Reacciones desproporcionadas y malsanas
Venezuela ha vivido días terribles como consecuencia de los crímenes de los hermanos Faddoul, Miguel Rivas, Filippo Sindoni y Jorge Aguirre. El sentimiento de dolor es una voz unánime. Lamentablemente algunos cargan puesto un velo de prejuicios políticos y actúan a la voz de la cultura del fanatismo que les impide tomar el pulso de lo que sienten los demás. Sólo leen en la cartilla de descalificar al adversario y de demostrar solidaridad a los suyos bajo aquel viejo y torcido lema de “siempre al lado de los míos, con razón y sin ella”.
He escuchado y leído comentarios insólitos, según los cuales a los dirigentes chavistas no les importa para nada el dolor de los familiares de las víctimas, sino cómo se quitan de encima el desafortunado golpe que las circunstancias propinaron al gobierno, al comprobarse, una vez más, que la ciudadanía vive a la intemperie, a manos del hampa y del malandraje. Las notas de pésame publicadas por organismos oficiales para expresar su pena por las muertes de Sindoni, Rivas y los hermanos Faddoul, las consideran postizas, meras poses del momento electoral. El micro en televisión sobre Jorge Aguirre lo entienden como una sobreactuación para que se perciba al gobierno como sensible ante la violencia y las muertes a manos de la delincuencia. Pensar de esa manera es tan despreciable como que fuese cierta la acusación. Ya han ido demasiado lejos los cultores del odio.
No se queda atrás la reacción de calificados voceros del oficialismo. El gobernador de Bolívar ha llegado al colmo de afirmar que todos estos asesinatos fueron producto de un complot de la oposición con factores del imperialismo para desestabilizar a Chávez. Además de temerario, este anuncio revela que a lo largo de la campaña electoral cualquier disconformidad social de los ciudadanos, reclamos sobre déficit de servicios públicos o protestas a funcionarios negligentes o ineptos, serán tomadas como actos de conspiración.
El Ministro de Comunicación piensa que ningún venezolano está en capacidad de dar una opinión si antes no espera la versión oficial de los organismos del gobierno. Se molestó William Lara porque ha corrido como pólvora que policías de distintos cuerpos han estado involucrados en los tres hechos criminales, el de Sindoni, el de los hermanos Faddoul y Miguel Rivas, y el asesinato de Aguirre. En consecuencia, por parecerle que se trata de una acusación propia de “conspiradores” que andan por allí inventando que hay policías choros, matraqueros, traficantes y criminales, el ministro Lara ha amenazado a los medios con someterlos a un análisis con lupa y aplicarles todo el peso de la ley llamada de “contenidos”, en la que el gobierno decide qué cosa es responsable transmitir y cuáles son perturbaciones de la vida cotidiana e incitaciones a la violencia. Todo declarante debe esperar primero por el parte oficial del gobierno.
El director de Conatel se ha cansado de enviar cartas (¿amenazas?) a las televisoras por cualquier cosa. No se puede insertar un cintillo de luto porque eso es propaganda anónima. Revelar que los muertos lo fueron de tiros en la nuca y torturados es apelar al “amarillismo”. Todo ello es una actitud morbosa que el gobierno revolucionario, en protección de las buenas costumbres y del derecho a estar correctamente informados, no va a tolerar.
Sólo queda preguntarse ¿a dónde nos llevará tanta insensatez? ¿por qué tenían que ser los menos preparados los que tercian, de lado y lado, en esta delicada hora del debate nacional?