Responsabilidad política de obispos y rectores
El católico Pinochet acusaba de “meterse en política” a lo obispos que defendían los derechos humanos por él atropellados y no bendecían su dictadura. Franco expulsó al obispo vasco Mateo Mújica por “meterse en política” cuando denunció en plena guerra civil los asesinatos y ajusticiamientos del lado franquista. Ahora un ministro de este gobierno, que se proclama de izquierda, dirige el coro de los que acusan de “meterse en política” a toda la Conferencia Episcopal Venezolana por su extraordinaria Exhortación del 19 de octubre. Todos los obispos juntos en este lúcido y valiente documento, rechazan una propuesta de Constitución y de sociedad, antidemocráticas e inmorales, por ser contrarias a principios humanos y cristianos. El Ministro llega a la grotesca afirmación de que el cardenal Urosa tiene aspiraciones presidenciales.
Los regímenes autocráticos de todo signo (fascista, comunista o militarista) acusan a los obispos de “meterse en política” cada vez que éstos defienden los derechos humanos y denuncian los abusos del poder de esos regímenes, y su pretensión de ser dueños absolutos de las vidas de los súbditos. Por el contrario, los verdaderos defensores de los derechos humanos más bien reclaman, con razón, a la Jerarquía cuando, olvidando los principios cristianos más fundamentales, se calla ante atropellos e imposiciones totalitarias. Así lo hicimos con el silencio de obispos argentinos cuando en aquel país la dictadura torturaba y desaparecía a la gente; y nos identificamos con el obispo Angelelli asesinado en ese tiempo en Argentina por “meterse en política”. La izquierda perseguida de Chile (y los cristianos y humanistas del mundo), agradeció y alabó al Cardenal Silva Henríquez por su coraje y liderazgo cristiano en la defensa de los derechos humanos de todos los chilenos, creyentes o no.
La Conferencia Episcopal Venezolana decidió no callar frente a una Constitución inaceptable como instrumento para un sistema estatista antihumano. Hay momentos en la historia que son tiempos para el coraje y los principios y no de cálculos sobre la propia comodidad. Los primeros cristianos fueron mártires acusados de desobedecer al César cuando sólo se negaban a adorarlo como dios. También Jesús fue acusado de subversivo ante el poder romano y pidieron su muerte por “meterse en política”.
Era de esperar del actual poder en Venezuela algo más de vergüenza para no emparentarse con los dictadores: Por “meterse en política” expulsó el dictador Gómez al obispo Montes de Oca, luego fusilado por los nazis en Italia. Por “meterse en política” descargó su ira el dictador Pérez Jiménez contra al arzobispo Arias Blanco y su documento pastoral de 1957, tan celebrado por todos los demócratas de Venezuela.
Por “meterse en política” admiramos ayer y hoy al santo monseñor Arnulfo Romero que denunciaba en El Salvador los crímenes de los militares y llamaba a los soldados a no disparar contra su pueblo. Por eso, el poder lo mató en el altar. Por “meterse en política” asesinaron en Guatemala al obispo Girardi, expresión de la conciencia nacional y mundial que encabezó la investigación sobre la verdad de los miles de asesinatos de los militares, sobre todo contra los indígenas. Hoy y ayer los pastores responsables, y no los serviles al poder, son el orgullo de nuestra Iglesia, porque con su fe en Dios, sabiduría y fortaleza espiritual antepusieron la verdad y el amor a su pueblo a la evasión de su responsabilidad refugiándose en una trascendencia intrascendente.
No recuerdo que tantos rectores universitarios juntos hayan sacado un documento tan trascendental como el que presentaron el 1° de noviembre en la UCV. No atacan ellos (ni los obispos) al Presidente, ni le piden que se vaya, sino que gobierne bien en el quinquenio que le queda. Pero sí asumen su responsabilidad política de defensa de derechos humanos y se oponen a una nueva Constitución que consagra el autoritarismo, la concentración del poder presidencial y elimina el pluralismo democrático. En ello se manifiestan como responsables y dignos seguidores de los rectores José María Vargas en Venezuela y Miguel de Unamuno en España que, en circunstancias análogas, se enfrentaron con la justicia y la libertad universitaria a la sinrazón de la fuerza y el poder.