Recado para impacientes
A medida que el paro cívico se consolida crece la impaciencia de numerosos sectores de la oposición que estiman que ya no hay más nada por hacer a fin de presionar en favor de la renuncia del Presidente o de la convocatoria inmediata a unas elecciones generales. Sin embargo, queda mucho por intentar y, en ese sentido, la creatividad que ha mostrado la Coordinadora Democrática es notoria.
Lo importante es que no se ha abandonado la calle por parte del movimiento oposicionista y esa es una conquista de extraordinaria significación que no hay que arriesgar intentando otras acciones de menor alcance. Todo lo contrario. Si algo hay que mantener en una estrategia dual: flexible pero consistente al mismo tiempo, como lo reclama la evolución cotidiana del paro, es la presencia activa de los diferentes sectores que conforman la oposición al régimen chavista ahondando en su trajinar pacífico y democrático que, en gran medida, ha servido para enfrentar exitosamente la violencia que es una de las características de las actuaciones del oficialismo. Esto, además, le ha ganado a la oposición un espacio trascendente en el plano del reconocimiento público tanto a nivel doméstico como en la esfera internacional. Y, a este último respecto, conviene señalar que el tratamiento ahora que en ese campo se asigna al comportamiento opositor es bien diferente del que hasta hace corto tiempo calificaba de “golpistas” cualesquiera actividades en contra de la “revolución bolivariana”. Por ello, es necesario insistir en que la impaciencia no es buena consejera para incrementar la dimensión política hasta ahora obtenida.
En una aproximación, muy elemental por cierto, de análisis de la situación de crisis en búsqueda de una salida estable y duradera para la misma, habría que mencionar que si algo contribuye a fortalecer la presencia de la oposición en la Mesa de Negociación y Acuerdos es una conducta coherente en cuanto al tema de la violencia. En ese sentido, no hay por qué arrebatarle el monopolio de las acciones violentas a los sectores del oficialismo que estiman erróneamente que por esa senda destruirán al adversario, no dándose cuenta aquellos que el soberano cada vez más repudia la agresividad y la belicosidad como normas de conducta en las relaciones entre las distintas porciones que integran la sociedad como un todo. Consideración esta última que puede contribuir a explicar, entre otros factores, la pérdida de popularidad que el jefe del Estado ha experimentado en los últimos tiempos.
De tal suerte, resulta vital en la ruta por explorar a fin de coronar una salida segura ante la profunda crisis de gobernabilidad que castiga al país, insistir en que la oposición en su conjunto no debe caer en la tentación de remedar al oficialismo respondiendo a la violencia con la violencia, sino mantener, entre otros, el repudio todo el tiempo al discurso pendenciero y pugnaz que no deja de esgrimir el presidente de la República y que, de algún modo, marca las actuaciones del oficialismo tanto en la calle como en el seno de la Mesa de Negociación y Acuerdos.