Resurrección de la Iglesia Católica

In Memoriam del Papa Francisco…
Uno de los momentos más pertinentes para escribir en torno a la Iglesia Católica y su papel en los próximos quince años, es el fallecimiento sensible del Papa Francisco (1936-2025), porque da espacio para hacer una reflexión profunda, sincera y espiritual del camino de la palabra de Dios en su doctrina y en su manifestación humana.
A pesar de mi formación laica, sigo siendo un “anarquista católico”, quien ve en la máxima autoridad de la Iglesia un liderazgo colectivo, en el cual cada persona es una Iglesia y la oración es el único medio válido para acercarnos a la fuerza Universal que nos ha dado la vitalidad de existir.
En los últimos veinte años, la Iglesia Católica ha experimentado cambios importantes; con Benedicto XVI, que fue el Papa 265º, y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano, desde el 19 de abril de 2005 (hasta su renuncia el 28 de febrero de 2013), tuvo un ministerio en el cual impulsó la Reforma litúrgica y “Summorum Pontificum” (2007), resaltando como cambios significativos el de permitir una mayor libertad para celebrar la misa según el rito anterior al Concilio Vaticano II (la llamada “misa tridentina” o “vetus ordo”); defendió la coexistencia de las dos formas del rito romano (ordinaria y extraordinaria), buscando el “mutuo enriquecimiento” entre ambas y promoviendo la continuidad de la tradición litúrgica católica.
Ssí mismo, el Papa Benedicto XVI, fue un defensor de la doctrina y la identidad católica, del tradicionalismo doctrinal; reafirmó los principios fundamentales de la fe católica frente a las tendencias relativistas y secularizadoras, y durante su papado estuvo marcado por la insistencia en la “hermenéutica de la continuidad” respecto al Concilio Vaticano II, es decir, interpretar las reformas conciliares en continuidad con la tradición y no como ruptura.
Otra dura postura que asumió el Papa Benedicto XVI, fue tomar medidas severas contra los abusos sexuales cometidos por miembros del clero, e impulsó investigaciones, endureció los protocolos disciplinarios y se reunió con víctimas, marcando un antes y un después en la respuesta institucional de la Iglesia a esta crisis. Se profundizó el diálogo con otras confesiones cristianas y religiones, aunque siempre desde la afirmación clara de la identidad católica, y en su declaración “Dominus Iesus”, reafirmó el papel central de la Iglesia católica en la salvación, pero también promovió encuentros y gestos de acercamiento con ortodoxos, protestantes y judíos.
Es importante resaltar en el papado de Benedicto XVI, la reforma de la Curia y administración vaticana, una reforma estructural profunda, buscando siempre una mayor transparencia y eficiencia en la administración vaticana; fueron tiempos de dificultades internas y escándalos de gobernanza, pero eso no evitó que se aplicaran medidas ejemplarizantes que vivieron a restituir el valor genuino de la doctrina católica desvirtuada en algunas regiones del mundo.
La renuncia al papado en 2013 de Benedicto XVI, constituyó una novedad en más de seis siglos, abriendo un nuevo precedente en la historia de la Iglesia y permitió una transición ordenada hacia el siguiente pontificado; el derecho canónico, en el canon 332 § 2, prevé la posibilidad de que el papa renuncie libremente a su cargo, siempre y cuando la renuncia sea manifestada formalmente y no requiere la aceptación de nadie para ser válida, abrió un precedente moderno y dejó claro que la renuncia papal es una opción legítima para futuros pontífices; de hecho, el papa Francisco llegó a reconocer que la decisión de Benedicto “abrió la puerta” para que otros Papas también puedan retirarse si lo consideran necesario, por lo tanto, la renuncia papal es hoy una posibilidad real y contemplada en la normativa de la Iglesia.
Benedicto XVI, a todas estas, impulsó cambios relevantes en la liturgia, la respuesta a los abusos, la defensa doctrinal y el diálogo ecuménico, marcando su papado por la continuidad con la tradición y la búsqueda de una mayor coherencia interna en la Iglesia católica, eso sí, mantuvo la tradición de las misas para promover la oración y el recogimiento, no abogó por modelos protestantes de “cancioneros y expresiones de afecto” en el servicio de adoración a Dios, una realidad que hoy día, en algunas Iglesias católicas, ha desvirtuado la celebración de la santa Misa (los grupos de laicos organizados son aceptables siempre que profesen una fé en la tradición católica de la doctrina, pero han sobresalido manifestaciones protestantes en los servicios de parte de ellos que no representan la verdadera doctrina de la Iglesia católica).
En cuanto al Papa Francisco, los cambios que impulsó en su apostolado en la Iglesia Católica, parten de las reformas en la Curia Romana, donde reorganizó la estructura administrativa del Vaticano con la constitución apostólica “Praedicate Evangelium” (2022), buscando una Iglesia menos burocrática y más misionera. Esta reforma permitió que laicos, incluyendo mujeres, puedan dirigir dicasterios, algo sin precedentes. Impulsó la creación de nuevas instituciones como el “Consejo para la Economía y la Secretaría para la Economía”, con el objetivo de supervisar y transparentar la gestión económica y administrativa de la Santa Sede.
En la concesión de una mayor apertura a la mujer y los laicos, el Papa Francisco promovió una mayor inclusión de la mujer en roles de liderazgo y de los laicos en la toma de decisiones eclesiales. Por primera vez, mujeres han tenido derecho a voto en el Sínodo de los Obispos. Se impulsó la “sinodalidad”, es decir, la consulta y participación de toda la Iglesia en los procesos de decisión, y se dio mayor autonomía a las conferencias episcopales locales, desafiando el tradicional centralismo vaticano.
Es de resaltarse que hubo cambios en la liturgia, apertura a nuevas formas de celebración y una mayor atención a la inclusión de sectores marginados. Francisco flexibilizó la absolución del aborto, permitiendo que cualquier sacerdote pueda otorgarla, buscando facilitar el retorno de fieles alejados.
Por otra parte, el papa Francisco, endureció las normas contra el abuso sexual, obligando a denunciar casos y protegiendo a los denunciantes; se eliminaron privilegios de secreto pontificio en estos casos y se extendieron los plazos de prescripción. La reducción al estado laical de figuras como el cardenal McCarrick (Theodore Edgar McCarrick, 1930-2025), quien se convirtió en la figura central de uno de los mayores escándalos de abusos sexuales en la historia de la Iglesia católica estadounidense, marcó un precedente de tolerancia cero.
El papa Francisco se caracterizó por un enfoque en la misericordia, el diálogo interreligioso y la inclusión, redefiniendo el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo; promovió la Iglesia Inclusiva, no hay evidencia que confirme en ninguno de sus escritos que promovió una misa con cantos y agarraderas de manos como una práctica oficial o litúrgica, esas acciones, muy del rigor protestante, han sido protocolos asumidos por algunos sacerdotes para hacer más llamativos los servicios, pero no es una práctica que se le pueda adjudicar al papa Francisco como erróneamente lo han dicho algunos representantes de la Iglesia católica venezolana.
En países como Estados Unidos de Norteamérica, la asistencia a misa ha disminuido considerablemente. Muchas parroquias han visto una reducción en sus miembros y en la recaudación, mientras que algunos fieles se han trasladado a comunidades más conservadoras o han abandonado la religión
El papa Francisco motivó a los sacerdotes jóvenes a ser más ortodoxos y tradicionales, en contraste con los progresistas formados tras el Concilio Vaticano II, lo que ha generado tensiones internas y una cierta polarización en las parroquias. Es importante resaltar que los aportes del Concilio Vaticano II a la Iglesia Católica, parten de una reforma litúrgica y uso de lenguas vernáculas, permitiendo que la misa y otros sacramentos se celebraran en las lenguas locales en vez del latín, facilitando así la participación activa y consciente de los fieles. Se simplificaron los ritos, se promovió la sobriedad y la pobreza en la liturgia, y se fomentó la participación de los laicos en las celebraciones. El Concilio reconoció el papel fundamental de los laicos en la vida y misión de la Iglesia, alentando su participación en la liturgia, la catequesis, la acción social y otras áreas pastorales, promoviendo el diálogo y la colaboración con otras confesiones cristianas y religiones no cristianas, reconociendo valores y elementos de verdad en ellas.
En este mismo tenor, el Concilio reafirmó la centralidad de la Sagrada Escritura, permitiendo su lectura en lengua vernácula y promoviendo su estudio entre los fieles; se subrayó la llamada universal a la santidad y se animó a la Iglesia a dialogar y aprender del mundo contemporáneo, abordando temas como la justicia social, la paz y la dignidad humana, defendiendo el derecho de toda persona a la libertad religiosa, marcando un cambio histórico en la postura de la Iglesia respecto a la relación entre Iglesia, Estado y libertad de conciencia.
Es importante resaltar que del Concilio Vaticano II, planteó una nueva visión de la Iglesia, con el documento “Lumen Gentium”, se definió a la Iglesia como “Pueblo de Dios”, no solamente como una estructura jerárquica, resaltando la corresponsabilidad de todos los bautizados en la misión eclesial. El Concilio buscó que la Iglesia se adaptara a los desafíos y necesidades del mundo contemporáneo, promoviendo una actitud de apertura, diálogo y solidaridad con la humanidad, como se expresa en la constitución “Gaudium et Spes”.
A todas estas, la Iglesia católica ha experimentado en las últimas dos décadas profundas reformas administrativas, pastorales y culturales, impulsadas principalmente por el papa Francisco; estas transformaciones buscan mayor transparencia, inclusión, descentralización y cercanía con la sociedad contemporánea, para nada la Iglesia está en un proceso de reconversión de la doctrina católica a la protestante, ese vicio es el que ha desnaturalizado el carácter ético y moral de la Iglesia moderna y ha motivado la dispersión del mensaje de la Santa palabra. No tengo nada contra los valores protestantes, pero sí con la acción sigilosa de un grupo de sacerdotes y laicos que buscan introducir reformas contra-natura en el corazón de los valores católicos consolidados desde tiempos inmemoriales.
Es importante resaltar, en este sentido, la voz crítica del cardenal Raymond Leo Burke (1948), de origen estadounidense, conocido por su perfil ultraconservador dentro de la Iglesia católica y por su papel como una de las principales voces del tradicionalismo eclesial. La visión doctrinal de Burke se caracteriza por una defensa firme de las tradiciones litúrgicas y una interpretación estricta del derecho canónico; ha sido especialmente crítico con cualquier intento de flexibilizar la postura de la Iglesia respecto a temas como la homosexualidad, el acceso a la comunión de católicos divorciados vueltos a casar y el papel de la mujer en la Iglesia; en el ámbito político, Burke ha sostenido que los políticos católicos que apoyan el aborto, como John Kerry o Joe Biden, no deberían recibir la Eucaristía, y ha mostrado simpatía hacia Donald Trump, afirmando que es un líder que defiende los valores de la Iglesia.
Pero las tensiones entre Burke y el papa Francisco no han sido ajenas a la comunidad católica, ya que Burke criticó abiertamente las reformas impulsadas por Francisco, tanto en cuestiones litúrgicas como sociales, y se ha opuesto a la apertura pastoral promovida por el Papa; Francisco lo retiró de la Congregación para los Obispos y, en 2014, lo relevó como prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, asignándole un cargo principalmente ceremonial como patrono de la Soberana Orden Militar de Malta; en el 2023, el Vaticano decidió retirarle su residencia y salario, justificando la medida como una reasignación de privilegios y no como un castigo personal, argumentando que no es coherente que alguien disfrute de los privilegios cardenalicios mientras critica al jefe de la Iglesia. Burke sostiene que la doctrina oficial de la Iglesia debe ser la clave interpretativa de cualquier documento papal y que no toda reflexión del Papa constituye magisterio infalible, por ello defendió que la praxis pastoral no puede contradecir la doctrina, subrayando la importancia de la unidad doctrinal y la fidelidad a la tradición.
Hoy nos duele profundamente la partida del papa Francisco como católicos, pero a su vez nos invita a pensar sobre su apostolado, lo que nos dejó y el camino que nos toca cubrir para seguir avanzando hacia una Iglesia más humanista y con identidad en la oración y el recogimiento espiritual. No fue un Papa protestante, esa distorsión la han hecho algunos sacerdotes y laicos, sino un Papá progresista, colectivista; el primer pontífice latinoamericano, el primero jesuita y el primero proveniente del hemisferio sur en liderar la Iglesia católica, impulsó con toda su energía un enfoque en la misericordia, la justicia social, el diálogo interreligioso y la defensa del medioambiente.
En definitiva, hoy la Iglesia católica se plantea un renacimiento, planteándose continuar con las banderas del papa Francisco en cuanto a su doctrina del perdón y la compasión, huella profunda que dejó con reformas que buscaron una Iglesia más cercana a los pobres, más transparente y más inclusiva, especialmente hacia mujeres y personas marginadas; prevalecerá en el tiempo su estilo sencillo y su compromiso con los más necesitados y su figura trasciendo como un Papa que vino a transformar la Iglesia tanto por dentro como en la escena internacional. Paz a su alma, que brille para él la luz perpetúa, Descanse en Paz, Amén.