Opinión Nacional

Reconciliación

Como voy a estar de viaje los próximos días escribo esta nota el lunes y un poco trasnochado, por lo cual es muy temprano para entender el significado del resultado de ayer domingo. Es más, dicho resultado dependerá mucho de los eventos que se produzcan de ahora en adelante. Por eso mismo es probable que hoy jueves, cuando se publica el artículo, ya huela a naftalina. Pero si hay una palabra que resume el deseo que ha expresado la nación esa es Reconciliación, así con mayúsculas, como nos lo ha repetido con claridad meridiana el hermoso mensaje que nos han dado nuestros estudiantes.

Sin embargo, la primera lectura que expresó nuestro presidente en su cadena de esta madrugada resulta preocupante e indica que a las primeras de cambio no ha comprendido la lección. Ojalá que una reflexión más sosegada lo lleve a entender la necesidad de cambios que le está pidiendo el pueblo. La propia cadena es en sí misma un abuso del poder. Después del boletín del CNE lo propio era dejar espacio a los partidarios del NO para que expresaran su alegría por el triunfo. Pero en vez de ello nuestro presidente se pega inmediatamente para explicarnos sus razones y sufrimientos. Además, la coordinación con el CNE, junto con las declaraciones en la propia cadena, son una confesión de que el organismo electoral, que debería ser un poder independiente, está gobernado por él.

De inmediato, resulta preocupante que llame al triunfo del NO “victoria pírrica” porque la diferencia fue de apenas 1.4 puntos (cifra que quedará para la historia aunque muchos la dudemos). La verdad es que la pequeña diferencia significaría una victoria pírrica si hubiera ganado el Sí. Una constitución representa un contrato de convivencia de una nación, por ello nacer con la oposición de la mitad del país no permitiría augurarle un buen futuro. Pero cuando se trata de rechazo la mitad es suficientemente significativa y le está gritando al liderazgo que debe repensar su proyecto.

Otro error de lectura tiene que ver con la interpretación que da el presidente a la gran abstención. Le cuesta entender la reducción de votos con respecto a la elección presidencial de diciembre, porque asume que el pueblo debe seguirlo en todos sus planteamientos. Debería aceptar que la abstención de muchos de sus partidarios es la forma más modesta de decirle que rechazan su reforma constitucional sin ir a las urnas a votar NO. Por supuesto que la abstención es muy amplia y tiene múltiples causas, pero en el caso de los sectores afines al proyecto revolucionario una buena parte debe entenderse como una forma de fidelidad al hombre rechazando su proyecto. Ojalá nuestro Adalid se detuviera a reflexionar al respecto.

Como consecuencia de estas malas lecturas, el presidente insiste en que seguirá con su proyecto, e incluso nos repite el inefable “por ahora”, lo que es algo así como decir “acato la voluntad popular pero no la acepto”. La pretensión de seguir adelante se sustenta en la creencia de que el proyecto de reforma no ha sido comprendido, de modo que los que lo rechazamos somos o unos canallas aliados del imperio o unos imbéciles que no entendemos bien. No parece entender que lo que le pide la nación es que gobierne para todos y no para su parcialidad. Sin duda el presidente habló con la frustración de la derrota todavía muy cerca, pero no por eso dejan de ser preocupantes sus primeras impresiones.

Esperemos que tanto él como su entorno revolucionario puedan leer y entender el mensaje que les está enviando la nación, el cual no es otro que el expresado en el título de esta nota. Ojalá entienda que los venezolanos queremos paz, progreso y sobre todo reconciliación.

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