Opinión Nacional

Ramón Escovar Salom

EL RECUERDO

“los tiempos que vienen han de ser difíciles: porque obligan a pensar y a reflexionar; porque obligan a la más exigente condición del hombre que es la inteligencia”
Ramón Escovar Salom: Campo afuera, ed.1976, p.141.

La muerte de Ramón Escovar Salom (1926-2008) debe llevarnos a una reflexión nos sólo sobre la perdida de un venezolano ejemplar sino por la forma como en él, un político activo, se dio una especial vinculación de la “intelligentzia” con el ejercicio de la función pública que para él nunca estuvo desligada de la formación intelectual, de la lectura, de la atención a todo lo internacional que influye en la diaria faena del que gobierna, de allí aquel lúcido ensayo suyo La interdependencia de las naciones. (Caracas: Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 1976. 48 p.) en el cual se adelantó a sucesos que se dieron claramente en la sociedad mundial que vivimos y la cual influye cada día en nuestro devenir.

Y por lo que decimos fue que Escovar nos dejó varios densos libros, salidos todos de su honda formación, de sus múltiples lecturas cotidianas y escritos en su bello estilo. En los campos de su especialidad, el Derecho Constitucional, sobresalen su siempre orientador Evolución política de Venezuela. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1975. 168 p.), los textos cuidadosamente burilados de La ventana de papel. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1971. 336 p. l) y los escritos autobiográficos, sabios y sabrosamente redactados, de su Cuaderno de prueba y error (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1985.239 p.) y de sus Memorias de ida y vuelta. (Caracas: Los libros de El Nacional, 2007. 416 p.).

Pero hoy al decirle adiós a este hombre de excepción, quien dejó en la política la estela sus hondos servicios a Venezuela porque nuestro país fue para él su ídolo. Y le prestó lo mejor de si con su extraordinario carácter, no decimos mal carácter, sino aquella actitud suya de saber conducir, de decir la palabra exacta en el momento preciso, en basarse en la idea correcta en el momento exacto, de poner a andar los programas. Lo hizo como Ministro de Justicia, como Secretario de la Presidencia, como Canciller, como Embajador en Francia, como Ministro de Relaciones Interiores y sobre todo desde la Fiscalía General de la República (1989-1994) en donde su labor fue tan decisiva que prácticamente podemos decir que ha sido el mejor Jefe del Ministerio Público que hemos tenido en toda la historia de la dependencia. Allí fue donde se convirtió en profundo defensor de los derechos humanos, puso en práctica ideas jurídicas muy modernas y desde allí fue que logró la cual logró enjuiciar (marzo 11,1993), por vez primera en nuestra historia, legalmente, a un presidente corrupto, Carlos Andrés Pérez, el cual gracias a su acción debió salir del poder. Mostró entonces como se podía actuar por el mejoramiento del país pacíficamente, con las armas de la ley, sin necesidad de recurrir a la “vía insurreccional, ilegítima y aventurera del 4 de febrero de 1992” como el mismo lo indica en sus recuerdos (Memorias…, p. 270).

Escovar fue desde muy joven un hombre de libros y una persona que escribía. Y por ello entró en él su vocación por la literatura que siempre estuvo presente en él, de hecho hay muchos textos suyos, sobre todo varios de los que están en La ventana de papel que forman parte de los mejor de nuestro ensayo contemporáneo. Que tenía una inclinación por la literatura es él mismo quien nos lo dice:”las escribía por el puro placer de comentar, en tono ligero, algunas materias variadas, predominantemente literarias. Si la política no me hubiese tomado demasiado temprano seguramente que hubiese incursionado en la literatura” (Memorias, p.19). Tal su confesión, a la cual hay que añadir que la política no está reñida con las letras. Todo lo contrario son la mejor peana para el buen ejercicio de la función pública porque los políticos escritores son los mejores: aquellos quienes en una mano tienen El príncipe de Maquiavelo y en la otra La utopía de Tomas Moro.

Y fue la formación personal desde el libro, el artículo periodístico o la cátedra universitaria desde la cual se dirigió a quienes le escucharon. Y tanto aquello fue un sustrato profundo de íntimo de su vida que constante fue su presencia para que sus hijos lograran cursar la mejor educación, cosa que recordamos vivamente por ser compañero, en el colegio la Salle de La Colina de su hijo Ramón, destacado abogado. Y le vimos también la cara de felicidad ante los logros intelectuales de sus vástagos el día que su hija Elisa publicó su interesante libro sobre Etienne de La Botie (1530-1563), Servidumbre o libertad. (Caracas: Grijalbo, 1993. 165 p.).

Recordamos mucho la última conversación, muy larga, que sostuvimos con él año 2006. fue la última vez que nos vimos, trabajaba en aquellos días febrilmente en sus memorias. Fue en la casa de María Margarita Herrera Luque y en presencia también del doctor ramón J. Velásquez. Venezuela entera, nuestras preocupaciones y angustias por el país herido y deteriorado de estos días, su pasado y las lecciones de sus grandes hombres fueron pasando en aquel tan palique, tan hondo, tan sentido, que al irse los dos maestros le dijimos a la Negrita Herrera Luque que aquella conservación había tenido tanto relieve que bien se podía haber grabado y pasarla por Globovisión. Tal aquel coloquio angustiado y agónico por nuestra nación empapada de caos y anarquía en estos días nublados.

Continuación:

ALGUNOS DE SUS LIBROS

Hay al menos tres libros en los cuales se condesan lo mejor del ideario de Escovar: uno es una breve síntesis de nuestra evolución constitucional, anterior al desbarrancadero que en nos puso la constitución de 1999, el otro es trabajo sobre la sociedad internacional que en los setenta, aunque pocos en Venezuela se dieron cuenta de ello, se asomaba al gran cambio que ha venido después, en el cual la caída del socialismo y la restauración democrática en Europa no ha sido el menor de sus cambios. Utiliza en algún momento Escovar, espíritu siempre avizor la palabra globalización. El tercero es su primera autobiografía. Queremos volvernos a fijar en ellos otra vez, teniendo como base las reseñas que sobre ellos escribimos cuando circularon, entre otras cosas porque al escoger los libros para ser comentados en nuestra columna de comentarios bibliográficos fue siempre imposible prescindir o dejar de lado lo que Escovar escribía porque siempre fue, lo hemos señalado ya, un político intelectual, ese fue el rasgo predominante y la base de su acción pública, por suerte como él hay otros ejemplos a lo largo de nuestra convulsionada política.

CONSTITUCIONALISTA

No seria exacto en el recuento de la evolución del ensayo contemporáneo en Venezuela si se excluye a Ramón Escovar Salom, quien es autor de varios trabajos a tomar en cuenta cuando se establezca el balance de los escritos en este tiempo por nuestros pensadores. Escovar Salom ha sido escritor versátil, analista fino y perspicaz. Libros suyos como La ventana de papel (1971) recogen buena parte de originales puntos de vista, mientras que en obras como América Latina, un juego sin fronteras (1973) lo encontramos analizando temas claves de la actual encrucijada de nuestro continente. Otros trabajos suyos como La universidad y la construcción nacional (1961) o La justicia y la acción (1966) patentizan su preocupación por esas instituciones.

Sin embargo, uno de sus trabajos, en donde expone personales puntos de vista sobre nuestra evolución constitucional y sobre la forma del Estado venezolano, es Orden político e historia de Venezuela (Caracas: ministerio de Justicia, 1966) el cual ha circulado recientemente bajo el título de Evolución política de Venezuela. (3ra. ed. Caracas. Monte Ávila, Editores. 1975. 188 p.). Se trata de un conjunto de diez ensayos en los cuales Escovar investiga los rasgos esenciales de nuestra evolución política pero observándola siempre en relación con el régimen constitucional y las formas que ha asumido el Estado a lo largo de nuestro devenir.

El libro se abre con unas disquisiciones en torno al orden constitucional y nuestra realidad histórica. Esto se hacía necesario pues Venezuela ha sido fecunda en las alteraciones de su vida institucional: hemos tenido veinticuatro Constituciones y un Estatuto Provisional (1914). De esto se colige que han existido dos formas para el análisis de nuestra trayectoria constitucional: una es el examen de la versión literal de los textos, la otra es el estudio de lo que los positivistas llamaron la “constitución efectiva” del país o sea la tarea de encontrar en la realidad misma las grandes coordenadas de nuestro ser para de allí pasar a expresarlas en la letra de las formas reguladoras de la vida de la sociedad. Todavía estamos lejos de ello. Todavía nuestras normas jurídicas están alejadas de la realidad pero siempre, como enfatiza Escovar Salom, las Constituciones han tenido un significado objetivo en la vida del país (p. 11,12). Esta afirmación es válida para los días del régimen gomecista en donde la Carta fundamental se reformó siete veces, 1914,1922, 1925, 1928, 1931, en el primero de estos años dos veces.

Ahora bien, para poder penetrar en toda su amplitud la realidad constitucional del país, Escovar Salom dedica largas páginas a indagar los antecedentes de nuestra evolución política. Esos precedentes los encuentra en los días coloniales. De allí que se detenga a estudiar lo que fue la conquista, la ordenación jurídica de nuestro régimen hispano, la influencia del derecho español sobre el de nuestro continente, la significación de ciertas instituciones en el desarrollo del país, tales como la Intendencia, la Real Audiencia, el Real Consulado, y por fin cuáles fueron las características del hecho económico en aquellos días.

Presentado esto puede entrar de lleno en el análisis de nuestras constituciones. Entre las primeras cuatro, 1811, 1819, 1821, 1830, se examinan con detenimiento la primera y la cuarta. Sobre la de 1830 piensa que “la más estable y duradera y quizá la más razonable de las constituciones venezolanas del siglo XIX” (p. 60). De paso se refiere a la reforma constitucional de 1857. Examina la Carta surgida de la Convención de Valencia en 1858. Para poder entrar en el nuevo orden que se inaugura en 1864 dedica un largo capítulo al estudio de lo que significó el federalismo en el siglo pasado. Para Escovar tanto centralismo como federalismo fueron las dos fuerzas políticas del siglo pasado. El centralismo correspondía a la visión de nuestra incipiente burguesía y era fenómeno de características urbanas. El federalismo respondía a los puntos de vista del hombre del campo en un país desarticulado. Insiste, también, en que se realice un estudio severo en tono a la significación del Partido Liberal (1840) y se evalúe como se debe la cínica frase de Antonio Leocadio Guzmán pronunciada en 1867 sobre federalismo y centralismo.

Luego se refiere a las otras Constituciones del siglo XIX. Hace especial hincapié en la de 1881, la llamada “Suiza», y de allí pasa al estudio de los otros estatutos. Pone especial énfasis en los de 1947, 1953 y 1961.

Dedica un capítulo al examen de las “Actas Constitutivas». El mismo las define como surgidas de un “derecho paralelo” (p.133) pues estas Actas… son las que les han dado validez legal a los regímenes surgidos de los golpes de Estado: desde el 19 de abril de 1810, y desde el Acta de 1818 que consagraba la jefatura suprema de Bolívar, hasta el Acta del 23 de enero de 1958.

Se cierra este certero libro, lleno todo de enseñanzas sobre nuestro régimen político, con un trabajo en torno a los partidos políticos en nuestro país. (mayo 3, 1976).

NACIONES INTERDEPENDIENTES

Dos libros recientes recogen la actividad intelectual de Ramón Escovar Salom. El primero de ellos es Campo afuera (Caracas: Ministerio de Relaciones Exteriores, 1976. 438 p.), en donde se recogen sus intervenciones públicas como Secretario de la Presidencia y Canciller de la República. Campo Afuera tiene el interés, sobre todo en su segunda parte, de permitirnos asomarnos al mundo, siempre en mutación, de la vida internacional y observar las ideas de su autor. El segundo de los trabajos de Escovar a que aludimos, es su Discurso de Incorporación a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. (Caracas: Italgráfica, 1976, 48 p.), cuya lectura nos parece impostergable, dado los conceptos que maneja su autor en esta disertación. En este Discurso… se refiere Escovar a la interdependencia de los pueblos en la actualidad y ofrece una serie de incitantes reflexiones sobre el tema. Es una materia discutible. Y él no cree, así lo hace constar, estar diciendo la última palabra, lo presenta como exploración en un asunto en el cual es necesario reflexionar.

Antes de entrar en el meollo dé su ensayo, escrito en un estilo preciso, en una prosa luminosa, sensata, limpia, nos ofrece unas observaciones sobre la necesidad que tenemos hoy en día de no identificar el derecho y la ciencia política. De la misma manera escribe: “no es posible… estudiar y entender el mundo que ahora estamos viviendo con los instrumentos conceptuales que estuvieron vigentes al final de la Segunda Guerra Mundial” (p. 6). Como consecuencia de esto, llama la atención sobre la necesidad que tiene la ciencia política actual de actualizarse día a día, de ser moderna, de juzgar la actualidad con criterios de hoy y no de ayer. Porque con normas del pasado difícilmente se podrán comprender los signos de la vida de un mundo en pleno cambio.

Explica Escovar que fueron los sucesos posteriores a la última contienda mundial, y sus corolarios la guerra fría y la coexistencia pacífica, los que han hecho esbozar la idea de la interdependencia. Considera el autor de este ensayo, necesario que nos detengamos ante ella, pues para países como el nuestro la interdependencia “como concepto político y económico puede ser la envoltura histórica de otro sistema de dependencia” (p. 11).

Pero antes de referirse de lleno a esta concepción, traza Escovar la silueta del convulso mundo contemporáneo. Hay hechos, situaciones, sucesos, que explican el que se haya pensado en aplicar esta idea. Todo parte de varios hechos, a veces difíciles de examinar en todas sus aristas. El período contemporáneo, que se inicia en 1945, ofrece una característica en su vida internacional: la anormalidad. Ella crea, durante los años de la guerra
Fría, la mutua desconfianza y la suspicacia permanente entre las dos grandes potencias. Surge una política defensiva en la cual sólo se producen conflictos con ocasión del desmoronamiento del mundo colonial, Corea, Indochina, el Medio Oriente. A partir de 1953 la coexistencia pacífica, en cuya estructuración, según Escovar, intervienen Juan XXIII, Kennedy y Kruschev, tratando de despertar una sensibilidad, la crisis del Estado Nacional y hechos como la desaparición de la certidumbre en torno a la posibilidad de un orden mundial, la imposibilidad de la seguridad, el proceso de desviacionismo, que surgen en la URSS, o de cuestionamiento, análisis y crítica, dentro de la sociedad norteamericana, proceso vivo hoy en día, la inseguridad económica y la voz del Tercer Mundo, Asia, África y América Latina, que se hacen escuchar como conjunto por vez primera hacen plantearse la necesidad de revisar las pautas de la vida internacional. Para los años setenta las grandes potencias se entienden, pero sin olvidar la presencia de países grandes como Europa o Japón, y de potencias emergentes como la China de Mao. Todos se dan cuenta que es imposible subsistir, que es necesario buscar un equilibrio, que el mundo industrializado necesita del llamado mundo pobre, situación que hace más grave el embargo petrolero Árabe en el invierno de 1973 o el súbito ascenso de tos precios del petróleo en 1970. .

Del análisis de estos hechos, concluye Escovar, se puede deducir que las relaciones de poder han cambiado, que el mundo posee cada día más viva conciencia de la globalidad, que ha surgido la idea en tona a la necesidad de darle una arquitectura nueva a las relaciones internacionales. De la misma manera los países desarrollados han comprendido que necesitan para poder subsistir de los llamados pequeños. La comprensión de hechos junto con la conciencia de que “La técnica del despilfarro y del derroche, que ha sido hasta ahora una norma invariable de la sociedad industrial, debe detenerse” (p.35), son las bases sobre las cuales se puede construir un mundo interdependiente en donde se busque el equilibrio entre unos y otros, en el cual haya respeto y en el cual cada nación sepa aprovechar sus recursos para darle un mejor bienestar colectivo a sus habitantes (septiembre 19,1977).

CUADERNO DE PRUEBA Y ERROR

La aparición del libro de Ramón Escovar Salom: Cuaderno de prueba y error (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1985.239 p.) nos permite pergeñar algunas consideraciones sobre los escritos de este hombre de estado cuya actividad siempre ha estado signada por las maneras con las cuales un intelectual observa el hecho político y participa en él. Y afirmamos estos porque en Escovar siempre ha estado presente el activista y el hombre de ideas. O como él mismo lo dice en su nueva obra “Nunca he podido ser exclusivamente un intelectual y he tenido toda mí vida el gusto por la acción, por la organización, por eso que se llama el mundo real” (p.170). Es por esto que nos debe llamar la atención que entre libros nos encontremos con volúmenes que han surgido como consecuencia de sus pasos por el gabinete, así a través de La Justicia y la acción (Caracas: Ministerio de Justicia, 1965) y Campo afuera (Caracas: Ministerio de Relaciones Exteriores, 1976) podemos seguir las directrices que lo han guiado en su acción. Pero no sólo eso. En otros ensayos también se ha ocupado de la manera de funcionar de nuestro sistema político. Y el hecho de haber ocupado altas posiciones en el gobierno no le ha hecho callarse en torno a sus fallas. De allí sus juicios sobre las formas de gobernar en nuestro país, sobre la marcha de b nación, que expuso públicamente después de haber dejado la Cancillería en 1977, desde las columnas de El Nacional. Tales textos debieron reunirse en un opúsculo, como una vez se lo sugerimos, constituyen una de las aproximaciones a las dolencias de nuestro sistema de gobierno. Al escribirlas su figura de político consciente se creció hasta convertirse en severo analista, quien llamó la atención en torno a la urgente necesidad de sustituir supervivencias de los modos del caudillismo en el manejo de la cosa pública.

Pero Escovar no ha sido solamente activista. Profesor de Ciencias Políticas a lo largo de muchos años ha consignado en sus libros interpretaciones sobre el devenir venezolano que no deben pasar inadvertidas. En esos trabajos se refirió a las formas del estado venezolano en Evolución política de Venezuela. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1975. 168 p.), volumen que en su primera edición se titulo Orden político e historia de Venezuela; observó en América Latina: un juego sin fronteras. (México: Fondo de Cultura Económica, 1973) los desafíos del proceso integrador; reflexionó cambiante mundo internacional y llamó la atención eI papel que debía jugar Venezuela en su Discurso de Incorporación a la Academia de Ciencias Políticas. (Caracas: Italgráfica,1976), para él Venezuela debe ser “una pequeña nación organizada e influyente, importante por su inteligencia política, por su capacidad intelectual, científica y tecnológica y por la utilización racional de sus recursos” (Discurso p. 36). También examinado Escovar con revisión aquello que nos interesa saber en torno a nuestro futuro, de allí su sugerente trabajo Apertura hacia el futuro de Venezuela. (Caracas: Cuadernos Lagoven, 1985). Pero no podemos cerrar estos párrafos sobre su actividad como pensador sin señalar que sido un columnista, persona diestra en la manera de concebir sus artículos de tal manera que lleguen a todos. Una muestra de ellos pueden verse en La ventana de papel. (Caracas: Monte Ávila Editores, 1971. 336 p.)
Ahora Escovar nos ofrece en su Cuaderno de prueba y error una autobiografía que se abre con su nacimiento, en los días de la tiranía gomecista, y se cierra hacia el inicio de los años cincuenta. Se trata de un libro en el cual, además del recuerdo de su peripecia humana, nos ofrece un recuento ágil, grato de leer, en torno a la vida pasada de Venezuela: de su transcurrir, de su cambio, de su violenta transformación durante el último medio siglo. Así este Cuadernos de prueba y error no es solamente el relato de los aconteceres de una vida. Es también reflexión sobre numerosos hechos; es meditación en torno al cambio social. Todo esto expresado dentro de la grata forma del ensayo, escrito dentro de la manera como Escovar lo ejecuta: preciso, dentro de una prosa clara, limpia, certera.

El mismo Escovar nos advierte que al escribir esta obra no lo ha movido la necesidad de hacer una “retrospección de cosas vistas y vividas con ánimo puramente testimonial” (p.160). Y más adelante añade: “Toda vida humana como todo destino colectivo es un ensayo de prueba y error. Hay mucho de tanteo, de aprendizaje, de búsqueda, en todas las etapas de la vida” (p.233). De allí su título.

Si seguimos a Escovar a lo largo de las páginas de su libro podremos comprender desde el ángulo de la experiencia de una persona, como era aquella Venezuela, hoy totalmente desaparecida, en la cual él nació hace sesenta años. Podremos así seguir el transcurrir de la vida de un niño venezolano nacido en provincia hacia fines de los años veinte, quien fue hijo único no por no haber teñido otros hermanos sino por el hecho de haber fallecido todos los demás. Y en esto la familia Escovar Salom no fue una excepción. Se prestaba poca atención en aquella época a la madre y al niño. Y la consecuencia era que a pesar de los múltiples partos eran pocos los niños que sobrevivían. por ello recuerda el memorialista como lo rodearon desde su tierna infancia las imágenes de la muerte y cómo por el hecho de haber sido el único infante de su casa fue “un niño demasiado incorporado al diálogo con los adultos” (p.15).

Pero en la narración que nos ofrece el autor de este Cuaderno de prueba y error nos llama poderosamente la atención la precisa memoria que él hace dé la formación que recibió en el hogar y el recuento que realiza en torno a la escuela y a los primeros aprendizajes de los cuales nos ofrece tan exacta relación. Así también son los detalles en torno a las bibliotecas que tuvo a su mano desde niño, las cuales le permitieron aficionarse a los libros desde la niñez. Pero a la vez esta obra nos permite comprender cómo era nuestro país hacia mediados de los años treinta, cuáles eran los rasgos de su gente “tímida, respetuosa, inofensiva! (p.42). Y al margen de sus recuerdos Escovar va meditando en torno a lo provinciano, al valor creador del ocio, en torno a las mutaciones del país a partir de la muerte de Gómez (p.111), sobre la relación entre el campo y la ciudad o acercándose a la intimidad familiar en aquellos días, al trazar una serie de observaciones sobre el patio de las viejas casas venezolanas (febrero 17,1986).

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