Recordando a Aquiles Nazoa
Cuando Aquiles Nazoa murió en un accidente automovilístico en la autopista regional del centro, a la altura de Cagua, escribí un artículo para RESUMEN, creo, que hablaba de la muerte de un niño. Así recuerdo al humorista venezolano. Una tarde, hace ya muchos años, entré al cine del Museo de Bellas Artes, donde pasaban “El Mago de Oz”. Llegué tarde, ya oscuro el cine, y me senté a tientas en la sala. Durante la película alguien cercano a mi solllozaba. Al terminar la película y prenderse las luces ví que era Aquiles, pañuelo en mano. Me saludó y me dijo: “La belleza y la tristeza van de la mano”.
Por mucho tiempo Aquiles andaba de sitio en sitio, escondiéndose de los esbirros de la Seguridad Nacional, aunque nadie pudiera imaginarse a Nazoa como un conspirador peligroso. En una ocasión Julio Barroeta Lara, quien siempre sabía donde encontrarlo, me pidió que lo acompañase a verlo, a Cagua, donde estaba “escondido”. Fuimos con un saco lleno de comida y otros artículos de primera necesidad, para llevarle a Aquiles, quien no estaba nada bien economicamente. El poeta y Barroeta eran grandes amigos y Nazoa sentía especial predilección por Los Teques, un pueblo donde, según él, habían “muchas cosas raras”. Algunos de sus poemas fueron dedicados a comentar esas cosas raras de Los Teques, entre otros, una mujer barbuda que parecía “un monumento a Guzmán Blanco” y un carro fúnebre que transportaba a los muertos al cementerio al ritmo de una guaracha, por lo cuál Nazoa lo bautizó como “la muertorola”.
Nazoa era comunista pero ojalá todos los comunistas venezolanos hubiesen sido como él y no de la variedad estalinista. Para él el comunismo era solo eso, la comunidad espiritual con el resto de los seres humanos, nada de gulags o de purgas en masa o de asfixiante totalitarismo. A lo más que llegaba su comunismo era a hablar bien de Charles Chaplin, con lo cuál estábamos muchos anti-comunistas de acuerdo.
Cuando niño fuí, en una ocasión, a visitar a mi tia Margot de Briceño (García Maldonado de apellido de soltera), gran comunista. En su casa de Catia encontré como a diez personas durmiendo en el suelo, camaradas que no tenían una mejor alternativa. A mediodía llegaron a sumarse al almuerzo mi tío Manolo Garcia Maldonado (Anésimo Onato era su nombre de guerra en El Morrocoy Azul) y Aquiles. Como 20 personas almorzaron allá ese día, como casi todos los días. Ese era el comunismo a lo Margot y Aquiles.
A diferencia de lo que caracterizaba a su también excepcional humorista y hermano Aníbal, el humor de Aquiles no era agrio ni era vehículo de expresión política. Era un humorismo lleno de cosas nuestras, de lo que él llamaba las cosas más sencillas, un humorismo tierno, lleno de dias soleados, de los asuntos cotidianos de los pequeños seres poemas de caramelos y neblinas. Su estilo venía directamente de la escuela de Job Pim, ese otro gigante del humorismo venezolano.
Cuando salí de Venezuela dejé todos mis libros allá, no tenía sitio para ellos donde ahora vivo. Echo mucho de menos “Las obras completas” de Job Pim y los volúmenes de poesía de Aquiles. Encontré en Internet un diálogo y un poema que, aunque no son de sus mejores, ilustran su estilo incomparable, una especie de costumbrismo moderno, si es que tal término puede utilizarse.
Diálogo.
“una señora andaba como una hormiga loca sin resolverse por nada, cuando se topó con otra señora que también andaba como una hormiga loca.-
Guás, niña, óuh, tú por aquí? Yo te hacía en la vieja.
Cuál vieja?-La Vieja Uropas.
Pues no. A última hora resolvimos dejar el viaje para el año retropróximo venidero.
¿Y tus, qué haces por aquís?-Ay niña, loca buscando un fulano papel tualé de Navidad que no se consigue. ¡No sé cómo van a hacer pupú esos niños este año!
¿Y esos discos que llevas ahí, qué son?
Música plástica. Tú sabes que a Freddicito le ha dado por la música plástica desde que vio el Valle Ruso en Nueva York. Aquí le llevo la Sífilis de Chaplín, La Hipotética de Charcosqui, y una sinfonía de Schubert que me dieron más barata porque le falta un disco.
¿Y eso fue todo lo que compraste? ¿Por qué no compraste la Novela de Beethoven el Divino Sórdido?
Ya la tenemos. Freddicito la compró en Nueva York tocada por la orquesta de Arturo Brinquinini. También tenemos El Mascanueces, El Lago de los Chismes, El Manubrio Azul y una ópera que se llama Tristán y la Sorda de la Warner Bros.
Niña, pero entonces ustedes tienen una discoteca completa.
Y eso que tú no has visto la billoteca. ¡Tenemos una billoteca!… Todas las noches me pongo mis anteojos jazzband, abro una caja de manzanas y me acuesto a leer Don Cipote de la Mancha en inglés. ¡A mí me encanta Don Pipote!
Tendrán muy buenos libros, ¿verdad?
Naturalmente. Todos están forrados en cuero. Vamos hasta ahí, que estoy buscando unas velitas de vidrio de esos que tienen agua hervida por dentro y echan bombita.-¿De esas que parecen unas ampolletas rosadas?-Yes… ¿Verdad que son un sueño? Figúrate que Freddicito trajo dos cajas de Nueva York, ¿y tú crees que queda una para remedio?… Todas las hemos ido regalando entre nuestros amigos más ínfimos. Y a mí me dislocan esas condenadas velitas. Para ponérselas a las tortas de cumpleaños están soñadas. Uno las sopla y no se apagan como las otras.
Ahí las tienes
Ah sí… (Llamando). Esteeem… ¡Mire, señorita! (Ahí viene. Pregúntale tú a cómo son).-¿Very moch bolívar biútiful general eléctric merry critsmas?
¿Cómo es el golpe?
Ay, chica, como que no entiende. Esa mujer es nativa.
Mire, señorita, ella le está preguntando que a cómo son esas velitas. (Qué horror, qué servicio tan pésimo; no sé como a estos americanos tan prácticos que son se les ocurre poner nativas a atenderle a uno. En Estados Unidos todas las dependientas de tienda saben hablar inglés).-
¡Ay, mira quién viene allá!-Ay, qué sorpresa. Cuchi Mogollón.
Me privo. (Llamando). ¡Come jía, Cuchi!-Jalóu!…
¿Pero qué hacen ustedes aquí? Yo las hacía en la Exposición de Huérfanos. ¿Ustedes no y que eran del Comité Organizador, pues?-
Yo sí, pero tuve que renunciar porque no me ha quedado tiempo para nada. Primero, despidiendo a William Guillermo que se fue para Mayami Flórida; después, recogiendo levitas viejas para los niños pobres: Total, no he tenido tiempo para nosing at oll.
Yo también renuncié al Comité. No me he sentido muy bien después de aquella botella de ponche crema que nos tomamos el otro día en el desayuno.
Bueno, Cucky, ¿y cómo está tu marido?
Guá, niña, en Estados Unidos. Tú sabes que a él lo mandaron en una Micción. Es que los dos gobiernos van a celebrar conjuntamente este año el fifticentenario del Natalicio de la muerte del Libertador, y él va a pronunciar la oración lúgubre.-¡
Ay, prívense! ¡Miren aquella americana que viene allá!-¡De veras, niña! ¡Qué musiúa tan elegante! ¿Verdad que se parece a Majarete Truman?
Bueno, yo las dejo. Voy a ver si me cambian un tráveler para comprar aquel juego de rinocerontes de yeso parados en dos patas. ¿Verdad que están soñados?-Son fantásticos.
Bueno, yo también me voy. Freddicito debe estar esperándome para ir a la piscina a practicar un poco de nutrición. Mañana damos un almuerzo criollo en casa. No dejes de ir por allá para que te tomes aunque sea una copita de mondongo.
Babay…-Gubay…-So long…-Ariós!…-Iúuju!…-Iuju…-Jasta luegou!…”
…y un poema
La mujer del futuro
Un modisto parisino lanzó el anuncio anteayer
de que el busto femenino tiende a desaparecer
Las mujeres del mañana-dice el modisto agorero
tendrán la pechera plana como cualquier caballero
Y añade que las muchachas que habrá en el año dos mil
serán muchachas más machas que cualquier jefe civil:
Recia voz, cara amarrada, su “mula” en el pantalón
y un puño al que no hay quijada que le aguante un pescozón.
Con esas damas sin busto y empaque tan varonil,
¡qué mundo tan de mal gusto será el del año dos mil!
Menos mal, caro lector,que para ese año bendito
ya no queda ni el polvitode un seguro servidor.
Ya Aquiles, el de carne y hueso, está, como él lo dice en su poema, completamente mezclado con el suelo de Aragua, hasta el punto de que nadie podría reconocerlo. Pero su memoria sigue intacta en el corazón de los venezolanos, quienes necesitan de la bondad tanto como del pan nuestro de cada día.