Opinión Nacional

Remake chimbo de Alfaro Ucero e Irene

 En poco más de trece años ya superaron y con creces, los cuarenta años de los verdiblancos. Les faltaba solamente la guinda que coronó la torta puntofijista, cuando despreciaron los debates internos, le hicieron bypass a la opinión de la militancia y, como señal de la mayor de las prepotencias, impusieron las más inconvenientes candidaturas, para darle el último empujón al batacazo rojo, al que a pesar de los dos golpes del 92 habían tratado con mano de seda, le otorgaron un complaciente sobreseimiento que lo dejó libre de pelo y paja, para llegar por la vía democrática a donde trató dos veces de llegar por la vía violenta, en la cual sigue haciendo un hipócrita y obsoleto equilibrio.

En 1998 el cogollo de AD impuso la candidatura de Luis Alfaro Ucero, probablemente la más inconveniente en las frágiles circunstancias políticas del momento, ya que reforzaba la matriz de Opinión que cuestionaba a ese gran partido de masas por haber degenerado en una simple agencia de empleos y componendas, luego de haber enfrentado valiente y muy dignamente a la dictadura militar anterior, la perezjimenista (Nov 1948 – Ene 1958), a la subversión armada de inspiración y patrocinio castrista, y las dificultades económicas con las arcas casi vacías y el petróleo a precios muy bajos. COPEI por su parte escoge a una ex Miss como su candidata presidencial, Irene Sáez fue la guinda verde que representaba al vicioso embudo en que se había convertido esa tolda, con un fundador que no concebía que otro pudiera ocupar la candidatura presidencial cuando la normativa vigente le permitiera a él presentar por enésima vez su candidatura, quien no tuvo escrúpulos para aprovechar la crisis causada por el sangriento golpe militar del 4F para hacer demagogia barata en favor de la recuperación de su popularidad, con el objetivo de retornar a Miraflores (fue capaz de traicionar a su propio partido, y conformar el improvisado templete del chiripero, con tal de alcanzar su segunda presidencia). Las diferencias y ambiciones grupales impidieron que en COPEI se eligiera un candidato idóneo, y se transaron por la ex Miss, que al igual que el caudillete interno de AD, simbolizaban el grave deterioro sufrido por ambos partidos. Salas Römer seguía siendo identificado como copeyano, por lo que el stablishment presentó tres ejemplares que representaban más de lo mismo, favoreciendo con esa negligencia al cuarto ejemplar del Clásico presidencial, que ofrecía combatir todos los defectos que mostraba la cuarta república, defectos que refrendaban esas tres candidaturas del blanquiverdismo.

Aquel vergonzoso sainete electoral del 98, que para colmo culminó en la estampida de última hora, poniendo de patitas en la calle a la Miss y al caudillete, y exigiéndole al electorado que respaldara a Salas Römer, benefició aun más la candidatura del ex golpista disfrazado de demócrata, pues fue harto evidente que los dos grandes partidos practicaban la castración de las generaciones de relevo y la imposición de sus pésimas decisiones. Lo que ni siquiera imaginábamos entonces, era que a vuelta de trece años íbamos a presenciar un espectáculo mucho más primitivo, que supera todo lo inaudito de las diversas maniobras de AD y COPEI hasta alcanzar el tope de la degeneración, que hacen palidecer las críticas y los cuestionamientos que le dirigieron a las malas candidaturas de Sáez, Alfaro y Salas, y sobre todo a los procedimientos utilizados para alcanzar esas deplorables selecciones.

Hemos sido testigos de primera línea, todos los venezolanos, del muy estalinista proceso de castración del conglomerado rojo rojito, al extremo de practicar el enfermizo Culto a la “personalidad” en torno a la figura, con pretensiones de Mito, del imprescindible mesías de Sabaneta. Chávez, en vulgar imitación de todos los esquemas totalitarios que rigieron en la URSS y sus satélites, se convirtió en el centro gravitatorio en torno al cual debían orbitar absolutamente todos los militantes y simpatizantes del proyecto pastichoso (que cada tres meses agrega un ingrediente más a su receta), para reproducir en Venezuela el obtuso diagrama de mando piramidal que tuvo vigencia (y produjo sus correspondientes fracasos) en la URSS de Lenín, Stalin, Krushev, Breshnev, Andropov, Chernenko, en la Rumania de Nicolae Ceaucescu, en la Alemania Oriental de Erich Honecker, la Albania de Enver Hoxha, la China de Mao, la Corea del Norte de la dinastía Kim, la Cuba de Fidel y Raúl (por nombrar a los más representativos de ese estilo piramidal y castrador), con la sutil diferencia de que aquellos hombres fuertes tuvieron longevidad, mientras que nuestro imitador de Fidel tiene en la actualidad una esperanza de vida cortísima, lo cual genera una grave crisis en el seno del régimen, huérfano de genuinos delfines con liderazgo propio y alguna obra que mostrar, más allá de haber formado parte de la fase tirapiedras y guerrillera (en la cual fracasaron estruendosamente), o de improvisar discursos ahora, tratando de parecerse al Stalin de Barinas, en vano intento de ocupar el espacio para el cual ellos mismos construyeron la condición de imprescindible e insubstituible, del hoy desahuciado.

El PSUV, caricatura del partido único que infructuosamente trataron de ensamblar con las múltiples parcelas del izquierdismo sesentoso que conformó inicialmente al chavismo, es una organización aluvional destinada a reducirse gradualmente, en buena parte por haber tolerado sus militantes la constante imposición de los caprichos de Chávez, sin permitir el ejercicio de la Democracia interna que tanto pregonan, dando ello como resultado que todas las decisiones han sido tomadas por el agente castrista, e impuestas al colectivo, en muchas ocasiones favoreciendo a individuos rechazados por la mayoría de sus seguidores (las posiciones y cargos con que ha distinguido a Diosdado Cabello son inversamente proporcionales al apoyo interno que este personaje mantiene, y eso forma parte de los factores a considerar en la factura por los atropellos del “híperliderazgo” que abusivamente ha puesto en práctica, pensando erróneamente que llegaría al dosmilsiempre. El término híperliderazgo tuvieron que tragárselo cobardemente los “intelectuales” que creyeron en el genuino Debate y la Libertad de Opinar). En el PSUV y el Gobierno se promueve, no a los capaces, sino a los incondicionales, aunque es evidente que los parientes obtienen puntos extra automáticamente.

La realidad nos refleja que el experimento castrista en Venezuela levantó un andamio bajo la figura del títere que mejor servía a los eternos propósitos de usar a nuestro país como su fuente de aprovisionamiento y plataforma para la terca pesadilla de proyectar el Comunismo en buena parte del continente americano. A los factores que se han confabulado en todos los experimentos estalinistas del mundo para hacerlos naufragar, por estar en su ADN las razones de su inevitable fracaso, se suman en el caso de nuestro país, *la trayectoria democrática de varias generaciones de venezolanos, que les ha impedido avanzar en sus objetivos totalitarios, y **la enfermedad del falso Titán, trastocado en frágil y manipulable paciente de cáncer, con fecha de vencimiento muy cercana, terribles pérdidas en su popularidad, daños al régimen por debajo de su línea de flotación, derivados de los múltiples casos de evidente Corrupción, la perversión del NarcoEstado que funciona como rémora del Estado normal, la insoportable Inseguridad y sus obvias conexiones con la prostitución de los poderes -sometidos a las directrices del ejecutivo- con la crisis carcelaria, con la inocultable participación de funcionarios policiales y militares en los elevados índices de violencia en las calles y en las prisiones; Secuestros, tiroteos, asesinatos, atracos, y la sistemática destrucción de la Economía, el estamento legal, y las Instituciones.

Ante ese desastroso panorama, y la obligatoriedad de suplantar al único candidato con saldo de carisma y respaldo -de la MINORÍA-, el cogollo chavista (no ha funcionado ni va a funcionar la democracia interna, lo participativo consiste en participarle a la militancia lo que decidió el cogollo cubanoide) barajea como sus opciones candidaturales a Jaua, Maduro, Diosdado, Adán, y la hija del moribundo. Es decir, cinco co-rresponsables del gran desastre, dos de ellos con el lastre del nepotismo implícito (que impregnaría de insoportable hedor a dinastía coreana, a la improvisación chavista, en especial por ser dos nulidades, tanto el hermano como la hija, y equivaldría a escupir hacia arriba nombrar a un familiar, aunque la enfermiza dependencia del régimen respecto de las directrices de la dictadura castrista bien pudiera obligarlos a calarse cualquiera de esas contradictorias escogencias). Comparados con los cinco pésimos precandidatos del chavismo, Irene Sáez y Alfaro Ucero lucen como un híbrido de Franklin Delano Roosevelt, Francois Mitterand, Oscar Arias, Winston Churchill y Nelson Mandela. Con el agravante de que Irene al menos es egresada universitaria y fue electa Alcalde de Chacao, donde tuvo una buena gestión, en tanto que la hija del neo-caudillo ya de salida, no se ha preparado en nada específico, y sus únicas pasantías conocidas son las de azafata muda. Los primordiales méritos: de Adán, ser hermano de Hugo y haber condecorado a Aponte Aponte. Los de Maduro, reposero del Metro de Caracas y etiquetador homofóbico. De Diosdado se dice que es como el Té verde, que tiene muchas propiedades, y ya sufrió su derrota en la Gobernación de Miranda a manos de Capriles. Jaua es puntual y tesonero; Cada jueves se encapuchaba, lloviera o tronara, quemaba cauchos y vehículos, a la entrada de la UCV en Plaza Venezuela. Son la máquina del tiempo, garantía de que con ellos retrocederíamos a la edad de piedra.

 

 

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