de pie que vivir arrodillado»
- Emiliano Zapata
Rodilla en tierra es la colocación que utiliza el combatiente para apuntar con su arma al enemigo. Es la posición del enamorado para jurar amor eterno; la del arrepentido para implorar perdón o clemencia; la del creyente para orar o para adorar; la del agricultor para trabajar la tierra; la del obrero para construir; la del amigo o el desconocido para ayudar a levantarse al caído. También se arrodilla quien no tiene más remedio que hacerlo, por obediencia ante quien lo subyuga.
Al observar la oprobiosa imagen de unos cadetes arrodillados ante el presunto enfermo, uno se pregunta cuál era su motivación. Evidentemente no estaban apuntando sus armas para dispararle. Tampoco estaban trabajando la tierra, ni construyendo, ni ayudando a ningún caído. Me imagino que no estaban implorando perdón o clemencia. No sé si estaban rezándole, o adorándolo, o emulando al enamorado. Estoy casi seguro que ellos estaban obedeciendo una orden, en cuyo caso el que estaba de rodillas era otro. Yo libro de culpa a los cadetes, instrumentos ocasionales para glorificar la figura del líder. El que estaba de rodillas era otro, el adulador, indudablemente ganando indulgencias para obtener alguna prebenda.
El adulador debe saber que la competencia es fuerte, intensa, a cuchillo. Porque la única forma de ganar indulgencias, cuando hay uno solo que todo lo sabe y todo lo decide, consiste en despojarse de la dignidad e hincarse de rodillas.
Se arrodilla quien oronda le informa al líder: “aquí están sus poderes”, ofreciéndole sumisión cuando debía exigirle independencia, y lo hace cada vez que le devuelve la visión del ojo izquierdo a la dama ciega de la justicia, y lo repite cada vez que se dice y se desdice de acuerdo a la seña que le envían, a veces confusa, y no ateniéndose a lo que le pautan sus deberes constitucionales. Se arrodillan aquellos que, a una sola voz que no es precisamente la propia, ignoran los dictados de quienes los eligieron, y obedecen sólo a aquel que puede ungirlos con su bendición o arrojarlos cual preservativo usado. Se arrodillan quienes sólo defienden su puesto y dejan en la más absoluta indefensión a quienes deben amparar, a aquellos que son humillados, execrados y condenados sólo por no estar de acuerdo. Se arrodillan quienes ven la paja sólo en el ojo ajeno, y si no la encuentran la inventan, para despejar el camino de quien ha colmado de paja los ojos de sus seguidores más fieles. Se arrodillan quienes reinventan el acto electoral en cada elección, sólo para asegurar la continuidad y poder seguir arrodillados eternamente.
Lo grotesco de la situación es que aquel que tiene a tantos acólitos postrados ante su figura, está a su vez arrodillado ante un anciano barbudo, a quien le está entregando todo lo que nos pertenece, incluyendo nuestra identidad y nuestra soberanía. Es justicia exceptuar de este grupo de acólitos a los cadetes de la foto y a todos aquellos inocentes a quienes han convencido de que arrodillarse es sinónimo de esperanza.
Jorge Eliécer Gaitán dijo en una ocasión: «Dolorosamente sabemos que en este país el gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria y la temblorosa rodilla en tierra ante el oro yanqui.» Yo sólo agregaría a esta frase las siguientes palabras: “y el dictador cubano”.