Renacer con fe y esperanza
Venezuela despierta y reacciona sin miedo, tal como exigía Su Santidad Juan Pablo II en su última visita a Venezuela. Se levanta de la humillación a la que ha sido sometida por la barbarie de un tiempo infame. La voz cantante y sonante de su juventud estudiosa retumba en todos los caminos de la patria, del continente y de buena parte de un mundo que no encontraba explicación a la resignación pesimista de buena parte de la población, ni a la insuficiencia de los esfuerzos realizados hasta ahora para salir de la pesadilla. Mucho menos a las complicidades de sectores obligados ética y legalmente a ser custodios de la libertad y de los derechos ciudadanos.
La retórica presidencial, vulgar, amenazante y llena de insultos genera efectos totalmente contrarios al propósito intimidatorio. La represión abierta y encubierta de la fuerza pública, de los esbirros y de las bandas armadas del chavismo, encienden la mística juvenil desbordada en ríos humanos por todas partes. Está naciendo, sana y robusta, la primera gran generación del rescate de este Siglo XXI, como lo fueron también las generaciones del 28 y del 58 en las dos mitades del siglo pasado. Una nueva generación, similar a aquellas que el atormentado Pío Gil había intuido en su reflexión de exilado por la barbarie a dedicar sus páginas más tristes “a los puros e incontaminados, el saludo de los que quizás no vivirán para verlos, pero que si supieron presentirlos”. Generación llamada a ser motor fundamental del rescate de Venezuela de una tragedia que las generaciones anteriores no hemos podido contener. Estos muchachos alegres y valientes, inteligentes y audaces verán muy pronto su cristalización como generación del cambio verdadero y de la victoria definitiva. De allí el llamado que hacemos hoy, con toda honestidad, con la mayor sinceridad de que somos capaces, a las generaciones precedentes sea cual sea su signo ideológico o la carga de experiencias vitales acumuladas en décadas de lucha, a que les abramos paso, a desbrozarles el camino, a darles apoyo y a que renunciemos a cualquier tentación protagónica que pueda contaminar, desviar o retrasar la marcha imponente de la juventud.
Esta petición, este deseo y esta decisión no significan, en modo alguno, que debamos retirarnos abandonando la lucha. Todo lo contrario. Se trata de darlo todo por y para ellos. Lamentablemente nosotros somos grandes deudores de la historia contemporánea y la mejor manera de cancelar esas obligaciones es impulsando hacia la victoria a esta nueva generación del rescate.
Detectamos en esta explosión juvenil tres rasgos que han caracterizado el nacimiento de los movimientos generacionales. Estos muchachos tienen actitud crítica frente al pasado y el presente, sentido solidario muy plural y, finalmente, conciencia de protagonistas. Están empezando a tejer la aurora de un mañana mejor. La universidad venezolana, de nuevo, “vence las sombras”. El régimen de Chávez puede estar viviendo el final.