Reflexiones sobre la carrera diplomática en Venezuela
Con motivo del Día Internacional del Trabajador fui condecorado con la Orden del Mérito al Trabajo por 30 años de servicios en la Cancillería. La ocasión fue una buena oportunidad para hacer algunas reflexiones personales. Entre otras es que existe en Venezuela poca valoración por la carrera y desconocimiento sobre las características propias de la función diplomática. No es casual que las leyes del Servicio Exterior sean vulneradas en detrimento de la profesionalización y los funcionarios de carrera. La visión según la cual las embajadas y las misiones de Venezuela ante los organismos no requieren de profesionales de carrera, es como pensar que los hospitales pueden funcionar sin médicos, los cuarteles sin oficiales y que la gestión de Estado se puede ejercer sin personas preparadas e idóneas. Desde siempre, el servicio exterior convivió entre un cuadro profesional bien formado y otro sin experiencia ni preparación para ejercer debidamente las responsabilidades.
Hay quienes pretenden hacer creer que la función diplomática la puede ejercer cualquier nacional y que los objetivos de política exterior se pueden alcanzar sin el manejo adecuado de herramientas y de conocimientos, especialmente técnicos, que forman parte de la agenda internacional del mundo globalizado. Lamentablemente, muchos asumen responsabilidades en desconocimiento de las obligaciones internacionales y los deberes que dictan la constitución y la propia Ley del Servicio Exterior.
Una nación que aspire a defender su soberanía y los más altos valores de la patria requiere una diplomacia adaptada a los nuevos escenarios, ética, profesional, honesta y debidamente apegada a nuestro mandato constitucional.
Los diplomáticos son guerreros sin armas. Para hacerle frente a las amenazas, a los retos del mundo y proteger los intereses de su nación necesitan estar debidamente preparados al igual que el combatiente que defiende el suelo de su país. Como en los asuntos de la guerra, los de la paz, que les corresponde a los diplomáticos, requieren el tino y experiencia que dan el tiempo, el estudio y la disciplina.
Mientras más profesional sea nuestro servicio exterior mayor garantía de una diplomacia positiva. La efectividad en el cumplimiento de los objetivos de la política exterior y el fortalecimiento de la presencia del país en los organismos multilaterales se logra es con una Cancillería a la altura de las demandas.
Por otra parte, la Constitución nos ofrece la doctrina en materia de política exterior cuando establece entre otras «los valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político». Allí hay principios rectores para la actuación diplomática.
El diplomático es un representante del Estado y su gobierno. No coincido con quienes creen que tendremos una mejor diplomacia con activistas. El diplomático es en esencia un hombre de la política, la del gobierno que representa. Su visión personal no tiene fuerza por encima de la política de exterior de su país. La diplomacia es una responsabilidad que requiere de personas debidamente entrenadas en el tiempo y con el conocimiento de un número considerable de materias que rondan los escenarios bilaterales y multilaterales. No importa que diplomacia diseñemos si quienes la deben implementar no se preparan adecuadamente. La ética, el humanismo, la tolerancia, el respeto por la multilateralidad, son valores que en el tiempo se han impregnado en la piel de quienes hemos tenido el más alto privilegio de defender los intereses del país.
La ley del 2001 va para su segunda reforma. Los propios sujetos de esa ley deben ser invitados para participar en las deliberaciones para que con visiones convergentes se logre fortalecer y no debilitar la normativa que rige los destinos de los cientos de venezolanos que optaron con honestidad servir a Venezuela desde las trincheras del ejercicio de la diplomacia.