Opinión Nacional

Realidad política imposibilita la sinceridad y estimula al populismo

Desde el siglo cuarto antes de la era actual; por lo menos, hasta los humanos más inteligentes han sentido temor a convertirse en impopulares; por ejemplo, uno de los padres de la filosofía y del método de investigación científica; el griego Sócrates, cuando se dispuso a tratar de comprobar la afirmación del Oráculo de Delfos, de que él era el hombre más sabio del mundo, dijo: “…me di cuenta con desasosiego y alarma que me estaba haciendo a mí mismo impopular…” En consecuencia, nada más natural, que a todo político; especialmente cuando se postula como candidato a ocupar un cargo público, le resulte casi imposible no convertirse en un populista (alguien que le dice a las personas sólo lo que ellas quieren escuchar), e igualmente evite ser sincero—porque como en todo electorado existe un continuum de puntos de vista y de sistemas de valores, lo que complace a algunos, siempre molesta a otros—y como consecuencia, prácticamente ningún político—honesto o demagogo—cumple todas las promesas que hizo durante la campaña electoral.

Los honestos, porque saben que hacerlo sería imposible; o altamente contraproducente para el interés público, y los demagogos, porque también saben que sería imposible, y se olvidan olímpicamente de ellas para dedicarse a tiempo completo a sus verdaderos intereses personales.

Los políticos más nefastos para el interés público, son aquellos populistas que se creen capaces de cumplir todas sus promesas y se dedican a cumplirlas una vez electos—nunca lo logran; porque, aunque lo intenten sinceramente, nadie posee un presupuesto ilimitado—y como lo ejemplariza la guerra que ya dura 61 años entre israelitas y palestinos, no es posible complacer a dos o más personas que posean sistemas de valores distintos.

Aún así, esta descorazonadora realidad política, crea una valiosa oportunidad para que los llamados analistas políticos y autores (tanto de libros y filmes, como de artículos de opinión y caricaturas; así como los editores y directores de medios de comunicación), se dediquen a mantener viva a la sinceridad—y eviten la tentación de convertirse ellos mismos en otra especie de populistas—algo no tan fácil de evitar, porque la egolatría, la subjetividad, la tenaz parcialidad hacia los valores propios, son quizás las debilidades más comunes entre los seres humanos de cualquier cultura—sin olvidar la abundancia de oportunistas; aparentemente carentes de valores; quienes se dedican a tiempo completo a cobijarse bajo la sombra de cualquiera que detente un cargo público, para satisfacer sus necesidades y sus deseos personales.

En este preciso momento, nuestro planeta está atravesando por una seria crisis económica, que le está abriendo amplios espacios a todos los arriba mencionados—porque muchas voces ya ingenuamente están hablando del “colapso del capitalismo” y de la “llegada del socialismo”—por lo que toda persona sensata con acceso a cualquier forma de comunicación masiva, debería dedicarse a pensar e investigar profundamente la actual realidad económica del mundo, para que puedan producir obras que le permitan a la sinceridad objetiva, seguir existiendo; especialmente en este momento, cuando la globalización—que no es sólo económica, sino humana—nos dice que esta vez, no ocurriría un colapso parcial como los de los antiguos imperios y megalomanías, sino de toda la humanidad, aunque como siempre ha ocurrido, serán las cuerdas más delgadas las que se rompan, antes de que llegue el fin de la debacle, y se inicie un nuevo comienzo.

Ciertamente, el mejor lugar para hurgar en busca de las respuestas correctas, es en el conocimiento científico desarrollado por la humanidad durante los últimos dos siglos y medio; porque como dice el medieval refrán siciliano, después de sacado el ojo no vale Santa Lucía.

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